Me
he convertido en tía por primera vez y por primera vez he vivido el
parto de un familiar, un parto de una persona muy cercana y querida,
de alguien de mi sangre que conozco desde que nació y que para mi es
casi como una hija. Y lo he pasado mal porque mi hermana tuvo mala
suerte y el parto se complicó. Porque a pesar de haberse informado,
de saber lo que quería y de estar rodeada de profesionales
respetuosos, el parto no fue fácil, mi hermana sufrió y yo sufrí
con ella.
Fueron
muchas horas de incertidumbre, demasiadas. Cada hora sin noticias era
una hora de angustia. Por la noche me despertaba cada dos por tres
para mirar el móvil, esperando ver una foto de mi sobrina, su
primera foto que nunca llegaba. Por el día no llamaba para no
molestar aunque me moría por saber. Un parto rápido no es sinónimo
de parto bueno, un parto largo tampoco es sinónimo de parto malo.
Pero cuando las circunstancias son óptimas (había llegado al
hospital bastante dilatada y la atención recibida era adecuada) no
es habitual que el parto se alargue tanto. Todo era óptimo menos la
postura del bebé que venía en posterior y aunque puede darse a luz
con el bebé así colocado, el parto suele ser más duro y doloroso.
Hablé
con ella cuando estaba de 9 cm. Ya no quedaba nada, o al menos eso
creíamos o esperábamos todos. Tenía miedo. Intenté animarla, no
sé si lo conseguí.
No
me avergüenzo si no que me sorprendo de haber llegado a pensar y
hacer cosas que van en contra de mi filosofía respecto a los partos.
Quería que el parto terminase de una vez, me mataba la espera. Y
terminé presentándome en el hospital, no se sabe exactamente para
que, porque poco iba a poder hacer yo para ayudar. Sólo sabía que
necesitaba estar cerca, por si quería verme, por si terminaban
haciéndole una cesárea y no dejaban entrar a su pareja poder
acompañarle en la espera...
Llegué
al hospital a las 19:35 y el bebé nació a las 19:44. Por fin llegó
la tan ansiada foto. Suspiros de alivio y lágrimas de emoción. No
pude verlos ese día pero me fui de allí más tranquila.
Las
dos están bien. La niña es preciosa. La atención fue excelente.
Pero queda la experiencia del dolor y el miedo experimentados durante
el proceso que no hay que obviar. También quedan las expectativas
frustradas del parto soñado que no fue. Mi hermana sabe que puede
contar conmigo para desahogarse y soltar todo lo que tenga dentro.
Pero queda sobre todo la fuerza que demostró y el amor de su pareja
acompañándola en esos momentos tan duros y a la vez tan bonitos que
nunca olvidarán.
Esta
experiencia me ha acercado un poco más a los profesionales
sanitarios que atienden partos porque he podido experimentar su
miedo, ese miedo que puede hacerles tomar la calle de en medio para
terminar el proceso cuanto antes (cosa que agradezco que no hicieran
quienes atendieron a mi hermana). Pero también me aleja de aquellos
que siguen complicando los partos innecesariamente, provocando ellos
las complicaciones gratuitamente con su inadecuada atención. Pues si
es tremendo pasar por un parto malo, podemos imaginar la indignación
de las mujeres que descubren que su parto fue así no por la suerte
si no por una mala atención.
Ahora le toca a mi hermana disfrutar de la maternidad, de la teta y los cambios de pañales
nocturnos... Espero poder ser de más ayuda a mi hermana durante esta
etapa y darles a las dos todos los achuchones que tengo guardados
para ellas. Os quiero mucho, princesas!
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