martes, 31 de agosto de 2010

MADRE DE DÍA Y DE NOCHE (2ª parte)


A todos los padres nos gustaría en algún momento que nuestros hijos tuviesen un botón de encendido y apagado. Sobre todo por la noche. Sería genial pulsar off y poder descansar 10 horas del tirón. Porque todos necesitamos descansar, pero si somos padres aún más, porque con niños alrededor hay días que son realmente agotadores. Pero es que además nuestra generación es la de: “habitación propia” con “cama propia” para dormir, distinta de la de nuestros padres, por supuesto. Y a parte de dormir solos, teníamos que dormir muchas horas y sin interrupciones. Acostarnos pronto aunque no tuviéramos sueño e intentar molestar lo menos posible por la noche.

Por eso ahora, cuando “devenimos padres” como diría Laura Gutman, nos sorprenden las “costumbres” de nuestros bebés respecto al sueño, porque no son las que nos “obligaron” a adoptar a nosotros nuestros padres. Y es que encima son incómodas, cansadas y frustrantes: “solo se duerme encima de mi y si lo suelto se despierta”, “en cuanto le saco la teta de la boca se pone a llorar”, “me paso horas y horas acunándole por la noche”… Como no nos mola el panorama decidimos que ese es un comportamiento anormal e indeseable y empezamos a luchar contra él y contra nuestro bebé para que se “reforme” y deje de pedir nuestra presencia cuando no nos apetece atenderle. Buscamos “ayuda” para esta tarea y encontramos libros que nos dicen como “amaestrar” a nuestro bebé para que se duerma solo y le dejamos llorar hasta que lo conseguimos. Y dormir, que debiera ser una actividad relajante y placentera, se convierte en un drama desagradable para todos.

Yo me estreso enormemente cuando mis hijos lloran por cualquier motivo e intento consolarles para que dejen de hacerlo, quizá egoístamente más por mi tranquilidad que por su bien, pues a lo mejor ellos necesitan en un momento determinado desahogarse llorando. Por eso no entiendo como se puede dejar llorar o hacer llorar a un bebé a propósito. Las madres estamos diseñadas para responder al llanto de nuestros bebés, la supervivencia de nuestra especie depende de que acudamos al grito de auxilio de nuestra cría para proporcionarle lo que necesite, ya sea comida, abrigo o compañía y no hacerlo nos cuesta casi una enfermedad.

Los primeros meses son duros pero todo pasa y aunque parezca increíble al principio, llega un día en que volvemos a dormir razonablemente bien. Mientras tanto es mejor olvidar todas las ideas preconcebidas que tuviésemos al respecto y tratar de adaptarnos a la situación como podamos. Yo misma estuve durmiendo varios meses con Jesús encima de mí, cruzado cual banda de “Miss”. Luego poco a poco aprendí a depositarlo con mucho cuidado a mi lado sin que se despertase y nunca lo pasó mal para conciliar el sueño. Siempre hay trucos para poder salir adelante sin que nadie sufra por el camino. La teta sin ir mas lejos, es el mejor somnífero que hay.

jueves, 26 de agosto de 2010

MADRE DE DÍA Y DE NOCHE


Un buen día, de repente, tomé consciencia de que cuando se es madre, una lo es tanto de día como de noche. Y aunque parece algo evidente, me costó llegar a esta conclusión, porque cuando era niña, de noche, mi madre no estaba.

Cuando nació Ángel, yo me quedé fatal física y emocionalmente y mi marido empezó a encargarse de cuidarle por las noches para que yo me recuperase. Total, no había podido darle el pecho y él podía enchufarle tranquilamente el biberón (la trampa del biberón…). Al final terminamos repartiéndonos las tareas: yo le cuidaba por el día y él por la noche. Parecía un buen acuerdo, total no todas las noches se despertaba y cuando lo hacía, él volvía a coger el sueño rápidamente, cosa que a mi me costaba más conseguir. Así también él se involucraba en la crianza (una idea políticamente correcta y muy de moda actualmente pero la mayor parte de las veces mal entendida). Además al niño le daría igual quien estuviese, con tal de que le atendiese alguien. Lo más probable es que muchas veces ni se enterase de quién le había puesto el chupete en la boca, si Mamá o Papá… Pero los bebés se enteran de todo. Y gracias a esa dedicación nocturna el niño está muy apegado a su padre. Es a él al que llama cuando tiene sed o se despierta con una pesadilla. Se siente seguro a su lado, sabe que él siempre está ahí, que nunca lo abandona, que no le deja solo especialmente en la oscuridad de la noche, mientras que Mamá...

Siento que pagué la novatada, me desentendí de una parte fundamental de la crianza por comodidad y desconocimiento, no me di al 100% y me arrepiento de ello.

Por eso en cuánto supe que estaba de nuevo embarazada, mandé la cuna al trastero, pues tenía claro que iba a dormir con este bebé desde el principio, que iba a ser madre a tiempo completo, pues mi responsabilidad no termina a las 9 de la noche, y las necesidades de los bebés no entienden de horarios.

martes, 24 de agosto de 2010

JUGANDO A SER MAMÁ


A Jesús le encantan los bebés, tanto los de verdad como los de mentira.
A los primeros los llama “nenes” y a los segundos “kekas”.
Le inspiran ternura y hace con ellos todo lo que yo hago con él: se muestra muy afectuoso, los cuida, los acuna, los abraza, los besa…y como no, les da teta.
Y yo, cuando le veo hacerlo, me derrito.
Cuando ha salido a pasear a “su bebé” con un carrito por la calle ha ido llamando mucho la atención, porque claro: es un niño, y la gente sigue pensando que eso de jugar con muñecas es exclusivo de las hembras.
Demuestra tener algo que podríamos definir como “instinto maternal” y creo que la teta tiene mucho que ver con esto. Es un niño al que le encanta el contacto físico, que me despierta todos los días con varios besos y que mientras mama me acaricia.
Me lo imagino cuidando de sus propios hijos y creo que puede llegar a hacerlo genial. Evidentemente, no va a poder darles el pecho, pero seguro que les brindará cariño, atención y compañía en abundancia.

domingo, 15 de agosto de 2010

¡SIN MANGUITOS!

Ángel con 4 añitos


Le llamamos cariñosamente “el pequeño inspector de riesgos laborales”. Y es que Ángel siempre ha sido muy prudente, o miedoso según se mire. Si él no se sentía seguro no había manera de convencerle de hacer algo. Nunca ha sido demasiado aventurero o atrevido. 




De pequeño estuvo yendo con su padre a “matronatación”. Pasó el tiempo y se convirtió en el mayor del grupo e incluso estuvo una temporada de “ilegal”, pues ese tipo de clases solo se dan hasta los dos años y él estuvo hasta pasados los tres disfrutando del agua junto a su padre. 


El monitor insistía en que debía comenzar a ir a clases de natación él solo, pero nosotros sabíamos que no estaba preparado y que si le forzábamos lo iba a pasar mal (al igual que el resto de los niños que se pasaban las clases muertos de miedo y llorando…). 

Con cuatro años comenzó el verano utilizando un chaleco salvavidas, y llamaba la atención porque por su tamaño parece un niño mucho más mayor de lo que realmente es. Al poco pasó a los manguitos, pero se metía en la piscina bajando por las escaleras y ni loco metía la cabeza debajo del agua. Yo le decía que parecía una “viejuna” (con todos mis respetos a esas señoras que van a la piscina recién salidas de la peluquería y se disgustan cuando los niños las salpican…) y a él le hacía gracia que le llamase así. 

Con 6 añitos...

Un día intenté sobornarle para que saltara y funcionó, así que tuve que comprarle un chupa-chups de esos gigantes que venden en las tiendas del aeropuerto. En las vacaciones hice lo mismo para que se tirase por unos toboganes de agua. Se tiró y no fue necesario que cumpliese mi promesa, pues la mayor recompensa para él fue lo bien que se lo pasó tirándose por los susodichos toboganes. 


A la vuelta le expliqué que para aprender a nadar los niños suelen probar primero quitándose un manguito y después el otro. Lo probó y le encantó. Evidentemente todavía no sabía nadar, pero se mantenía a flote y buceaba bastante bien. Los manguitos sólo se los ponía cuando estaba solo en el agua porque ante todo es y siempre será un chico precavido.Y todo sin gastarnos dinero en ello y sobre todo sin obligarle en ningún momento. Durante el invierno siguiente empezamos a llevarle a natación para que aprendiese a nadar correctamente, más que nada por su seguridad y nuestra tranquilidad.

Creo que “mis pequeños empujoncitos” en forma de recompensa surtieron efecto porque él se sentía preparado para hacerlo, si no fuese así, aunque le hubiese prometido la luna no me habría hecho el menor caso. Y es que al final todo llega, sólo hay que esperar y respetar el carácter y los ritmos de cada niño. 

Eso si, también creo que es importante la constancia y la perseverancia para conseguir que los niños superen su miedo al agua. Hay que llevarles a la piscina desde bien pequeños (cuanto antes mejor) e insistir en que se bañen, con compañia y cariño pero sin desistir. Pues si a la primera que lloran, se quejan o te dicen que no, tiramos la toalla, nos condenamos todos a un verano en secano, y eso para mi no es un buen verano.

Ángel con 10 añazos!!!

miércoles, 11 de agosto de 2010

PASAR EL TIEMPO CON LOS NIÑOS


Me siento culpable y avergonzada de decirlo en voz alta pero voy a hacerlo de todas maneras: NO ME GUSTA JUGAR o quizá es que no se hacerlo. Puede ser que lo que no se me da bien es compartir mi tiempo con otros, porque pasé una infancia solitaria y a su vez nadie jugó conmigo, por lo que puede que nunca haya aprendido a jugar con los demás. En mi defensa puedo decir que no soy una niña y que como es normal prefiero dedicarme a cosas de adultos.

Mis niños no usan sus juguetes y eso que tienen un montón, pues todo el mundo se empeña en demostrarles su afecto llenando nuestra casa de cachivaches. Sólo muestran interés por el juguete en cuestión que tiene su hermano en ese momento, lo que deriva en peleas y llantos por su posesión. Pero en cuánto consiguen arrebatárselo al contrario, lo dejan tirado en un rincón.

Mis niños no tienen una habitación para jugar a la que poder mandarles para obtener un rato de tranquilidad. La casa es toda suya, pululan libremente por ella y el lugar donde prefieren estar es siempre donde estamos nosotros en ese momento, incluido el cuarto de baño mientras hacemos nuestras necesidades.

Mis niños prefieren la compañía adulta a la de otros niños, especialmente la de nosotros, sus padres. Quieren estar con nosotros, que juguemos con ellos o en su defecto que les miremos mientras juegan. Y observar como encestan sus primeras 10 canastas es emocionante pero a partir de la número 51 el tema empieza a cansar.

Mis niños madrugan mucho. Da igual que sea invierno o verano, día laborable o festivo,… ellos a las ocho u ocho y media están en pie, por lo que son muchas horas las que hay que rellenar con actividades que les suelen entretener una media de 6 o 7 minutos.

Mis niños no aceptan órdenes ni directrices sobre a que o como jugar, son ellos los que nos “enseñan” a nosotros como se hacen las cosas y se enfadan mucho si no jugamos como ellos creen oportuno hacerlo.

Por todo esto hay días que se me hacen eternos. Sobre todo aquellos en los que estamos solos, que son la inmensa mayoría. Porque satisfacer una sola persona las necesidades de aprendizaje y de experimentación de varios niños a la vez, es complicado. Y es que somos seres sociales, mamíferos que deberíamos vivir en manadas, porque compartiendo el tiempo con otros no habría cabida para el aburrimiento.

Así que ocurre que se me agotan las ideas, la paciencia y el buen humor. Me he vuelto una “artista”: hago manualidades de todo tipo e incluso les maquillo la cara (al mayor porque el pequeño no se deja…). ¡Quien lo iba a decir! ¡Yo que sacaba sobresaliente en todo excepto en plástica! Una hace lo que puede y para muestra un botón…

NIÑO EN LA TETA, CHUPA-CHUPS EN LA BOCA


No es la primera vez que me pasa - y supongo que tampoco será la última - que me encuentro sin saber como ni cuando, con un chupa-chups en la boca y a Jesús en mis brazos mamando. Evidentemente el chupa-chups no es mío si no de él, quién en un determinado momento decide que prefiere mi tetita y la leche que de ella brota frente a su chuchería. Y para que negarlo, es algo que me halaga.

Él nunca ha querido usar chupete aunque yo se lo ofrecí en muchas ocasiones. Supongo que pensaría: “para que quiero yo esto, si tengo el pezón calentito y amoroso de mamá”. Pero hubo una temporada que se dedicó a jugar con él. Recuerdo una noche que estaba con él en la boca, yo le enseñé el pecho porque era hora de dormir y él se sacó el chupete de la boca, lo lanzó por los aires y se abalanzó sobre mí. Su reacción me encantó y la recuerdo con una sonrisa en los labios.

Estas son algunas de las muchas anécdotas que estoy viviendo con la lactancia. Detalles llenos de ternura que me hacen sentir bien y que me demuestran que dar el pecho es mucho más que alimentación, es sobre todo cariño y cercanía.

Por cierto, que estoy comiendo ahora más chupa-chups que en toda mi vida ; )