Llevo mucho tiempo queriendo
escribir sobre esto y por fin me he decidido a hacerlo y decir en voz bien alta
que: mis niños no necesitan más juguetes. Y no los necesitan por la sencilla
razón de que no los usan. El problema no está en que ya tengan muchos, que los
tienen, y que no nos quepan más en casa, que también. Tampoco se trata, solo,
de que yo quiera educarlos en la austeridad, evitar que caigan presas del
consumismo reinante en esta sociedad que nos rodea, y pretenda que se diviertan
exclusivamente a base de correr por el parque o darle patadas a latas vacías
por la calle. Yo
soy la primera que si puedo, les compro aquello que veo que les hace ilusión,
pero luego, la realidad del día a día me enseña que, esa ilusión pronto se
desvanece, y al final solo queda un trasto más que acumular y unas monedas
menos en la cartera.
Como cualquier niño, los míos no
contemplan salir de una juguetería sin llevarse algo. Pero también les ocurre
cuando vamos a hacer la compra o a cualquier otra tienda. La idea es coger
algo, da igual el que. Les gusta la novedad, estrenar cosas y desenvolver
regalos. Les emociona la sorpresa, el ver que hay dentro del paquete, pero
luego no usan demasiado tiempo lo que contenía. Como cualquier niño, les llaman la
atención todas las cosas que ven anunciadas en la tele. Los publicistas
hacen bien su trabajo y a base de ver repetidos cien veces los anuncios, los
críos terminan sintiendo la necesidad de poseer eso que les están mostrando de
una manera tan atractiva y apetecible. Pero esa necesidad no es real, si no
inducida, y sucumbir a ella supone entrar en una espiral que no tiene fin. Y lo
peor es que te gastas el dinero y a los dos días el niño ha perdido el interés
por esas cosas y terminan acumuladas cogiendo polvo en un cajón.
A mis niños les gusta ir al
parque, jugar con otros niños, y jugar con adultos. Si no queda más remedio y
tenemos que quedarnos en casa porque hace mal tiempo, ven la tele, juegan al
ordenador, o el mayor lee (el pequeño todavía no sabe), pero es muy raro que
jueguen mucho rato solos con sus juguetes, aunque sean juguetes que ellos
mismos han pedido de forma vehemente, como si la vida les fuera en ello. Al
poco rato se suben por las paredes, y como no, terminan discutiendo y pegándose.
En ocasiones mi casa está sembrada de envases reciclados que ellos tunean y
convierten en naves espaciales o teatros de marionetas, mientras que los
cajones están repletos de juguetes relucientes y casi a estrenar.
Si algo he aprendido sobre los niños
desde que soy madre, es que a los niños no les gusta la soledad: no les gusta
dormir solos, ni jugar solos, ni estar solos en su habitación. Necesitan
interactuar con otros, y en el caso de los míos, no se si por el hecho de ser
chicos, necesitan espacio y actividad física, por lo que entre cuatro paredes
se agobian, y si no les prestas atención, se aburren, aunque tengan a su alcance
muchos cacharros modernos y llamativos.
Por eso, le digo a la gente que
no les regalen juguetes, o por lo menos no tantos, pues al final se pierde de
vista el objetivo, que es agradar a los niños, gastando por gastar, como si fuera una
obligación. Les sugiero que les regalen tiempo, que les lleven a sitios, al
parque, al cine, a merendar, que jueguen con ellos, que es lo que más les
gusta. Pues sin duda, lo que recordarán con más cariño de su niñez, cuando sean mayores, serán los ratos que
pasaron con sus seres queridos. Pero nadie me hace caso. Debe ser porque en nuestra sociedad, tal y como tenemos la vida planteada, el
tiempo es escaso y por tanto muy preciado, seguir el ritmo de un niño es
agotador, y no se tienen las suficientes ganas o energías para dedicárselo.
Y esto no sólo me ocurre con los
familiares. En las invitaciones a los cumpleaños siempre añadimos la coletilla:
“No hace falta que me traigas ningún regalo, con tu presencia será suficiente”,
pero ni con esas. Todo el mundo les compra algo. Da igual que estemos en
crisis, la gente no concibe ir a un cumpleaños, sin gastarse el dinero en un
juguete, aunque le digas explícitamente que no es necesario que realicen ese
gasto.
Debe ser que en este mundo nuestro
tan materialista, nos vemos obligados a gastarnos lo que tenemos y lo que no, en
cosas para obsequiar, pues es a través de los objetos, la forma más sencilla y
cómoda que encontramos, para mostrar nuestro afecto a los demás.
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