A todos los padres nos gustaría en algún momento que nuestros hijos tuviesen un botón de encendido y apagado. Sobre todo por la noche. Sería genial pulsar off y poder descansar 10 horas del tirón. Porque todos necesitamos descansar, pero si somos padres aún más, porque con niños alrededor hay días que son realmente agotadores. Pero es que además nuestra generación es la de: “habitación propia” con “cama propia” para dormir, distinta de la de nuestros padres, por supuesto. Y a parte de dormir solos, teníamos que dormir muchas horas y sin interrupciones. Acostarnos pronto aunque no tuviéramos sueño e intentar molestar lo menos posible por la noche.
Por eso ahora, cuando “devenimos padres” como diría Laura Gutman, nos sorprenden las “costumbres” de nuestros bebés respecto al sueño, porque no son las que nos “obligaron” a adoptar a nosotros nuestros padres. Y es que encima son incómodas, cansadas y frustrantes: “solo se duerme encima de mi y si lo suelto se despierta”, “en cuanto le saco la teta de la boca se pone a llorar”, “me paso horas y horas acunándole por la noche”… Como no nos mola el panorama decidimos que ese es un comportamiento anormal e indeseable y empezamos a luchar contra él y contra nuestro bebé para que se “reforme” y deje de pedir nuestra presencia cuando no nos apetece atenderle. Buscamos “ayuda” para esta tarea y encontramos libros que nos dicen como “amaestrar” a nuestro bebé para que se duerma solo y le dejamos llorar hasta que lo conseguimos. Y dormir, que debiera ser una actividad relajante y placentera, se convierte en un drama desagradable para todos.
Yo me estreso enormemente cuando mis hijos lloran por cualquier motivo e intento consolarles para que dejen de hacerlo, quizá egoístamente más por mi tranquilidad que por su bien, pues a lo mejor ellos necesitan en un momento determinado desahogarse llorando. Por eso no entiendo como se puede dejar llorar o hacer llorar a un bebé a propósito. Las madres estamos diseñadas para responder al llanto de nuestros bebés, la supervivencia de nuestra especie depende de que acudamos al grito de auxilio de nuestra cría para proporcionarle lo que necesite, ya sea comida, abrigo o compañía y no hacerlo nos cuesta casi una enfermedad.
Los primeros meses son duros pero todo pasa y aunque parezca increíble al principio, llega un día en que volvemos a dormir razonablemente bien. Mientras tanto es mejor olvidar todas las ideas preconcebidas que tuviésemos al respecto y tratar de adaptarnos a la situación como podamos. Yo misma estuve durmiendo varios meses con Jesús encima de mí, cruzado cual banda de “Miss”. Luego poco a poco aprendí a depositarlo con mucho cuidado a mi lado sin que se despertase y nunca lo pasó mal para conciliar el sueño. Siempre hay trucos para poder salir adelante sin que nadie sufra por el camino. La teta sin ir mas lejos, es el mejor somnífero que hay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario