jueves, 26 de agosto de 2010

MADRE DE DÍA Y DE NOCHE


Un buen día, de repente, tomé consciencia de que cuando se es madre, una lo es tanto de día como de noche. Y aunque parece algo evidente, me costó llegar a esta conclusión, porque cuando era niña, de noche, mi madre no estaba.

Cuando nació Ángel, yo me quedé fatal física y emocionalmente y mi marido empezó a encargarse de cuidarle por las noches para que yo me recuperase. Total, no había podido darle el pecho y él podía enchufarle tranquilamente el biberón (la trampa del biberón…). Al final terminamos repartiéndonos las tareas: yo le cuidaba por el día y él por la noche. Parecía un buen acuerdo, total no todas las noches se despertaba y cuando lo hacía, él volvía a coger el sueño rápidamente, cosa que a mi me costaba más conseguir. Así también él se involucraba en la crianza (una idea políticamente correcta y muy de moda actualmente pero la mayor parte de las veces mal entendida). Además al niño le daría igual quien estuviese, con tal de que le atendiese alguien. Lo más probable es que muchas veces ni se enterase de quién le había puesto el chupete en la boca, si Mamá o Papá… Pero los bebés se enteran de todo. Y gracias a esa dedicación nocturna el niño está muy apegado a su padre. Es a él al que llama cuando tiene sed o se despierta con una pesadilla. Se siente seguro a su lado, sabe que él siempre está ahí, que nunca lo abandona, que no le deja solo especialmente en la oscuridad de la noche, mientras que Mamá...

Siento que pagué la novatada, me desentendí de una parte fundamental de la crianza por comodidad y desconocimiento, no me di al 100% y me arrepiento de ello.

Por eso en cuánto supe que estaba de nuevo embarazada, mandé la cuna al trastero, pues tenía claro que iba a dormir con este bebé desde el principio, que iba a ser madre a tiempo completo, pues mi responsabilidad no termina a las 9 de la noche, y las necesidades de los bebés no entienden de horarios.

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