Dicen que en España la salud perinatal es buena a pesar de la elevada tasa de cesáreas e inducciones innecesarias, y que lo importante es que las cifras de mortalidad son muy bajas. Esta es la versión elegante e institucional del: “¡No te quejes, si tienes un niño precioso!” de toda la vida. Es decir, que a pesar de que nos fuerzan y nos rajan, tanto bebés como madres no perecemos fruto de esa manipulación, y eso parece que le resta gravedad al delito. Vamos, que nos violan pero no nos matan y debemos estar profundamente agradecidas por ello. No solemos morir, cierto, pero las consecuencias de cómo se atienden los partos no se conocen o se minimizan, por eso hay quien osa decir que la salud perinatal es excelente.
Aludir a una supuesta buena salud perinatal para enmascarar las deficiencias de la atención al parto en la sanidad española implica negar la realidad, no asumir responsabilidades, faltar a la verdad y al respeto a todas aquellas mujeres que han sido engañadas y maltratadas en los paritorios.
Tras esta afirmación se esconde la propia desinformación del interlocutor y/o su afán por desinformar a la población. Para saber si esta afirmación es cierta tendríamos que conocer en primer lugar que se entiende por salud perinatal.
El término perinatal se emplea para referirse a todo aquello que es inmediatamente anterior o posterior al momento del nacimiento del bebé, es decir, desde la semana 28 de gestación aproximadamente hasta los primeros sietes días después del parto. La salud perinatal es la rama de la medicina que se interesa por la fisiología y anatomía de la madre y de su hijo, antes y después del nacimiento. Diagnostica y trata las enfermedades que puedan aparecer durante la gestación, el parto y el puerperio.
Según esta definición, la salud perinatal se refiere un periodo de tiempo muy concreto, y a mi entender demasiado limitado, dado que las repercusiones de los partos medicalizados se extienden mucho más allá del posparto inmediato. Es decir, que existen unos efectos secundarios no inmediatos y sutiles pero igual de importantes que sufrir un corte con un bisturí.
Nacer antes de tiempo y no hacerlo por vía vaginal tiene repercusiones en la salud de los niños a muchos niveles. Problemas en las vías respiratorias por inmadurez, problemas gastrointestinales y alergias son cada vez más comunes por una incorrecta colonización bacteriana del intestino del recién nacido, y estas son consecuencias que no se ponen de manifiesto inmediatamente tras el parto sino más adelante, y afectan negativamente a la salud del niño durante toda su vida.
Nacer inmaduro y/o tras un parto duro en el que se han utilizado drogas puede afectar al establecimiento de la lactancia, pues los bebés estresados o adormecidos pueden tener problemas para engancharse al pecho. Tener un costurón en el abdomen que no te permite moverte ni coger bien a tu bebé es una dificultad añadida para dar de mamar a nuestro bebé. Con ayuda y esfuerzo se pueden superar todas las dificultades, pero es evidente que estar agotada y recién operada no es estar en la mejor de las condiciones para atender a un recién nacido, y tras esos primeros días, muchas lactancias se abandonan, lo que constituye un problema de salud muy grave. No debemos ignorar que el modo de nacer influye en el establecimiento de la lactancia.
La salud perinatal se refiere o debería referirse, no solo a la salud del bebé, sino también a la de la madre. Debería contemplar no solo la parte física, sino también la psicológica y emocional.
Desde el punto de vista físico hay que tener mucho cuajo para decir que sufrir una operación de cirugía mayor y encima innecesaria es signo de buena salud perinatal. Lo mismo ocurre con las episiotomías. Tener cualquiera de estos cortes implica estar enferma, estar sufriendo, no es ningún camino de rosas. Bienvenidas sean estas cicatrices cuando son necesarias, pero que nos las infrinjan de manera gratuita es un atentado contra nuestra integridad física. No es salud, de ninguna de las maneras.
Por otro lado, el parto puede terminar convirtiéndose en una experiencia muy traumática, que puede dejar una huella importante en nuestra vida que puede costar bastante superar. Pero si en nuestro sistema sanitario hay por ejemplo un deficiente seguimiento de la recuperación del suelo pélvico, el apoyo psicológico posparto es prácticamente inexistente.
El aspecto emocional está totalmente descuidado, no se contempla de ninguna manera el grado de satisfacción de la mujer con la experiencia. Y es que nadie se preocupa por preguntar a la mujer cómo se encuentran ella y su bebé, cómo se ha sentido durante y tras el parto, qué secuelas ha tenido, etc. No se recopila esta información, no hay datos ni estadísticas fiables. En la sanidad privada, por ejemplo, no suele haberlas de lo que ocurre en los partos, los historiales a menudo están incompletos, y una vez se sale del hospital el seguimiento y el apoyo a la madre reciente deja mucho que desear.
Me pregunto además si se tienen en cuenta separaciones madre-bebé y los ingresos en UCI´s neonatales por pequeños que sean, que tanto estrés provocan y afectan al establecimiento del vínculo con el bebé, que son si cabe más habituales en los partos manipulados, para valorar esa salud perinatal.
Por último, es importante relativizar y contextualizar los datos ¿Nuestra salud perinatal es buena con respecto a qué? ¿Mejor que cuándo? Porque se da una curiosa correlación entre salud e intervencionismo, siendo mejores los datos de salud perinatal en aquellos países cuyo sistema sanitario es más respetuoso con la fisiología del parto. Y comparar las cifras de mortalidad actuales con las de hace 100 años es hacer trampa, mezclando como diría aquella, peras con manzanas. Con las medidas higiénicas, dieta saludable y adelantos tecnológicos y sanitarios actuales, los resultados deberían ser incluso mejores y las intervenciones muchísimo menores.
Tenemos un buen sistema sanitario, pero no podemos conformarnos si no intentar ir a mejor. La buena noticia es que con buena voluntad puede conseguirse.
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