Que te obliguen por la fuerza a someterte a una inducción es un ultraje, una violación de los Derechos Humanos, el máximo exponente de la Violencia Obstétrica.
La Violencia Obstétrica es Violencia de Género, Violencia Machista que persigue dominar a las mujeres, en este caso controlar sus procesos reproductivos. Es una violencia ejercida sobre las mujeres y no siempre por hombres. En este caso la agresora parece ser que ha sido otra mujer, una ginecóloga, con la connivencia de un juez del que no conozco el sexo ni me importa.
No hay que ir muy lejos en el espacio y en el tiempo para ver cómo el ámbito sexual y reproductivo de las mujeres ha sido y es objeto habitualmente de manipulación. Desde los matrimonios concertados donde la mujer no puede elegir libremente a su pareja, pasando por el débito conyugal que nos impone sexo y reproducción, sin importar nuestras apetencias. Por desgracia no son cosa del pasado. Quizá aquí sí, en otros países y culturas sin embargo, estas “costumbres” siguen vigentes.
La “liberación sexual femenina” consiguió recortar el ámbito de manipulación que ahora en nuestro país se centra en someternos en el parto: hacer que demos a luz, cómo y cuándo terceros lo deciden. Estos terceros eran los médicos, ginecólogos y matronas, a los que ahora se ha sumado la “Justicia” que ha forzado a una inducción a una mujer en el hospital Parc Sanitari Sant Joan de
Déu de Sant Boi, como denuncia DONA LLUM, Asociación
Catalana para el Parto Respetado en este comunicado.
La libertad femenina, la libertad de la mujer, la libertad de la madre para decidir brillan por su ausencia.
Hay quien dice que tenemos pocos datos, que necesitaríamos ver el historial médico de la “paciente”, conocer a fondo el motivo de la inducción, que es lo que hacía correr peligro la vida del bebé para “juzgar” este caso. No estoy de acuerdo con esta apreciación. Yo al menos no necesito saber más para indignarme y calificar este hecho de un disparate y una injusticia tremenda. La decisión del juez ha sido un error garrafal y espero que llegue el momento en que se demuestre que ha sido así.
Para reprobar esta actuación me baso en lo siguiente:
1. El derecho a elegir y decidir está recogido en la Ley de autonomía del Paciente, con el único límite de que con su elección ponga en peligro la salud pública o que se encuentre incapacitada para dar su consentimiento y la situación sea de vida o muerte. Cosa que no ocurría en este caso, por lo que el juez no ha aplicado correctamente la Ley.
2. El médico debe informar pero no imponer su criterio a la fuerza, ni con amenazas o chantajes emocionales, ni de forma rastrera juez mediante. Su labor es servir al paciente, atenderle debidamente si quiere la atención, no obligarle a recibirla. Obligar a esa mujer a dar a luz por la fuerza es un delito contra su libertad e integridad.
3. Su cuerpo, su salud y la de su bebé son su responsabilidad, no la del médico ni la del juez.
Justificar este hecho por “el bien del bebé” es hacer demagogia.
Para empezar la primera interesada en que su bebé esté bien es su propia madre ¿alguien lo pone en duda? Si esa mujer no ha querido someterse a ese proceso es porque creía que no era necesario, que los riesgos eran mayores a los beneficios. No en vano, la semana anterior le habían propuesto la misma inducción, se había negado, y 7 días después el bebé seguía vivo y coleando en su vientre, demostrándose que esa inducción no era vital. El día que la “secuestraron”, porque eso es lo que hicieron con ella, la tuvieron esperando 6 horas la intervención, demostrándose de nuevo, que la urgencia no era tal. La necesidad de la inducción es pues bastante discutible. Y aunque fuera totalmente justificada sigue siendo un derecho de la madre el decidir someterse o no a ella.
Para seguir desde el punto de vista legal, antes de nacer, el bebé no tiene derechos, es parte del cuerpo de la madre, por eso la que tiene que decidir es ella, nadie más. Ese bebé es SU bebé, la que va a tener que cuidarle es ella, la que va a tener que cargar con las consecuencias de no someterse a una inducción, o de haberse sometido a la inducción con o sin su consentimiento, es ella. Ella es quien va a sufrir las secuelas físicas y emocionales del parto, tanto las suyas como las de su bebé. Espero que ambos se encuentren bien dentro de lo que cabe. De terminar en desgracia, que podría ocurrir, ni el juez ni la ginecóloga tendrían que vivir día a día con las secuelas de una inducción fallida o con los efectos secundarios indeseados de la misma. Por eso es terriblemente injusto que hayan decidido por ella.
Por último, estamos hablando de una INDUCCIÓN porque en la semana 41 el monitor arroja una anormalidad en el registro. Anormalidad que es bastante frecuente a esas alturas de gestación, cuando el bebé no tiene mucho espacio y pinza el cordón brevemente contra la pared del útero o su propio cuerpo, pero que se resuelve sola rápidamente, al cambiar el bebé de postura. Cuando la ciencia ha demostrado que los falsos positivos a final del embarazo son habituales, es decir, que los monitores muestran sufrimientos fetales que no son tales. La guía de Práctica Clínica sobre atención en el Embarazo sugiere “ofrecer a las mujeres embarazadas la posibilidad de inducir el parto en el momento que se considere más adecuado a partir de la semana 41 y antes de alcanzar la semana 42 de gestación, después de informar sobre los beneficios y riesgos de la inducción.” Ofrecer, no imponer.
Como dije al principio, a mi el motivo de la inducción no me interesa, sea cual fuere, la última palabra debería haberla tenido la persona que se iba a someter a ella.
Además, quien sepa de partos y de inducciones – la ginecóloga en cuestión debería saber, y el juez también para poder tomar una decisión de este tipo – sabrá que para que un parto fluya sin complicaciones y una inducción tenga éxito, las condiciones ambientales y emocionales han de ser las mismas: tranquilidad y confianza. No hace falta esforzarse mucho para imaginar que la situación a la que se vio sometida esta mujer distaba mucho de ser la ideal para parir: arrestada y empujada a la fuerza a una inducción que no deseaba. ¡Es algo terrible! Es tal el despropósito, que para mí está claro que lo que primaba no era el bienestar del bebé, si no evitar que la mujer se saliera con la suya.
El juez ha podido ser tanto cómplice como víctima (por desconocimiento y confianza en un criterio médico equivocado) de un deseo revanchista de una ginecóloga que se ha excedido claramente en sus funciones y ha traspasado claramente todos los límites.
Que esto haya ocurrido me infunde muchísimo miedo. Es algo terrorífico.
Me solidarizo con esta mujer y su familia que han debido pasarlo y deben estar pasándolo fatal, en un momento en que deberían estar felices, celebrando la llegada de un nuevo miembro a la familia.
Lo siento mucho. Desde aquí les mando todo mi apoyo y cariño.
Creo que este caso no puede quedarse así. Hay que pedir responsabilidades, hay que evitar a toda costa que la población piense que esto puede hacerse o peor aún que “debe” hacerse.
Me solidarizo con esta mujer y su familia que han debido pasarlo y deben estar pasándolo fatal, en un momento en que deberían estar felices, celebrando la llegada de un nuevo miembro a la familia.
Lo siento mucho. Desde aquí les mando todo mi apoyo y cariño.
Creo que este caso no puede quedarse así. Hay que pedir responsabilidades, hay que evitar a toda costa que la población piense que esto puede hacerse o peor aún que “debe” hacerse.
No podemos permitir que se abra la veda para que los ginecólogos impongan su voluntad a las mujeres a través de un mal uso del sistema judicial.
Las asociaciones de mujeres deben unirse para apoyar a esta mujer en los juzgados si decide denunciar o presentarse como acusación popular si esto es posible.
Este es un momento vital en la lucha por el parto respetado, porque si no queda claro que esta decisión judicial ha sido inadecuada y esta ginecóloga queda impune, entonces se sentará un precedente muy peligroso, que hará que nuestros cuerpos y nuestros partos dejen de ser nuestros definitivamente.
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