Reflexionando a cerca de lo que
me ha aportado durante este tiempo la lactancia, he elaborado esta lista de 10
cosas. Estas son las 10 primeras palabras que me han venido a la mente, al
pensar en este tiempo de teta compartida con mi hijo:
Energía y paciencia. ¿Despertarme yo
por la noche varias veces, incluso cada hora? ¿Yo que los fines de semana en mi
juventud, podía dormir fácilmente 12 horas del tirón y además echarme la siesta
después de comer? Y lo más importante ¿Hacerlo de buena gana? Pues si. Durante
meses dormí poco y mal, pues nunca fui capaz de amamantar mientras dormía. Me
despertaba para cada toma, pero lo hacía con buena disposición. No diré que me
gustase hacerlo, pero me acostumbré a ello y no resultó tan duro como me
imaginaba. Y creo que es porque cuando amamantas no sólo das, también recibes.
Recibes hormonas que te hacen sentirte bien, a pesar del sueño y el cansancio.
De esto hablé hace tiempo en este post.
Conexión. Llamémoslo vínculo, apego o
como queramos. No pretendo decir que sin teta no pueda existir, digo que con
teta es más fácil de construir. Porque el vínculo se crea a base de contacto, y
es evidente que con la teta el contacto es continuo y abundante. Hablo de una
conexión mutua, y no sólo a nivel emocional si no a nivel práctico. Me ha
resultado bastante más fácil (de nuevo esta palabra), saber que quería o
necesitaba mi segundo hijo que el primero. Quizá porque he estado más tiempo
real a su lado y le he llegado a conocer mejor. Y sin duda, es evidente que
para él soy alguien muy especial, lo más importante de su mundo (hasta que se
eche novia, claro), cosa que no ocurre con mi primogénito.
Herramientas. Es un hecho. Quien ha
amamantado sabe que la teta es el mejor invento que existe para la crianza. Debe ser
porque es el invento más antiguo, el original, y todo lo demás, son burdas
imitaciones, empezando por el consabido chupete. La teta sirve de alimento, de
consuelo y de somnífero. Lo único que le falta es la capacidad de cambiar
pañales, con eso, ya sería la perfección absoluta.
Agobio. Para que nadie me acuse de
exagerar las bondades de la lactancia, de ser poco objetiva y ocultar sus
“peros”, aquí viene la única palabra negativa que he conseguido asociar al
hecho de dar el pecho. Agobio por no saber si lo estaba haciendo bien, agobio
por las obstrucciones recurrentes, agobio porque sólo se durmiese a la teta,
porque rechazase vehementemente el chupete y en definitiva por sentirme
imprescindible para él, porque era mucha responsabilidad y en parte (y solo
durante unos pocos meses) me restaba gran parte de mi libertad individual. Éramos
un pack indivisible, como los de las natillas que no te dejan romper en el
supermercado, y hasta que te acostumbras a ello es difícil de llevar. Cuando te
acostumbras, ha empezado a andar y corre loco por la calle sin querer si quiera
darte la mano…
Tranquilidad. Aunque resulte
contradictorio con el término anterior, la lactancia termina aportándote mucha
tranquilidad. Porque sabes que tu hijo está nutrido e hidratado con tu mera
presencia. Llevas encima siempre todo lo que él necesita, (menos el pañal de
repuesto, eso nunca hay que olvidárselo). ¿Que no le gusta lo que hay de comer,
o no le apetece comer ahora? No hay problema. Cuando quiera, ya le daré teta.
Recuerdo un verano, cuando tenía año y medio, que tuvo una gastroenteritis muy
fuerte. Sólo tomaba teta, continuamente, y estoy segura de que eso le salvó de
la deshidratación y de tener que ser ingresado en el hospital.
Satisfacción. Recuerdo también que
cuando tenía cuatro meses y pico le empezó a salir su primer diente. Por la
noche, sentí cuando mamaba unos pellizquitos. Al día siguiente, le metí el dedo
en la boca y noté el piquito del diente asomando por la encía y me emocioné como una tonta . De repente, me vi pensando que ahí estaba mi hijo, creciendo, y
que era gracias a mí. Yo era quien le alimentaba con mi cuerpo y sentí una
mezcla de asombro y orgullo a partes iguales.
Cariño. Una mano pequeñita y morena
sobre mi pecho lechoso. Unos ojos grandes como los de un búho o un lemur
mirándome con devoción. Unas caricias en la cara o un “Mamá, eres la mejor
madre del mundo”, me llenan el corazón de amor y el estómago de mariposas, como
cuando de adolescentes nos enamorábamos de un compañero de clase. Puede que mi
hijo sea cariñoso por naturaleza, y lo hubiese sido igual de haber tomado leche
de fórmula, pero creo que el tenerme siempre cerca dándole mimos, ha ayudado a
que él sea una persona a la que le guste el contacto con otros y sea capaz de
expresar sus sentimientos físicamente.
Compañía. Me dice una amiga que el día
de la lactancia materna es todos los días, las 24 horas del día, y tiene toda la razón. Con un bebé
lactante nunca se está sola. Bueno, miento. Muchas mujeres lactantes nos
sentimos solas, a pesar de tener a nuestro bebé continuamente pegado a nuestro
cuerpo, porque pasamos mucho tiempo sin la compañía de otro adulto. En nuestra
sociedad es complicado compaginar la lactancia con la vida social y las mamás
nos ahogamos añorando lo que hacíamos antes, en lugar de disfrutar con la
presencia de nuestro bebé.
Consciencia. Dar el pecho a demanda,
sobre todo durante los primeros meses, me ha servido para tomar consciencia de
mis carencias, sobre todo a nivel emocional. Estar a disposición de otra
persona, que alguien te necesite y dependa de ti continua y completamente es un
gran desafío, que pone a prueba la resistencia de cualquiera. Supone darte
enteramente, aunque sea sólo de manera temporal, y eso a quienes poco hemos
recibido cuando nuestra personalidad estaba en formación, nos puede costar un
triunfo. La lactancia me ha hecho crecer personalmente y darme cuenta de lo
importante que es cuidar la infancia, para poder querernos y querer y cuidar a
los demás cuando somos adultos.
wow..que bello post! Yo comparto plenamente,,cuànto me ha dado la lactancia
ResponderEliminarGracias!!! Somos muy afortunadas de haber podido disfrutar de esta experiencia. Un beso.
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