¿Por qué hay tan bajos
índices de lactancia materna?
¿Por qué la lactancia artificial se
ha impuesto sobre el acto de amamantar?
Culturales: No se
ven muchas mujeres amamantando por la calle. Cada vez se ven más
pero no son suficientes. Lo que si hay son anuncios de leche
artificial, muchas imágenes de niños con biberón, por lo que dar
teta no es algo que tengamos muy presente, no lo damos por supuesto.
La teta no forma parte de nuestro día a día por lo que no es un
objetivo que esté dentro de nuestro punto de mira, de manera que
muchas mujeres ni se plantean la posibilidad de dar pecho. Otras lo
intentan pero al encontrarse dificultades y no tener información ni
apoyo adecuado abandonan la teta con rapidez. No entendemos de
lactancia y no valoramos suficiente lo que perdemos al pasarnos a la
lactancia artificial.
Ideológicos o de filosofía
vital personal: Aquí entran desde las mujeres que ponen el culto
al cuerpo (que no se les caigan los pechos) por encima de la salud de
sus hijos y la suya propia, hasta aquellas que piensan (erróneamente
desde mi punto de vista) que amamantar es algo antiguo, que les resta
autonomía e independencia e incluso que hasta las somete, al niño
en primer lugar y al hombre en segundo. Hay mujeres que ponen su vida
profesional por encima de la familiar y que no quieren dedicar tiempo
y energía al amamantamiento, existiendo como existe la alternativa
de la lactancia artificial para alimentar al niño. También hay
otras que optan por el biberón como forma de compartir la crianza al
50% con su pareja, aunque acaben ellas preparándolo el 90% de las
veces.
Derivados de una mala primera experiencia: Tener dificultades con la lactancia y que nadie nos ayude a solventarlas puede condicionar nuestras siguientes maternidades. Mastitis, ingurgitaciones y grietas dolorosas pueden dejar una huella en la mujer difícil de olvidar y hacer que rechace de pleno la lactancia materna con posterioridad. En este caso el sistema sanitario es culpable directo de esta problemática.
Derivados de una mala primera experiencia: Tener dificultades con la lactancia y que nadie nos ayude a solventarlas puede condicionar nuestras siguientes maternidades. Mastitis, ingurgitaciones y grietas dolorosas pueden dejar una huella en la mujer difícil de olvidar y hacer que rechace de pleno la lactancia materna con posterioridad. En este caso el sistema sanitario es culpable directo de esta problemática.
Económicos:
En tiempos de crisis como el actual, sin duda muchas mujeres tienen
que volver tempranamente al trabajo y eso afecta a la decisión de
amamantar y al mantenimiento de la lactancia, a pesar de que en
algunos casos, la factura de la farmacia y de la guardería puede
no compensar económicamente ni en términos de
bienestar familiar la vuelta temprana de la mujer al trabajo.
Habría que hacer muchos números para ver que opción es más
ventajosa para cada familia. Para amamantar de forma prolongada
es necesario que el establecimiento de la lactancia sea adecuado y
que la mujer tenga ayuda, pues ella sola no puede encargarse de todo:
de su bebé, de ella misma, del hogar... y si tiene que volver al
trabajo y tiene un horario extenso, el agotamiento puede llevarle a
abandonar la lactancia. Por eso es importante contar con una baja que
llegue por lo menos a los 6 meses que establece la OMS de plazo para
la lactancia materna exclusiva. El sistema económico actual y las
leyes no favorecen que las mujeres amamantemos y muchas deciden ni
siquiera intentarlo para luego no tener que dejarlo o se ven
abocadas a dejar una lactancia que puede ser deseada y gozosa por no
poder permanecer más tiempo junto a sus bebés, temen perder
su puesto de trabajo si piden una excedencia aunque se la puedan
permitir , debido a que las excedencias no están muy bien vistas
por muchos empresarios.
Problema de carácter emocional: En una ocasión una amiga me dijo que: “no todas
las mujeres podemos dar el pecho”. Ella lo había intentado pero lo
dejó al poco tiempo. Físicamente todas las mujeres podemos dar el
pecho, estamos diseñadas para ello. Existen muy pocas dificultades
físicas reales en la madre y en el niño que impidan efectivamente
amamantar y que no tengan solución. Una mala postura, un frenillo,
una mastitis se pueden corregir, sólo hay que buscar el origen del
problema y solucionarlo. Pero hay otros problemas más intangibles
que pueden hacer que la lactancia se nos haga cuesta arriba y que
queramos abandonarla o incluso ni siquiera iniciarla. Son
dificultades que tienen su origen en nuestro interior, en la visión
que tenemos de nosotras mismas, del mundo y de lo que nos han dicho
los demás que debemos hacer, como debemos ser y a lo que tenemos que
aspirar. Tienen que ver mucho con como nos criaron a nosotras mismas,
si nos dieron el pecho o no y hasta cuando. Con la relación que
tenemos con nuestro cuerpo, si nos gustamos o no. Con la manera de
relacionarnos con los demás, si es o no afectiva, si nos gusta que
nos cuiden o nos gusta más cuidar, si tenemos en alta estima nuestra
“libertad personal”, si no nos gusta demasiado que invadan
nuestro espacio vital, si rehusamos el contacto físico con otras
personas, etc.
Este último motivo para no dar el pecho es muy habitual. Aparece oculto tras disfraces variopintos, excusas a las que nos aferramos para no admitir que la crianza por el motivo que sea nos supera. Le echamos la culpa a la teta pero el origen del problema es más profundo, está mucho más dentro de nosotras.
Dar el pecho implica
entregarse completamente a ese ser diminuto que es nuestro hijo.
Implica dejarle hacerse con “el mando” temporalmente de nuestras
vidas, dejarle que el marque los ritmos y dejar nuestro cuerpo a su
entera disposición para satisfacer sus necesidades. Implica sentirse
necesitada y vital para otra persona, pasar a un segundo plano pero
ser indispensable. Obliga a estar pero sin tener el control del
tiempo ni el lugar. Y todo esto es difícil de asumir por muchas
mujeres. Mujeres que tienen una vida familiar, social y laboral
aparentemente normal. Mujeres que son buenas personas, cariñosas,
inteligentes, trabajadoras, responsables y bien organizadas, no
son capaces de integrar las necesidades de su bebé en su vida
diaria, se resisten al cambio, no soportan la falta de
horarios, el no tener el control del cuanto, el como y el donde. Tratan de poner distancia emocional con su bebé para no sufrir tanto
con la falta de certezas sobre lo que ocurre, como solucionarlo o
hasta cuando durará. Y en ese proceso de distanciamiento lo primero
es poner distancia física, negando el acceso del bebé a nuestro
cuerpo, sustituyéndonos por el biberón. Recuperamos así nuestro
cuerpo para nosotras y nos sentimos más tranquilas, sentimos que nos
hemos quitado un peso de encima. Pero es un espejismo, pues el lazo
está ahí y la responsabilidad también y durará toda la vida, sólo
conseguimos renunciar a una etapa muy bonita que podría habernos
aportado mucho en nuestro crecimiento como personas. Porque dar teta es mucho más que dar leche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario