miércoles, 17 de noviembre de 2010

JUGARRRR Y JUGAAARR...

Una de mis primeras entradas fue “Pasar el tiempo con los niños”. 
Retomo este tema y lo hago a modo de desahogo y con un título a ritmo de ranchera.
Llevo tres días en casa sola con mis niños todo el día porque el mayor está malito.
No está muy mal, pero si lo suficientemente incómodo como para que se quede en casa descansando y no vaya al cole.

Ya puestos en situación, os cuento como se desarrolla uno cualquiera de esos días:
Se despiertan a las siete y media, me paso media hora, como digo yo “tetificando”, es decir, dándole teta al Bubo. Después les doy de desayunar a ellos y le doy sus medicinas al mayor.
Me ducho y como estos minutos bajo el agua son los únicos momentos que voy a tener de intimidad y tranquilidad en todo el día, trato de alargarlos todo lo posible.
Y después, como decían en el Precio Justo: ¡a jugar!
  • A eso de la una, cuando nos hemos puesto a comer ya habíamos:
  • Visto dibujos en la tele.
  • Dibujado, coloreado y recortado.
  • Pintado macarrones y hecho un collar de ídem.
  • Hecho gelatina de fresa.
  • Jugado con globos.
Y todo esto fruto de mi imaginación y conmigo a su lado participando activamente, porque si me alejo de su lado se quedan quietos, no saben que hacer, parece que se quedan sin pilas, o lo que es peor se dedican a pelearse, pegarse y llorar.
Y yo realmente me agobio. Porque no puedo hacer nada que no sea estar con ellos.
Y no hablo de sentarme tranquilamente a leer un libro, si no de tan sólo recoger un poco esta leonera que tenemos por casa, o cocinar algo más elaborado que unas salchichas calentadas al microondas.

No saben jugar solos, ni entre ellos. Por eso me ha costado mucho encontrar una imagen con la que ilustrar este post. La única forma de que estén entretenidos y tranquilos sin mi, es viendo Bob Esponja o cualquier otro sucedáneo, pero claro, yo no quiero abusar de la televisión…
Mi madre me dice que “es a lo que les he acostumbrado”, pero yo no soy consciente de haber hecho tal cosa y ni mucho menos he tenido tal intención. Creo que me limito a dar respuesta a sus necesidades, aunque a veces sienta que no puedo más.
Creo también que es algo que depende de cada niño. Pregunto a otras mamás, que me dicen que sus hijos si que se entretienen solos bastante rato y me pregunto porque me ha tocado a mi la china. Puede que sea algo genético. Y si hay que echarle la culpa a alguien, voto porque sea a mi marido, porque yo nunca reclamé tanta atención cuando era pequeña. O a lo mejor si y no me acuerdo.

Ángel me prometió que cuando cumpliese 5, empezaría a jugar solo, pero pasa el tiempo, se va acercando ese día y no hay signos de que eso vaya a ocurrir.
Ahora están durmiendo la siesta ¡aleluya! Y cuando se levanten, quizá juguemos a los coches y a los dinosaurios… Se darán un largo baño y leeremos 3 o 4 cuentos antes de dormir. Y mañana se repetirá todo al igual que en “El día de la marmota”.
Me gustaría saber si hay más mamas a las que les pase lo mismo y que me contasen como se las apañan ellas, aunque sólo sea por eso que se dice de “mal de muchos…”

domingo, 14 de noviembre de 2010

LOS NIÑOS "FERALES" MOLESTAN

Niños ferales son aquellos que a temprana edad se pierden y sobreviven en el medio natural y terminan adoptando maneras más propias de los animales que de los seres humanos. Para entendernos, Tarzán sería un caso de niño feral. Son niños incapaces de volver a vivir entre humanos, respetando nuestras costumbres. Que sufren enclaustrados entre las cuatro paredes de una casa y ansían libertad para correr por la naturaleza y seguir sus instintos. Que no saben hablar porque no han tenido de quién aprender ni con quién conversar. Que comen con las manos pues no saben utilizar los cubiertos.Que hacen sus necesidades dónde y cuándo les viene en gana, sin utilizar el vater por supuesto. Son niños que saltan y gritan. Podríamos decir que no tienen modales, son niños “incivilizados”, sin educar.
Por momentos, nuestros niños parecen niños ferales.
Disfrutan corriendo y jugando y son todavía muy pequeños para comprender lo que son las normas. No entienden que significa “molestar a los demás” o “aquí no se puede”.
Ellos viven el ahora y no son capaces de anticipar las consecuencias de sus actos.
Hacen lo que les pide el cuerpo, que es experimentar y disfrutar de la vida.
En realidad, si el mundo contemplase las necesidades de la infancia, y no lo construyéramos exclusivamente para los adultos, nos daríamos cuenta de que en esencia todos los niños (no sólo los míos), son niños ferales y que no tiene nada de malo serlo. La feralidad es una etapa necesaria para el desarrollo de la persona, debemos respetar el tiempo feral y no limitar tanto la expresividad infantil, esperando que se comporten como adultos cuando todavía no lo son.
Los niños molestan porque son niños y se comportan como tal. No podemos esperar que se estén quietos y calladitos todo el rato, porque les es físicamente imposible hacerlo.
Y si, señores, los niños existen y tienen derecho a tener una vida social, conocer lugares, ver cosas. Aunque a veces se comporten como animalillos, no son perros que podamos dejar atados con una correa a la puerta, mientras los padres entramos en un sitio.
Hacen ruido, se les caen y rompen cosas, se ensucian y ensucian, corren y empujan,… pero no lo hacen para fastidiarnos, si no porque están aprendiendo a vivir, tienen mucha energía que gastar, poca maña y mucha mala suerte.
No creo que ahora los padres no sepamos educar o seamos más permisivos con ellos y se nos suban a la chepa. Creo que tenemos un mayor contacto con nuestros hijos, que existe una mayor confianza, y ellos se sienten más libres de hacer lo que quieren sin temor a perder nuestro cariño. Esto no quiere decir que no tengamos que decirles nunca nada, que no debamos ir enseñándoles determinadas cosas, pero deberíamos hacerlo sin olvidarnos de que siguen siendo niños y rebajar nuestras expectativas.
Es habitual escuchar a padres decir: “es que no me hace caso” y me pregunto si no será “antinatural” esperar que nos hagan ese caso. A lo mejor, a determinadas edades, no es que no quieran sino que no son capaces de “obedecer”. Tarde o temprano terminan asumiendo las normas de funcionamiento de la sociedad, pero no por imposición sino por imitación. De forma gradual, la feralidad va disminuyendo y deja al descubierto lo que siempre fueron: unas personas pequeñas.

viernes, 12 de noviembre de 2010

MAMAR ES UN PLACER...


El título de esta entrada se parece peligrosamente a una conocida canción de Sara Montiel, pero referido claro está, a un acto mucho más saludable que el fumar.

Todas las mañanas pienso en esto cuando “doy de desayunar” a Jesús en la cama.

Trato de ponerme en su piel, e imaginarme cómo debe sentirse, ahí abajo, en mi regazo, "amorrao" a la teta y calentito bajo el edredón.Y la conclusión que siempre saco, es que debe estar en la gloria.

Me pongo a pensar en una situación equivalente para un adulto y lo que me viene a la cabeza es lo siguiente: estar en la cama cómoda y calentita, abrazada a mi pareja y comiendo chocolate. ¿Dónde hay que firmar, oiga?

Jesús va a cumplir dos años en diciembre. No se sabe a ciencia cierta hasta qué edad es normal en el ser humano mamar, pero los estudios dicen que el destete suele producirse entre los dos y los siete años. Evidentemente, ya come de todo y no necesita la teta para sobrevivir, pero ¿y lo que disfruta él mamando?

A estas alturas y superadas las dificultades del principio, yo estoy más que acostumbrada a dar el pecho, no me supone ninguna molestia ni inconveniente, por lo que no tengo intención todavía de arrebatarle/arrebatarme este placer.

No tenemos fijada una fecha de caducidad para la lactancia, así que de momento seguiremos desayunando juntos en la cama.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

PARIR EN CASA

Yo tuve a mi primer hijo en un hospital y al segundo en casa. Y sabiendo ahora todo lo que sé a cerca del parto en España, siento que puse en peligro a mi niño yendo al hospital y dejándome hacer todo lo que allí nos hacen, sin informarnos ni pedirnos permiso. Yo era una embarazada sana, y él un bebé sano, hasta que entramos por la puerta del hospital. De hecho yo pasé una semana ingresada y él 10 días solito en la UCI sin mí, por culpa de la llamada “medicalización del parto”. Por eso decidí dar a luz a mi segundo hijo en casa. Porque en mi casa me sentía segura y en el hospital, no.
No soy una egoísta que pongo en peligro a mi hijo, soy una mujer culta y responsable que, después de mucho informarme, tomé la decisión que creía mejor, no sólo para mí, sino fundamentalmente para mi bebé.
Y dí a luz en mi hogar, sin encender ni una vela, ni una barrita de incienso.
Me da coraje cuando veo que, al hablar del parto en casa, la gente se queda en el tópico sin ir más allá, dando a entender que es una opción propia de hippies pasadas de tuerca.
También me da coraje cuando los profesionales argumentan que no se pueden hacer las cosas bien en el hospital, por falta de medios. Cuando para dar a luz no se necesita más que una mujer embarazada que está de parto. Yo no necesité ni gotero de oxitocina, ni epidural, ni silla de partos (ni mucho menos un potro), sólo mi tiempo y libertad para dar a luz como mi cuerpo me pedía.
Me apena cuando se habla desde el miedo, el miedo a lo que pueda pasar, cuando la mayor parte de las mujeres no son conscientes, y nunca se enterarán, de que los protocolos dificultan enormemente parir y que muchas veces las situaciones de riesgo han sido provocadas precisamente por aquellos a los que consideran sus salvadores.
Me indigna que se niegue la realidad y que se diga que sólo se actúa cuando es necesario, cuando en España damos tristemente la vuelta a las cifras y lo que debería ser un 10% de partos con dificultades y un 90% normales, termina sucediendo al contrario.
Me repatea el término “humanización del parto”, pues ha sido precisamente el ser humano el que ha convertido el parir y el nacer en una enfermedad, en un acto médico frío y mecánico. Como dice Michel Odent lo que hay que hacer es “mamiferar el parto”, darnos cuenta todos de una vez, que parir es un acto natural y fisiológico, que la mayoría de las veces transcurre con normalidad sin necesidad de ningún tipo de intervención ni ayuda externa, siempre que tenga lugar en un ambiente cálido, cómodo y en confianza.
Hay muy pocas mujeres que opten por el parto en casa desde el principio. La mayoría lo hace tras informarse muy bien de lo que ocurre en el hospital o tras haber vivido una primera experiencia traumática en él. Yo soy de las segundas y hay muchos casos como el mío. En realidad no optamos por parir en casa, sino que las circunstancias obligan, porque no podemos volver a parir en el hospital, seríamos incapaces de hacerlo, el miedo nos paralizaría. Esto debería llevar a los sanitarios a reflexionar sobre como llevan a cabo su trabajo.
No creo que tenga más hijos, pero si volviera a quedarme embarazada, volvería a dar a luz en casa. Y mientras nadie me demuestre que es posible parir en cualquier hospital sin prisas, sin malos modos y sin imposiciones, mi casa será siempre, para mí, el mejor sitio para parir.

lunes, 8 de noviembre de 2010

ELLOS Y EL LENGUAJE

A estas alturas me doy cuenta de que no he explicado quien es el “Bubo”.
El “Bubo” es Jesús. Así lo bautizó su hermano al poco de nacer, y con ese mote se ha quedado. Creíamos que era una deformación de la palabra “bebé”, pero resulta que la palabra Bubo existe y es la denominación taxonómica del Búho Real. Lo descubrimos estando de visita un día en el zoo. Y es curioso, porque cuando nació, Jesús llamaba la atención por sus enormes ojos redondos, que abría aún más si cabe en la oscuridad, asemejándose a un lemur o al susodicho búho.

Será simple casualidad, pero este no es más que un ejemplo del asombroso conocimiento innato que a veces Ángel demuestra tener y que da miedito.

Ángel es muy inteligente, tiene un uso del lenguaje increíble, un gran vocabulario y una dicción perfecta. Sabe encontrar la palabra adecuada para cada ocasión y si no la conoce se la inventa, construyendo así un nuevo idioma que terminamos compartiendo toda la familia: camas saltónicas (elásticas), choquetazos (accidente de coche), quemante (algo muy caliente), pinchudo (algo con punta), foguso y percuyo (insultos), bicho-helicóptero (libélula), motocoche (moto con 2 ruedas delante y una detrás)… son algunos de los términos que ha acuñado durante este tiempo.

Pero lo más alucinante es su capacidad de comprensión de lo que le rodea, sobre todo de las actitudes y comportamientos de los demás. De su hermano dice que “le interesa todo mucho”, cuando éste se para a contemplar cada colilla que encuentra tirada en el suelo de la calle, o “el Bubo quiere ser libre” cuando su hermano no quiere dar la mano o subirse al carrito. La última, que me hizo reír un montón, fue cuando tras hacer varios tiburones de plastilina sentenció que acababa de hacer una familia de “chan-chanes” (entiéndase “chan- chán” como la banda sonora de la película “Tiburón”). ; P

Jesús ya está diciendo sus primeras palabras: teta, papá, mamá, nene, keka (muñeca), Age (Ángel), chichi-palo, lado (helado), alán (flan), popa (Bob Esponja), Aja (Lady Gaga), pan, pollo, hola, adiós… y frases como: “el obo cha chocho” (el globo se ha roto) o su preferida últimamente: “¡cállate mamita!”.

Debe ser que el ansia porque hable me hace estar impaciente y me parece que avanza muy despacio, que no termina de arrancarse del todo. El pobre todavía no tiene ni dos años y ya quiero que me recite a Shakespeare. De momento estamos ensayando el cumpleaños feliz. Ya os contaré que tal lo canta cuando le toque soplar las velas.

jueves, 4 de noviembre de 2010

¡QUE NO OS SEPAREN!

Lo que más me apena cuando recuerdo el nacimiento de Ángel es pensar en el tiempo que pasó solito en la UCI. Sobre todo tras conocer lo perjudicial que es para la salud de un bebé recién nacido ser separado de su mamá. Y lo peor de todo es que no le pasaba nada. Nació con fiebre, la misma que me provoco a mí la epidural en el parto, pero los cultivos demostraron que no tenía infección alguna y según el informe de alta médica, a la media hora de nacer ya tenia una temperatura y respiración normales, por lo que lo más lógico hubiese sido que me lo hubiesen devuelto a mis brazos, de donde nunca debía haber salido.
Pero está claro que no siempre la lógica guía el comportamiento de los profesionales de la salud.
He leído hace poco que los recién nacidos son los que buscan con su mirada los ojos de sus madres, los que propician el encuentro y mantienen el contacto visual. Me imagino a Ángel buscando mis ojos sin encontrarlos, solito en la incubadora, extrañado echando en falta “algo”. Echándome en falta a mi.


El objetivo de esta entrada no es contaros la historia del nacimiento de Ángel, sólo quería decirles a todas las futuras mamás que:
  • Vuestro bebé sigue siendo vuestro, aunque estéis en el hospital y ya no lo llevéis en vuestro vientre.
  • Que es vuestra responsabilidad y vuestro deber velar por su salud y su bienestar.
  • Que no pueden llevárselo a ningún sitio, ni hacerle ninguna prueba, ni administrarle ninguna medicina o alimento sin vuestro consentimiento.
  • Que no os pueden prohibir estar con él mientras sea sometido a cualquier tipo de intervención.
  • Que tenéis derecho, por encima de las normas de funcionamiento del hospital, a acompañarle en todo momento durante su internamiento.
  • Que si no estáis en condiciones de atenderle, vuestras parejas tienen derecho a encargarse del bebé hasta que podáis hacerlo vosotras mismas.
  • Que en ningún sitio estará mejor vuestro bebé, que encima de vuestro pecho.
  • Que no descansareis mejor enviando a vuestro hijo al nido.
  • Que ninguna mamífera permite que le sea arrebatada su cría tras el parto, ninguna salvo la humana.
  • Que el mejor regalo que podéis hacer a vuestros hijos el día de su nacimiento es luchar por
    ¡QUE NO OS SEPAREN!