jueves, 2 de septiembre de 2010

FABRICANDO BEBÉS INDEPENDIENTES


Nuestra sociedad quiere bebés independientes, cuando lo más opuesto a algo o alguien independiente es un bebé. 

Pretender conseguir bebés independientes no sé si debería causarnos risa, pena o vergüenza, por lo ridículo de la idea en si misma. Y no digo que no se pueda lograr… El ser humano es flexible y se adapta a lo que sea con tal de sobrevivir. Así, tras largas sesiones de abandono en la cuna o en la guardería, los niños se acostumbran a estar solos, alejados de mamá, y parece que no lo llevan mal, aunque en realidad lo que ocurre es que han aprendido a no mostrar sus sentimientos, porque saben que de nada les serviría hacerlo, más que para malgastar energía.

Fabricamos no niños independientes, si no niños desapegados y conformistas que aprenden a permanecer mucho tiempo en un lugar en el que no quieren estar. Plantamos así la semillita de futuros adultos encerrados en oficinas, largas y aburridas jornadas laborales, haciendo cosas que no les gustan, alejados de sus seres queridos, porque no les queda más remedio para poder llegar a fin de mes.

Y esta sociedad que pretende que un bebé de días se duerma solo, es curiosamente la misma en la que cada vez los jóvenes se independizan más tarde. Mamás sesentonas siguen preparando amorosamente los tuppers para que sus retoños treintañeros se los lleven a la oficina, siguen lavando la ropa deportiva sudada tras el partidillo de futbol con los amigotes del fin de semana y continúan durmiendo intranquilas cuando ellos salen de marcha por las noches.


Esa generación de madres es la que ha sufrido con mayor voracidad el intrusismo del sistema en su concepción de la maternidad. Son madres a las que, la publicidad de las grandes multinacionales de preparados lácteos a través de los medios de comunicación y en connivencia con los médicos, ha convencido de que no tenían suficiente leche o que su leche no alimentaba, o que para ser moderna y glamurosa lo más chic era dar el biberón. Así se empezaba a poner distancia entre el cuerpo de los bebés y el de sus madres, pues entre ambos se interponía el dichoso cacharrito relleno de leche de vaca.

Junto con el progreso económico las casas se hacían más grandes y contaban con más habitaciones y los fabricantes de colchones tenían que pillar su trozo del pastel, así que se empezó a decir que era malo que los niños durmiesen con sus padres: “con lo bonitos que son sus cuartos y sus cunas (mini-colchón incluido) llenas de lacitos y bordados”… Por lo que tras el biberón de las nueve, había que dejar al bebé al otro lado de la casa y la distancia entre los cuerpos seguía aumentando. Y no se les podía coger en brazos porque según las vecinas se mal acostumbraban, y les dejaban llorar porque según el pediatra así se les fortalecían los pulmones…

Total que no es de extrañar que todos esos bebés que fueron inconscientemente desterrados a una “independencia” forzosa y prematura, ahora estén tratando de recuperar a esa madre ausente del pasado y por eso no se marchan de casa ni con agua caliente. Dicen que no se van porque no pueden, pero la realidad es que en ningún sitio se está mejor que al lado de mami.

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