lunes, 19 de agosto de 2013

MOTIVOS PARA UNA INNE-CESÁREA, O COMO NOS ROBAN EL PARTO

Escribo hoy para volcar aquí los sentimientos de indignación que me despiertan sentencias falsas como la del Sr. Dexeus, dichas en el artículo: “La OMS reclama partos con menos cesáreas” de Zoom News, que insiste, al igual que lo hacen otros muchos, en que en España, cesáreas hay las justas y necesarias: "La cesárea en nuestro país no se hace, en ningún caso, por comodidad del médico o del hospital, sino por criterios estrictamente científicos,…”.

Este señor miente, y así lo demuestran los relatos de las mujeres, que cuentan tras su cesárea la razón que la motivó, y que en muchísimos casos no fue para nada un criterio científico.

Escribo a continuación algunos de los motivos más habituales que llevan a la mayor parte de las cesáreas de nuestro país, motivos no científicos y que por tanto no son justificables y si fácilmente evitables.
  • Si te programaron cesárea, por cesárea previa, por nalgas,  por miopía, u otro motivo bizarro no avalado por estudios fiables y actualizados, te robaron tu parto.
  • Si te indujeron el parto: por “pasarte de fecha”, porque el niño venía grande, aunque luego no lo fue tanto..., o porque salías de cuentas en navidades, y "para que esperar y fastidiar las fiestas a la familia, si el niño ya está todo formadito", etc. y la inducción no prosperó, te robaron tu parto.
  • Si tu parto terminó en cesárea porque el niño sufría debido a la oxitocina que te pusieron, sin que la pidieras ni necesitaras, te robaron tu parto.
  • Si terminaste en cesárea porque el niño no bajaba, debido a que pasaste toda la dilatación tumbada y no te dejaron moverte, te robaron tu parto.
  • Si tuviste una cesárea porque no te dejaron tiempo suficiente en el expulsivo porque había cambio de turno, o hubieras necesitado ponerte en otra postura para ayudar al niño a rotar, pero te obligaron a estar en el potro, te robaron tu parto.
Aquí se pueden consultar los motivos verdaderos para indicar una cesárea. Si te hicieron una cesárea por cualquier otro motivo distinto a los que aparecen en esta lista, te robaron tu parto.

Portada del libro de la editorial ObStare
Si, señoras, nos roban los partos. Aunque no seamos conscientes de ello. Aunque no lo queramos reconocer y suframos un síndrome de Estocolmo, que nos lleve incluso a adorar al médico/ladrón que supuestamente nos salvó la vida a nosotras y a nuestros bebés. A pesar de que el niño esté “bien”, sonrosado y con la cabeza redondita y de que nuestra suegra esté encantada con su nieto y le de igual por donde haya salido. A pesar de que la vecina del 5º le quite hierro al asunto, diciendo que ella también pasó por lo mismo y “no fue para tanto”. A pesar de lo que nos diga el médico y de que nosotras queramos confiar ciegamente en su explicación, en el fondo sabemos que nos han timado. Sabemos que si nos hubieran dejado, habríamos dado a luz a nuestros hijos divinamente.

Muchas mujeres tratan de no pensar en ello, no darle importancia y seguir adelante como si nada.
Otras luchan para que eso no les vuelva a pasar, ni a ellas, ni a nadie más.


¿Te robaron tu parto? ¿Qué piensas hacer al respecto?




domingo, 4 de agosto de 2013

10 COSAS QUE ME HA DADO LA LACTANCIA MATERNA

Soy lactivista, y no lo soy solo de mente, por haber leído mucho a cerca de la lactancia materna, o de corazón, por haber dado pecho durante más de cuatro años. Soy lactivista porque también he dado biberón. Tengo dos hijos, y he vivido las dos cosas y por eso tengo la posibilidad de compararlas en primera persona y poder sacar mis propias conclusiones. Para mí, la crianza con teta, ha sido mucho más fácil y placentera que con biberón, y por ese motivo “egoísta”, recomendaría la lactancia a todas las mamás, porque puede tener algún “inconveniente”, pero son muchas más sus ventajas.

Reflexionando a cerca de lo que me ha aportado durante este tiempo la lactancia, he elaborado esta lista de 10 cosas. Estas son las 10 primeras palabras que me han venido a la mente, al pensar en este tiempo de teta compartida con mi hijo:

Energía y paciencia. ¿Despertarme yo por la noche varias veces, incluso cada hora? ¿Yo que los fines de semana en mi juventud, podía dormir fácilmente 12 horas del tirón y además echarme la siesta después de comer? Y lo más importante ¿Hacerlo de buena gana? Pues si. Durante meses dormí poco y mal, pues nunca fui capaz de amamantar mientras dormía. Me despertaba para cada toma, pero lo hacía con buena disposición. No diré que me gustase hacerlo, pero me acostumbré a ello y no resultó tan duro como me imaginaba. Y creo que es porque cuando amamantas no sólo das, también recibes. Recibes hormonas que te hacen sentirte bien, a pesar del sueño y el cansancio. De esto hablé hace tiempo en este post.

Conexión. Llamémoslo vínculo, apego o como queramos. No pretendo decir que sin teta no pueda existir, digo que con teta es más fácil de construir. Porque el vínculo se crea a base de contacto, y es evidente que con la teta el contacto es continuo y abundante. Hablo de una conexión mutua, y no sólo a nivel emocional si no a nivel práctico. Me ha resultado bastante más fácil (de nuevo esta palabra), saber que quería o necesitaba mi segundo hijo que el primero. Quizá porque he estado más tiempo real a su lado y le he llegado a conocer mejor. Y sin duda, es evidente que para él soy alguien muy especial, lo más importante de su mundo (hasta que se eche novia, claro), cosa que no ocurre con mi primogénito.

Herramientas. Es un hecho. Quien ha amamantado sabe que la teta es el mejor invento que existe para la crianza. Debe ser porque es el invento más antiguo, el original, y todo lo demás, son burdas imitaciones, empezando por el consabido chupete. La teta sirve de alimento, de consuelo y de somnífero. Lo único que le falta es la capacidad de cambiar pañales, con eso, ya sería la perfección absoluta.

Agobio. Para que nadie me acuse de exagerar las bondades de la lactancia, de ser poco objetiva y ocultar sus “peros”, aquí viene la única palabra negativa que he conseguido asociar al hecho de dar el pecho. Agobio por no saber si lo estaba haciendo bien, agobio por las obstrucciones recurrentes, agobio porque sólo se durmiese a la teta, porque rechazase vehementemente el chupete y en definitiva por sentirme imprescindible para él, porque era mucha responsabilidad y en parte (y solo durante unos pocos meses) me restaba gran parte de mi libertad individual. Éramos un pack indivisible, como los de las natillas que no te dejan romper en el supermercado, y hasta que te acostumbras a ello es difícil de llevar. Cuando te acostumbras, ha empezado a andar y corre loco por la calle sin querer si quiera darte la mano…

Tranquilidad. Aunque resulte contradictorio con el término anterior, la lactancia termina aportándote mucha tranquilidad. Porque sabes que tu hijo está nutrido e hidratado con tu mera presencia. Llevas encima siempre todo lo que él necesita, (menos el pañal de repuesto, eso nunca hay que olvidárselo). ¿Que no le gusta lo que hay de comer, o no le apetece comer ahora? No hay problema. Cuando quiera, ya le daré teta. Recuerdo un verano, cuando tenía año y medio, que tuvo una gastroenteritis muy fuerte. Sólo tomaba teta, continuamente, y estoy segura de que eso le salvó de la deshidratación y de tener que ser ingresado en el hospital.



Satisfacción. Recuerdo también que cuando tenía cuatro meses y pico le empezó a salir su primer diente. Por la noche, sentí cuando mamaba unos pellizquitos. Al día siguiente, le metí el dedo en la boca y noté el piquito del diente asomando por la encía y me emocioné como una tonta . De repente, me vi pensando que ahí estaba mi hijo, creciendo, y que era gracias a mí.  Yo era quien le alimentaba con mi cuerpo y sentí una mezcla de asombro y orgullo a partes iguales.

Cariño. Una mano pequeñita y morena sobre mi pecho lechoso. Unos ojos grandes como los de un búho o un lemur mirándome con devoción. Unas caricias en la cara o un “Mamá, eres la mejor madre del mundo”, me llenan el corazón de amor y el estómago de mariposas, como cuando de adolescentes nos enamorábamos de un compañero de clase. Puede que mi hijo sea cariñoso por naturaleza, y lo hubiese sido igual de haber tomado leche de fórmula, pero creo que el tenerme siempre cerca dándole mimos, ha ayudado a que él sea una persona a la que le guste el contacto con otros y sea capaz de expresar sus sentimientos físicamente.

Compañía. Me dice una amiga que el día de la lactancia materna es todos los días, las 24 horas del día, y tiene toda la razón. Con un bebé lactante nunca se está sola. Bueno, miento. Muchas mujeres lactantes nos sentimos solas, a pesar de tener a nuestro bebé continuamente pegado a nuestro cuerpo, porque pasamos mucho tiempo sin la compañía de otro adulto. En nuestra sociedad es complicado compaginar la lactancia con la vida social y las mamás nos ahogamos añorando lo que hacíamos antes, en lugar de disfrutar con la presencia de nuestro bebé.

Consciencia. Dar el pecho a demanda, sobre todo durante los primeros meses, me ha servido para tomar consciencia de mis carencias, sobre todo a nivel emocional. Estar a disposición de otra persona, que alguien te necesite y dependa de ti continua y completamente es un gran desafío, que pone a prueba la resistencia de cualquiera. Supone darte enteramente, aunque sea sólo de manera temporal, y eso a quienes poco hemos recibido cuando nuestra personalidad estaba en formación, nos puede costar un triunfo. La lactancia me ha hecho crecer personalmente y darme cuenta de lo importante que es cuidar la infancia, para poder querernos y querer y cuidar a los demás cuando somos adultos.

jueves, 1 de agosto de 2013

SE ACABÓ



Y no me refiero a la famosa canción de María Jiménez. Se acabó para mi y mi hijo la maravillosa experiencia de la lactancia. Ya se estaba viendo venir desde hace tiempo, pero he tomado consciencia hace pocos días. Y no hay mejor momento que este, justo ahora que se celebra la Semana Mundial de la Lactancia, para darle a mi lactancia una bonita despedida, escribiendo sobre ello.

Han sido cuatro años y 7 meses más o menos de amor, complicidad y caricias compartidas. A partir de ahora, seguiremos dándonos cariño mutuamente, aunque de otra manera.

El comienzo no fue fácil, hubo algunas complicaciones y mucha inseguridad por mi parte. Estaba convencida de querer hacerlo, de que era lo mejor, pero me faltaba confianza en mi misma, y mi capacidad para amamantar. Pero no me faltó el apoyo y los consejos de muchas personas, gracias a los cuales conseguimos vencer los obstáculos y seguir el camino que nos trajo hasta aquí. Aprovecho este post para agradecer personalmente a todos esos ángeles, que estuvieron a mi lado, de una u otra manera, para ayudarnos a mi hijo y a mi a no tirar la toalla:
A Claudia Pariente e Ibone Olza que vinieron a verme a casa, recién parida, para decirme que lo estaba haciendo estupendamente.
A Tuty García Modoro y Choni Gómez, por escucharme, darme ánimos y confianza.
A todas las chicas de La Liga de La Leche, por existir, y especialmente a Yrene Domínguez y Araceli Pérez, por sus reuniones en el Centro Cultural San José de Calasánz.
A Helena Herrero por guiarme hasta mi “salvador”: Juan Miguel Rodriguez, cuyos polvitos mágicos me acompañaron durante mucho tiempo.
Y finalmente a todas las chicas de El Parto es Nuestro, a quienes vi por primera vez amamantar con total naturalidad a bebés y no tan bebés, y que han sido, y serán para mí, siempre una referencia, tanto en este tema como en muchos otros.

Todo lo que he vivido y aprendido de la lactancia, y a través de la lactancia, daría para un libro entero, libro que he pensado muchas veces en escribir. Son muchas las anécdotas que he vivido, las sensaciones que he experimentado, demasiadas para resumirlas en una sola entrada. Esto me recuerda que tengo que escribir más en mi blog, y plasmarlas aquí, para evitar así que se me olviden. Cómo por ejemplo le olía a mi bebé el pis a cocido de mi madre, como me agobiaba que no quisiera el chupete y solo se durmiera al pecho, como se desbiberonó a los 5 meses y lo bonito que se le veía desde arriba, cuando me miraba con ojos pícaros mientras comía.

Lo echaré de menos, sin duda. Dar el pecho me ha hecho mucho bien, tanto física como emocionalmente. Me ha hecho sentir importante y querida como nunca antes me había sentido. Es sin duda una experiencia increible que recomiendo a todo el mundo.  ¡Viva la teta!