Buena parte de nuestra sociedad
se echa las manos a la cabeza cuando una persona osa cuestionar las prácticas
médicas. Dicen: ¿quién eres tú para decirle a un médico como tiene que hacer su
trabajo? Parece ser que el uso de la razón y la libertad de opinión y expresión
son bienvenidas siempre y cuando no se usen para criticar al estamento médico y
sus procedimientos. Pero es que en la atención al parto y al nacimiento, tienen
lugar hechos incongruentes e ilógicos como estos:
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Rutinariamente suele echarse a los recién nacidos unas
gotas en los ojos para la profilaxis
ocular. Sin entrar a valorar ahora, la necesidad o no de dicho
procedimiento, cosa que deberíamos hacer todos los padres para poder decidir si
lo autorizamos o no, resulta que su objetivo es proteger los ojos del bebé de posibles infecciones adquiridas durante
el paso por la vagina de su madre. Pues ocurre que en algún hospital ponen el colirio a todos los bebés por
rutina, incluidos los nacidos por cesárea, que evidentemente no han tenido
oportunidad de contagiarse de nada por que no
han atravesado ninguna vagina para nacer.
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El enema, felizmente cada vez más en desuso, se utiliza
con la excusa de controlar la defecación, adelantándola y evitando así fugas inoportunas
durante el expulsivo que puedan contaminar al recién nacido. Bueno, pues el enema se le suele poner también a las
mujeres que han de pasar por un aborto, cuando en este caso la contaminación, de producirse, no tendría ningún tipo de repercusión en el
bebé ya fallecido. Lo que me da que pensar, que con el enema más que
proteger la integridad del bebé lo que quieren es evitar “contaminarse” ellos y
tener que limpiar después.
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Por último, imaginemos a una mujer de parto, atada a
una cama por culpa de un monitor, que se supone que tiene por finalidad vigilar
el estado de salud de madre y bebé. Tras 12 horas desde el inicio del parto,
este no progresa, probablemente a causa de la inmovilización a la que la mujer
está siendo sometida, y le dicen que tiene que ser cesárea. Pero en ningún
momento el monitor ha dado muestras de sufrimiento fetal y la madre tampoco
presenta ningún problema que obligue a tomar esta decisión tan drástica. ¿Por
qué entonces la cesárea? ¿Porque han pasado 12 horas? ¿Para que se le ha obligado a estar tumbada sin moverse con la excusa
del monitor, si luego no hacen caso de los resultados de la monitorización, que
para nada indican la necesidad de una cesárea?
Estos son solo
unos pocos ejemplos de actos médicos innecesarios, sin justificación alguna, actuaciones
sin pies ni cabeza por parte de las personas que nos atienden a mamás y bebés
en los hospitales. Tendemos a pensar que en un centro médico, en un hospital,
estamos seguros. Confiamos en que quienes nos atienden lo están haciendo de la
mejor manera posible, que cuidan de nosotros. Posiblemente sea así la mayor
parte del tiempo pero los sanitarios no son infalibles, no son perfectos y a
veces se equivocan. Hay errores en su formación, protocolos que no se
actualizan y que no tienen en cuenta la evidencia científica más reciente y en
ocasiones tampoco el sentido común, Que los usuarios cuestionemos la atención
que recibimos, es la única forma en la que podemos conseguir que estos procedimientos
absurdos dejen de realizarse.
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