lunes, 24 de agosto de 2015

LA URBA: EN LA CIUDAD COMO EN EL PUEBLO

Sin duda somos muy afortunados por vivir donde vivimos: en Madrid capital, con medios de transporte públicos cerca pero en un ambiente tranquilo. Miro por la ventana y veo arboles y el verde del césped. También veo un letrero luminoso de publicidad pero no me importuna. Mi casa da al interior de la urbanización lo que es una ventaja sobre todo ahora en verano. Desde mi ventana puedo llamar o reprender a mis hijos si es necesario. Les oigo perfectamente, sé si están felices jugando o peleándose, si lloran porque se han caído y se han hecho daño y tengo que bajar rauda al rescate.
Es una urbanización cerrada, con portero físico y cámaras de seguridad por todo el recinto. Nadie puede entrar sin ser visto y tampoco salir por lo que sé que mis hijos están seguros y por ello puedo dejarles bajar a jugar solos. Como hacíamos antiguamente, como se puede hacer todavía en algunos sitios, en pueblos donde no hay el peligro de que les pille un coche, donde todos los vecinos se conocen y cuidan unos de otros.



Pero lo mejor de todo es que no están solos. Tienen infinidad de amigos con los que jugar. Quedan, se buscan los unos a los otros llamándose al telefonillo: “¿Pueden bajar Ángel y Jesús?”. Cuando unos están fuera de vacaciones vuelven otros, siempre hay alguien disponible para jugar al “tres bases”. Este año han socializado más, han ampliado la pandilla incluyendo a muchas niñas. La banda sonora del verano es la voz de uno de ellos c@ntando: “A uno, a dos, a tres…” Mis hijos bajan a jugar por la mañana, por la tarde y ¡por la noche! Si, señoras y señores, padres que me leéis. Tras la cena vuelven a marcharse permitiéndonos a su padre y a mi, ver algún capitulo de una serie de televisión gin tonic en mano o lo que se tercie. 

Sí, somos afortunados, ellos y nosotros, aunque no sé si ellos son conscientes de ello pues no han conocido otra cosa. Mi marido y yo si lo somos. Recordamos nuestros veraneos madrileños: aburridos, calurosos y eternos. Recordamos como nos llevaban en contadas ocasiones a alguna piscina municipal, normalmente en fin de semana, y ya. El resto del tiempo lo único que hacíamos era ver la tele y salir si es que había alguien en el barrio, solo a partir de las 21:00 horas pues antes no se podía bajar a la calle sin morir asfixiado y/o abrasado. 
Mis hijos tienen piscina a su disposición todos los días, espacio libre y seguro por el que correr y amigos con los que pasar el rato aunque solo sea charlando.
Se pasan el verano en bañador y chanclas y a veces suben a casa de algún amigo a ver una película o jugar a video juegos. Probablemente no lo sepan pero son unos privilegiados. Estoy segura de que muchos niños desearían estar en su lugar.

Solemos salir al menos una semana por ahí, a la playa, por eso de cambiar de aires y porque nos gusta bañarnos en el mar, pero al final donde estamos mejor es en nuestra propia casa, donde estamos más cómodos y no nos falta de nada. Tanto mi marido como yo somos madrileños de pura cepa, no tenemos pueblo alguno al que poder recurrir para veranear, pero no lo necesitamos. Nuestra urbanización es el mejor sitio en el que podemos estar: un pueblo dentro de la gran ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario