miércoles, 25 de marzo de 2015

EL CAMINO A LA INDEPENDENCIA DEL NIÑO

Una vez una madre me dijo que su hijo, un bebé de pocos meses era “demasiado” dependiente de ella. No es la primera ni la única persona que tiene esas ideas peregrinas en la cabeza. Gran parte de la sociedad piensa que no es bueno que el bebé sea dependiente, cuando resulta que es lo normal.

Realmente quien dice esto en voz alta no se ha parado a pensar detenidamente en ello. Si se escuchase a si mismo y reflexionase se daría cuenta que dicha afirmación es ridícula. ¿Cómo no va a ser dependiente una criatura que no sabe hablar todavía ni desplazarse por si solo? ¡Pues claro que es dependiente! Depende de quienes les cuidamos quienes somos los responsables de su salud y su bienestar y el hecho de que ese diminuto ser reclame nuestra presencia y atención no es sino un signo de su fortaleza e inteligencia. El bebé lucha por su supervivencia de la única manera que sabe y tiene a su disposición: nos llama con gestos y sonidos para que estemos a su lado y así asegurarse que tiene cerca todo lo que puede llegar a necesitar: comida, bebida, calor, seguridad, cariño y estímulos para aprender. Si un bebé no demuestra interés por estar con el adulto que tiene al lado es porque algo no anda bien. El típico niño “bueno”, que duerme solo y del tirón desde el primer momento, que no pide brazos, que no llora y no “molesta”, no existe o es un niño con algún tipo de problema, bien de salud o emocional.

El bebé empieza a existir y se desarrolla en contacto continuo con su madre. Durante 9 meses son inseparables y cuando nace no está preparado para el aislamiento y la soledad. Buscará lo que ha tenido desde el principio, a lo que está acostumbrado, que es el contacto continuo con su madre. Esta claro que el embarazo es, a pesar de sus posibles inconvenientes, más cómodo para la madre que el puerperio. Durante el embarazo portamos a nuestro bebé en nuestro interior y no tenemos que hacer nada especial para cuidarle pues dentro de nosotras tiene todo lo que necesita. Sin embargo cuando está fuera la cosa se complica. Necesitamos sujetarlo con nuestros brazos y eso nos imposibilita usarlos para otras cosas. Tenemos que alimentarle con mucha frecuencia lo que nos impide así mismo realizar otras actividades. En esos momentos es cuando nos damos cuenta de lo mucho que el bebé nos necesita pues no puede hacer nada por si solo y si no tenemos ayuda y/o nos buscamos las mañas (portear al bebé es una de ellas, ideal para tener las manos libres y poder hacer otras cosas al mismo tiempo que cuidamos a nuestro bebé), tampoco nosotras podremos hacer nada más que atenderle. Tomar consciencia de este hecho puede agobiar mucho a muchos padres que se pasan el tiempo deseando que el bebé crezca rápido para que no los necesite tanto, en lugar de disfrutar de él.

Para forzar la independencia del bebé, trasladamos al niño a su cuna, o la cuna a otra habitación y aplicamos el Método Estivill para que se duerma solo y nos deje en paz. Le quitamos la teta y la sustituimos por leche de fórmula, con la que supuestamente “aguantan más” sin pedir comida y por tanto sin molestarnos. Ignoramos su petición de brazos para que no se “acostumbren” y nos fastidien nuestra delicada espalda al cargar con su peso. Les metemos en cuanto podemos a la guardería para que “socialicen” y otros les cuiden en lugar de tener que hacerlo nosotros. Todas estas decisiones buscan poner tierra de por medio entre nosotros y nuestros bebés.

Lo cierto es que hasta cierto punto es comprensible la actitud de muchos padres, pues no sabemos como son, que hacen los niños, ni cuales son las etapas normales en su desarrollo y nos vemos arrastrados por las modas y lo que vemos que hacen los demás. Lo único que tenemos que saber es que es normal que nuestro bebé sea dependiente y que la independencia llegará, la irá consiguiendo y desarrollando él lentamente cuando corresponda. A groso modo estas son las fases por las que pasará:
  1. Al principio llorará si no está en brazos. Algunos muy sibaritas prefieren que estemos con ellos de pie y notan perfectamente cuando nos sentamos o reclinamos y se quejan por ello. Portearlos con un fular, pañuelo y mochila es ideal para tenerlos encima de una manera cómoda.
  1. Más adelante cuando pueda sentarse y sepa usar sus manos para coger cosas y sienta interés por ellas, admitirá no estar pegado a nuestro cuerpo pero seguirá necesitando vernos a su lado, por lo que tendremos que llevarlo con nosotros a donde queramos estar y sentarle en la trona, en una mecedora o en una mantita en el suelo cerca para que nos vea, vea lo que hacemos, podamos hablar con él y podamos ayudarle si nos necesita.

  2. Luego cuando ya ande nos perseguirá como un pollito por la casa pues aunque ya sepa que no desaparecemos del mundo por desaparecer de su vista, tendrá miedo a quedarse solo y preferirá acompañarnos allá a donde vayamos, baño incluido.
Acompañar al bebé en estas etapas sin forzarle es lo más respetuoso para con ellos y lo menos traumático para todos.

Poco a poco la distancia física y emocional será mayor y llegará un momento en que rechace nuestros besos si está viendo dibujos o prefiera jugar con sus amigos a estar con nosotros. Entonces aunque ahora pueda parecernos mentira, echaremos de menos los ratos en los que no podíamos despegarnoslos de encima ni con una espátula o agua caliente.

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