martes, 17 de marzo de 2015

LOS 10 PROBLEMAS DE LA ATENCIÓN AL PARTO EN ESPAÑA

¿Qué es lo que falla en la atención al parto en España? ¿Por qué tenemos cifras tan altas de cesáreas, partos instrumentales, episiotomías y demás? ¿Por qué no se produce un cambio en el tipo de atención? ¿Por qué los sanitarios ignoran las recomendaciones de las autoridades al respecto?

Estos son en mi opinión, los 10 grandes problemas de la atención al parto en España.

La ginecracia y la falta de autonomía y fuerza del colectivo de matronas.

En España, a pesar de que el cuidado de la salud sexual y reproductiva de la mujer es competencia de la matrona, el “poder” lo ostentan los ginecólogos. En la sanidad privada las matronas brillan por su ausencia y en general a la hora del parto son dirigidas y subordinadas a las directrices que les dan los ginecólogos que ejercen de “jefes” de ellas, desautorizándolas e invadiendo sus competencias.
Los ginecólogos no están formados para atender partos normales si no para detectar y curar patologías, son mucho más intervencionistas y con ello consiguen complicar los partos innecesariamente.

La mala formación de las matronas, en especial las deficiencias del sistema de residencia en los hospitales.
En la universidad la formación que reciben las matronas es muy técnica. Hace falta incidir más en la dimensión emocional del parto y en su aspecto fisiológica y animal. La parte práctica de la formación tiene lugar a través de residencias en hospitales muchas veces poco respetuosos, donde las estudiantes se ven obligadas por sus superiores a atender a las mujeres de formas con las que no están de acuerdo y que son contraproducentes para poder aprobar y conseguir su título. Mientras la formación de las matronas esté en manos y dependa de "saurios" con una visión intervencionista del parto, estas no podrán aprender a atender los partos adecuadamente.

El escaso número de matronas y la “funcionarización de su trabajo”.

El número actual de matronas es insuficiente y se sacan muy pocas plazas nuevas al año. Esto hace que tengan sobresaturación de trabajo y poco tiempo para atender a las mujeres. Estamos muy lejos de cumplir con el objetivo de “one to one”, esto es, que en el parto exista una matrona para cada mujer y que la atienda durante todo el proceso. El sistema funcionarial no favorece el que la mujer conozca de antemano a su matrona y pueda contar con ella siempre que la necesite. Por el contrario, las mujeres nos vemos obligadas a dar a luz con completas desconocidas a nuestro lado, que tienen que atender varios partos a la vez.

El pésimo sistema educativo.

Nos educan para ser obedientes, para callar y no cuestionar a la autoridad, de manera que acatamos todas las órdenes del sanitario sin preguntar y aunque no nos apetezca hacerlo. Damos por supuesto que todas las pruebas y procedimientos son obligatorios y nos cuesta un triunfo salirnos de la norma, ser asertivas y decir que no, aunque estemos en nuestro derecho a hacerlo.

La santificación de la ciencia y los médicos procedente de otras épocas.

El cura, el profesor y el médico eran las autoridades de antaño, objetos de respeto, devoción, admiración, incluso miedo y obediencia ciega. A día de hoy sigue existiendo este sentimiento en la sociedad. Establecemos consciente o inconscientemente una jerarquía en la que el sanitario está por encima de nosotros porque “sabe más”, porque ha estudiado. De esta manera admitimos el mal trato como si lo merecieramos, nos infantilizamos al recibir reprimendas que creemos que merecemos por por ejemplo haber engordado demasiado y delegamos en esa figura-padre la toma de decisiones y el control de nuestro cuerpo, porque nos hacen sentirnos con su trato pequeñas e incapaces de decidir por nosotras mismas.

El machismo o violencia de genero asumida por la sociedad.

Las cosas de mujeres importan menos. Los sentimientos y las sensaciones de las mujeres se desprecian. Se nos acusa de excesivamente emocionales y se resta importancia al aspecto psicológico y afectivo en la atención a la salud. Se tiene poco respeto por nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Se nos trata como meros contenedores del bebé y se nos manipula con la excusa de que es por el bien del mismo independientemente del daño que se nos inflija.

La desinformación a cerca de nuestros derechos como usuarias.

Las mujeres desconocemos cuales son nuestros derechos como usuarias del sistema sanitario. No sabemos que podemos negarnos a procedimientos, que nos tienen que pedir permiso para cada cosa que nos quieran hacer, etc.

La desinformación sobre los procesos naturales.

Desconocemos también como tienen lugar los procesos naturales del embarazo, parto y lactancia. Se analiza todo desde una perspectiva tecnicista, matemática y patológica. Creemos que hay que hacer, o nos tienen que hacer cosas para poder parir, cuando lo único que hay que hacer es dejar que pase. No conocemos que facilita el parto por lo que no tenemos referencias para evaluar la calidad de la atención recibida.

La falta de agilidad, de experiencia y jurisprudencia y los elevados costes del sistema judicial.

Sin duda, y a pesar de la opinión de muchos, no hay suficientes denuncias contra la mala práxis. No las hay porque no hay costumbre, no hay conciencia del delito y el daño ocasionado y sufrido, no hay abogados que entiendan el tema y porque muchas mujeres no pueden costearse presentar una denuncia. Si hubiera más sentencias condenatorias en casos de violencia obstétrica la atención mejoraría ostensiblemente. Las recomendaciones sanitarias deberían así mismo convertirse en leyes de obligado cumplimiento para que los profesionales se las tomasen en serio y empezasen a cumplirlas.

La falta de confianza de las mujeres y el miedo al parto.

Desde los medios y el entorno se cuestiona continuamente nuestra capacidad de parir. Lo que vende es mostrar quirófanos, batas verdes y material quirúrgico. En la ficción todos los partos son complicados y mujeres y bebés son siempre salvados por el médico. La ficción traspasa la pantalla e inunda la realidad, sugestionándonos y metiéndonos el miedo en el cuerpo. Con miedo los partos son más difíciles, perdemos el control y lo dejamos en manos de terceros que toman decisiones muchas veces velando más por su propio interés que por el de los pacientes.

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