martes, 23 de febrero de 2016

LA BRUJA COTILLA

En mi barrio hay una bruja cotilla,
a la que le gusta hacer cosquillas.
Cada mañana observa por la ventana,
como los niños vamos al cole,
montando una caravana.

Mi vecina no es una bruja malvada.
Al principio de los tiempos,
fue un hada velada,
de esas tan bonitas
que visten purpurina y usan varita.

Pero un día se le dio la vuelta al turbante,
probó la magia negra,
le gustó,
y decidió seguir adelante.

Tiñó a su gato blanco de negro,
se hizo con una escoba de madera
y sin temor alguno
alzó feliz el vuelo.

Con esmero se trenza el pelo,
mientras espía tras la cortina,
y acaricia a su gato negro
confiando en que no destiña.

Mis amigos y yo la tenemos mucho cariño,
pues cuando nos ve mirando hacia arriba
nos regala a todos un guiño.

A veces nos la encontramos en el parque,
cuando nosotros ya nos vamos,
porque ella sale siempre tarde.

Nos saluda con una sonrisa,
mientras nuestros padres asustados nos gritan:
“¡Venga daos prisa!”

Y si durante su paseo
se encuentra a un niño triste y apenado,
con sus trenzas le hace cosquillas
hasta que la pena se le ha pasado.

Por eso me gusta mi vecina,
la bruja buena cotilla,
la que se hace trenzas,
la que nos hace cosquillas.




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