lunes, 15 de abril de 2013

MIS NIÑOS Y LOS JUGUETES



Llevo mucho tiempo queriendo escribir sobre esto y por fin me he decidido a hacerlo y decir en voz bien alta que: mis niños no necesitan más juguetes. Y no los necesitan por la sencilla razón de que no los usan. El problema no está en que ya tengan muchos, que los tienen, y que no nos quepan más en casa, que también. Tampoco se trata, solo, de que yo quiera educarlos en la austeridad, evitar que caigan presas del consumismo reinante en esta sociedad que nos rodea, y pretenda que se diviertan exclusivamente a base de correr por el parque o darle patadas a latas vacías por la calle. Yo soy la primera que si puedo, les compro aquello que veo que les hace ilusión, pero luego, la realidad del día a día me enseña que, esa ilusión pronto se desvanece, y al final solo queda un trasto más que acumular y unas monedas menos en la cartera.

Como cualquier niño, los míos no contemplan salir de una juguetería sin llevarse algo. Pero también les ocurre cuando vamos a hacer la compra o a cualquier otra tienda. La idea es coger algo, da igual el que. Les gusta la novedad, estrenar cosas y desenvolver regalos. Les emociona la sorpresa, el ver que hay dentro del paquete, pero luego no usan demasiado tiempo lo que contenía. Como cualquier niño, les llaman la atención todas las cosas que ven anunciadas en la tele. Los publicistas hacen bien su trabajo y a base de ver repetidos cien veces los anuncios, los críos terminan sintiendo la necesidad de poseer eso que les están mostrando de una manera tan atractiva y apetecible. Pero esa necesidad no es real, si no inducida, y sucumbir a ella supone entrar en una espiral que no tiene fin. Y lo peor es que te gastas el dinero y a los dos días el niño ha perdido el interés por esas cosas y terminan acumuladas cogiendo polvo en un cajón.

A mis niños les gusta ir al parque, jugar con otros niños, y jugar con adultos. Si no queda más remedio y tenemos que quedarnos en casa porque hace mal tiempo, ven la tele, juegan al ordenador, o el mayor lee (el pequeño todavía no sabe), pero es muy raro que jueguen mucho rato solos con sus juguetes, aunque sean juguetes que ellos mismos han pedido de forma vehemente, como si la vida les fuera en ello. Al poco rato se suben por las paredes, y como no, terminan discutiendo y pegándose. En ocasiones mi casa está sembrada de envases reciclados que ellos tunean y convierten en naves espaciales o teatros de marionetas, mientras que los cajones están repletos de juguetes relucientes y casi a estrenar.

Si algo he aprendido sobre los niños desde que soy madre, es que a los niños no les gusta la soledad: no les gusta dormir solos, ni jugar solos, ni estar solos en su habitación. Necesitan interactuar con otros, y en el caso de los míos, no se si por el hecho de ser chicos, necesitan espacio y actividad física, por lo que entre cuatro paredes se agobian, y si no les prestas atención, se aburren, aunque tengan a su alcance muchos cacharros modernos y llamativos.

Por eso, le digo a la gente que no les regalen juguetes, o por lo menos no tantos, pues al final se pierde de vista el objetivo, que es agradar a los niños, gastando por gastar, como si fuera una obligación. Les sugiero que les regalen tiempo, que les lleven a sitios, al parque, al cine, a merendar, que jueguen con ellos, que es lo que más les gusta. Pues sin duda, lo que recordarán con más cariño de su niñez, cuando sean mayores, serán los ratos que pasaron con sus seres queridos. Pero nadie me hace caso. Debe ser porque en nuestra sociedad, tal y como tenemos la vida planteada, el tiempo es escaso y por tanto muy preciado, seguir el ritmo de un niño es agotador, y no se tienen las suficientes ganas o energías para dedicárselo.

Y esto no sólo me ocurre con los familiares. En las invitaciones a los cumpleaños siempre añadimos la coletilla: “No hace falta que me traigas ningún regalo, con tu presencia será suficiente”, pero ni con esas. Todo el mundo les compra algo. Da igual que estemos en crisis, la gente no concibe ir a un cumpleaños, sin gastarse el dinero en un juguete, aunque le digas explícitamente que no es necesario que realicen ese gasto.

Debe ser que en este mundo nuestro tan materialista, nos vemos obligados a gastarnos lo que tenemos y lo que no, en cosas para obsequiar, pues es a través de los objetos, la forma más sencilla y cómoda que encontramos, para mostrar nuestro afecto a los demás.

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