Me gusta mucho usar ejemplos para ilustrar mis reflexiones porque me parece una excelente forma de hacerme entender. Pretendo con esta entrada ayudar a entender a quién no lo sepa que es lo que ocurre en torno a la atención al embarazo, parto y posparto en nuestro país, por medio de 6 síndromes.
El primero es el SÍNDROME DE LOS REYES MAGOS, del que ya hablé en la entrada del Blog de El Parto es Nuestro: "Descubriendo a los Gines Magos". Este síndrome consiste en presentar un rechazo absoluto a todas las informaciones que se reciben a cerca de que la atención a la mujer en estos ámbitos deja mucho que desear, porque se alejan de la idea preconcebida y desinformada que se tenía de ello. La primera reacción de muchos es la incredulidad: “¿Qué es eso de que la atención al parto no es buena?” “¡Si tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo!”. Después se pasa a la obcecación y la negación de la realidad a pesar de las pruebas, estudios y argumentos razonables que el interlocutor esgrima. La persona no escucha o no es capaz de procesar la información recibida porque es demasiado “increíble” y “desestabilizante”, por lo que prefiere agarrarse a aquello que siempre ha pensado y que le da seguridad: “¡Eso de parir naturalmente, en casa, como nuestras abuelas, es un atraso, algo peligroso!”. Por último siente la necesidad de defender el sistema aunque no lo conozca en profundidad: “Los médicos son los que saben, todo lo que hacen es porque tienen que hacerlo por el bien de la madre y del bebé” y atacar al portador de las malas noticias, acusándole de mentiroso, exagerado, etc.
Para el común de los mortales, los profesionales sanitarios son buenos samaritanos, casi semidioses y se resisten a admitir que puede que no estén realizando su trabajo de la mejor manera posible.
El segundo es el SÍNDROME DE ESTOCOLMO, tras un parto complicado es habitual pensar que estamos vivos, “sanos” y salvos gracias a la actuación de los médicos, sin saber que en bastantes ocasiones las complicaciones fueron creadas por aquellos que ahora vemos como nuestros salvadores. Esa cesárea, esos fórceps o espátulas, esa episiotomía in extremis que supuestamente nos salvó, podrían haberse evitado si nos hubieran permitido caminar, darnos un baño o ducha caliente, si no nos hubieran puesto el gotero de oxitocina, si hubiéramos podido elegir postura en el expulsivo, etc. El sanitario secuestra nuestro cuerpo y nuestro parto pero luego le estamos agradecidas cuando todo termina y recuperamos nuestra libertad, a pesar de haber sido agredidas y terminar dañadas.
Tras los partos mal atendidos muchas mujeres sufren SÍNDROME DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO mal diagnosticado a veces como depresión posparto. La mujer se siente triste y débil, tarda mucho tiempo en recuperarse y tiene problemas para cuidar y vincularse con su hijo. Pero no se trata de un problema hormonal, se trata de que la mujer ha experimentado una situación desagradable y estresante, ha sido mal tratada y anulada y ha visto en el camino peligrar su vida y la de su bebé. Ha sufrido un trauma y necesita ayuda para superarlo. De si recibe o no esa ayuda para superar el trance dependerá el tipo de síndrome que tenga después.
Cuando la mujer no es consciente de lo sucedido y no toma consciencia de ello a su Síndrome de Estocolmo se unirá el SÍNDROME DE LA MILI. Para quien no lo sepa en España llamamos Mili al servicio militar obligatorio que existía hasta hace unos años. Los jóvenes se veían obligados a alistarse y pasar por una instrucción militar obligatoria, que partía en dos su vida y sus planes alejándolos de su casa, su familia y amigos durante una larga temporada. La estancia en el ejército era dura desde el punto de vista físico, emocional y moral. La mili era una experiencia desagradable e injusta en tanto en cuanto no había sido elegida libremente por los reclutas. Ahora bien, había muchos chicos que a pesar de ir a regañadientes o precisamente por eso, cuando volvían de allí, lo hacían siendo unos firmes defensores de la experiencia que supuestamente los “convertía en hombres”, hasta el punto de dudar de la hombría de los que por el motivo que fuese se libraban de ese suplicio. Estos chicos lo habían pasado mal y en lugar de dejar salir su malestar, se hacían los fuertes y propugnaban que todos tenían que pasar por lo que ellos habían pasado sintiéndose agredidos y agrediendo a quienes pensaban de manera diferente.
De la misma manera mujeres que han pasado por partos malos y desagradables tratan de restar importancia a lo que les pasó diciendo que no fue para tanto, tratan de convencerse a ellas mismas y los demás de que todo era necesario y por tanto que todas las madres deberían ser atendidas como ellas: con gotero, inmovilizadas y sin poder de decisión alguno.
Sin embargo cuando la mujer abre los ojos a la realidad, se escucha a si misma y a la evidencia, se da cuenta de que todo lo que le ocurrió fue un nefasto error que no debería volver a repetirse y sufre o disfruta según se mire, del SÍNDROME DEL ACTIVISMO POR UN PARTO LIBRE Y RESPETADO, se informa y trata de informar a los demás para que la atención cambie y sea adecuada y las mujeres puedan vivir partos agradables y saludables.
Por último, a veces se consigue un nuevo parto sanador que nos cura las heridas que nos dejaron en el alma los partos anteriores y podemos vivir el SÍNDROME DEL PARTO GOZOSO O EMPODERANTE, que nos hace fuertes y nos da armas para luchar por aquello que nos importa y aquello en lo que creemos.
¡Ojalá éste último fuese el único síndrome asociado al parto!
qué triste y qué real ... ojalá pueda experimentar algún día ese Síndrome Empoderante del que hablas y curar por fin las heridas
ResponderEliminarYa eres fuerte y poderosa. Aunque no seas consciente de ello, la mala experiencia te ha fortalecido. Te deseo lo mejor.
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