Hay
tantos tipos de paternidad como padres. Desde la educación “Prusiana” a la
Crianza con Apego y la Pedagogía blanca hay infinidad de escalones intermedios.
Como suele decirse “cada maestrillo tiene su librillo” y cada casa y cada
familia tienen sus propias normas.
Yo me
muevo entre dos aguas en estos temas pues aunque entiendo las motivaciones y
necesidades de los niños, muchas veces me siento incapaz de dejarles el espacio
y el tiempo que necesitan para explorar y quizá fuerzo a los míos a que se
comporten como si fueran más mayores de lo que son.
Como ya
he dicho otras veces, yo necesito determinado “orden y concierto” para mi
tranquilidad de espíritu. He reflexionado a cerca de qué aspectos son innegociables
para mí respecto a la educación de mis hijos, es decir, que lo han sido y
siguen siendo y serían con otros que vinieran, si vinieren. Son temas en los
que me muestro tajante y que para mí son de vital importancia y se resumen en tres puntos:
Hábitos alimentarios: más que
el qué o cuánto coman que depende más bien del niño y del momento, me refiero
al cómo y el cuándo. Yo he tenido suerte con los míos pues no son demasiado
escrupulosos, comen de todo y no le hacen ascos a las cosas sanas como fruta y
verdura pero podría acabárseme la suerte con un tercero. Creo que los hábitos
alimentarios de los padres sin duda influyen en los de los hijos. Intuyo
que en un elevado porcentaje de casos, cuando un niño es “especialito” con la
comida es porque uno o ambos progenitores también lo es y el niño reproduce
inconscientemente los comportamientos que ve en su hogar y adquiere las
costumbres alimentarias de sus padres. Aunque también hay casos en los que la
familia no tiene nada que ver y tampoco mucho que hacer respecto a la actitud
de sus hijos con respecto a la comida. A ningún niño se le puede ni debe
obligar a comer lo que no quiere. Pero lo que sí se puede hacer es establecer normas
a la hora de la comida. Para mí la fundamental es que, con la salvedad de la
teta que se debe dar a demanda y en cualquier lugar, comer se come sentado a la mesa. Uno se sienta, come y cuando
termina se va. Nada de comer y jugar a la vez y llevar la comida a rastras por
toda la casa pringándolo todo.
Disfrutando del agua. |
Hábitos de higiene: a los
niños no es necesario bañarles o ducharles todos los días y mucho menos usar
jabón a raudales que les altera el ph de la piel y les somete a cambios de
temperatura que pueden propiciar los resfriados. Pero es importante que los
niños se familiaricen con el agua, que tengan contacto habitual con ella aunque
sea de una manera lúdica más que por higiene. Darse un baño además de relajante
es divertido pues se puede jugar en el agua durante el mismo. Nadar es también un
ejercicio muy completo, por lo que acudir a la piscina a clases de
matronatación es una actividad muy recomendable. Algunos niños disfrutan
naturalmente mucho con el agua a otros les cuesta más. A algunos les molesta o
agobia el mojarse la cara o la cabeza, también puede darles miedo o incomodarles el chorro de la alcachofa y
preferir el baño a la ducha. Creo que en estos casos no hay que desistir y
dejar que el niño acumule roña. Si se
insiste con tranquilidad y delicadeza el niño terminará cogiéndole el gusto al
agua.
Otro tema
de higiene y yo diría que también de seguridad es el corte de las uñas. A muchos niños no les gusta que les corten las
uñas ni tampoco el pelo. Es cierto que pueden llegar a pasarlo mal durante el
proceso pero creo que cortárselas es un “mal necesario” no solo porque acumulan
muchísima suciedad que puede suponer un problema de salud pues es por ejemplo
la vía de entrada de algunos parásitos, si no porque pueden ocasionar arañazos
dolorosos a otros niños o incluso a ellos mismos con y sin intencionalidad.
Control agresividad: por
último está el tema de la agresividad tanto con sus propios padres como con
otros niños. Mis hijos no han tenido demasiadas rabietas y cuando se han
enfadado no les ha dado por pegar a nadie pero si lo hubieran hecho no se lo
habría permitido. Entiendo que cuando son muy pequeños no saben cómo gestionar
sus emociones pero la solución no pasa ni debe pasar por volcar su frustración en
forma de agresión física sobre las personas que los cuidan y más se preocupan
por ellos. Que ellos se sientan mal no les da derecho a agredir a otros. Tampoco
justifico diciendo que “son cosas de niños” el que peguen a otros niños para
quitarles juguetes o acciones por el estilo. Mis hijos nunca tuvieron esos
impulsos y me habría sentido muy mal si ese hubiese sido su “estilo relacional”.
No sé qué es lo que puede hacer que un niño se comporte de manera habitual de
esta manera, supongo que habrá muchos motivos, pero la edad no es para mí un “atenuante”,
creo que es algo que hay que atajar cuanto antes y no adoptar una actitud permisiva
porque creamos que el niño es demasiado pequeño para entender las cosas.
¿Cuáles
son tus “innegociables”?
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