lunes, 9 de febrero de 2015

RAZONES PARA NO DAR EL PECHO

¿Por qué hay tan bajos índices de lactancia materna? 
¿Por qué la lactancia artificial se ha impuesto sobre el acto de amamantar? 

No es mi intención analizar bajo una perspectiva histórica como hemos llegado a este punto, lo que me interesa es intentar ponerme en el lugar de las madres que deciden o decidimos actualmente de una manera más o menos libre y/o consciente no dar el pecho a nuestros hijos o dejar de hacerlo muy pronto ¿Que motivos nos mueven a ello? Estos son los que se me ocurren a mi:

Culturales: No se ven muchas mujeres amamantando por la calle. Cada vez se ven más pero no son suficientes. Lo que si hay son anuncios de leche artificial, muchas imágenes de niños con biberón, por lo que dar teta no es algo que tengamos muy presente, no lo damos por supuesto. La teta no forma parte de nuestro día a día por lo que no es un objetivo que esté dentro de nuestro punto de mira, de manera que muchas mujeres ni se plantean la posibilidad de dar pecho. Otras lo intentan pero al encontrarse dificultades y no tener información ni apoyo adecuado abandonan la teta con rapidez. No entendemos de lactancia y no valoramos suficiente lo que perdemos al pasarnos a la lactancia artificial.

Ideológicos o de filosofía vital personal: Aquí entran desde las mujeres que ponen el culto al cuerpo (que no se les caigan los pechos) por encima de la salud de sus hijos y la suya propia, hasta aquellas que piensan (erróneamente desde mi punto de vista) que amamantar es algo antiguo, que les resta autonomía e independencia e incluso que hasta las somete, al niño en primer lugar y al hombre en segundo. Hay mujeres que ponen su vida profesional por encima de la familiar y que no quieren dedicar tiempo y energía al amamantamiento, existiendo como existe la alternativa de la lactancia artificial para alimentar al niño. También hay otras que optan por el biberón como forma de compartir la crianza al 50% con su pareja, aunque acaben ellas preparándolo el 90% de las veces.

Derivados de una mala primera experiencia: Tener dificultades con la lactancia y que nadie nos ayude a solventarlas puede condicionar nuestras siguientes maternidades. Mastitis, ingurgitaciones y grietas dolorosas pueden dejar una huella en la mujer difícil de olvidar y hacer que rechace de pleno la lactancia materna con posterioridad. En este caso el sistema sanitario es culpable directo de esta problemática.

Económicos: En tiempos de crisis como el actual, sin duda muchas mujeres tienen que volver tempranamente al trabajo y eso afecta a la decisión de amamantar y al mantenimiento de la lactancia, a pesar de que en algunos casos, la factura de la farmacia y de la guardería puede no compensar económicamente ni en términos de bienestar familiar la vuelta temprana de la mujer al trabajo. Habría que hacer muchos números para ver que opción es más ventajosa para cada familia. Para amamantar de forma prolongada es necesario que el establecimiento de la lactancia sea adecuado y que la mujer tenga ayuda, pues ella sola no puede encargarse de todo: de su bebé, de ella misma, del hogar... y si tiene que volver al trabajo y tiene un horario extenso, el agotamiento puede llevarle a abandonar la lactancia. Por eso es importante contar con una baja que llegue por lo menos a los 6 meses que establece la OMS de plazo para la lactancia materna exclusiva. El sistema económico actual y las leyes no favorecen que las mujeres amamantemos y muchas deciden ni siquiera intentarlo para luego no tener que dejarlo o se ven abocadas a dejar una lactancia que puede ser deseada y gozosa por no poder permanecer más tiempo junto a sus bebés, temen perder su puesto de trabajo si piden una excedencia aunque se la puedan permitir , debido a que las excedencias no están muy bien vistas por muchos empresarios.

Problema de carácter emocional: En una ocasión una amiga me dijo que: “no todas las mujeres podemos dar el pecho”. Ella lo había intentado pero lo dejó al poco tiempo. Físicamente todas las mujeres podemos dar el pecho, estamos diseñadas para ello. Existen muy pocas dificultades físicas reales en la madre y en el niño que impidan efectivamente amamantar y que no tengan solución. Una mala postura, un frenillo, una mastitis se pueden corregir, sólo hay que buscar el origen del problema y solucionarlo. Pero hay otros problemas más intangibles que pueden hacer que la lactancia se nos haga cuesta arriba y que queramos abandonarla o incluso ni siquiera iniciarla. Son dificultades que tienen su origen en nuestro interior, en la visión que tenemos de nosotras mismas, del mundo y de lo que nos han dicho los demás que debemos hacer, como debemos ser y a lo que tenemos que aspirar. Tienen que ver mucho con como nos criaron a nosotras mismas, si nos dieron el pecho o no y hasta cuando. Con la relación que tenemos con nuestro cuerpo, si nos gustamos o no. Con la manera de relacionarnos con los demás, si es o no afectiva, si nos gusta que nos cuiden o nos gusta más cuidar, si tenemos en alta estima nuestra “libertad personal”, si no nos gusta demasiado que invadan nuestro espacio vital, si rehusamos el contacto físico con otras personas, etc.
Este último motivo para no dar el pecho es muy habitual. Aparece oculto tras disfraces variopintos, excusas a las que nos aferramos para no admitir que la crianza por el motivo que sea nos supera. Le echamos la culpa a la teta pero el origen del problema es más profundo, está mucho más dentro de nosotras.

Dar el pecho implica entregarse completamente a ese ser diminuto que es nuestro hijo. Implica dejarle hacerse con “el mando” temporalmente de nuestras vidas, dejarle que el marque los ritmos y dejar nuestro cuerpo a su entera disposición para satisfacer sus necesidades. Implica sentirse necesitada y vital para otra persona, pasar a un segundo plano pero ser indispensable. Obliga a estar pero sin tener el control del tiempo ni el lugar. Y todo esto es difícil de asumir por muchas mujeres. Mujeres que tienen una vida familiar, social y laboral aparentemente normal. Mujeres que son buenas personas, cariñosas, inteligentes, trabajadoras, responsables y bien organizadas, no son capaces de integrar las necesidades de su bebé en su vida diaria, se resisten al cambio, no soportan la falta de horarios, el no tener el control del cuanto, el como y el donde. Tratan de poner distancia emocional con su bebé para no sufrir tanto con la falta de certezas sobre lo que ocurre, como solucionarlo o hasta cuando durará. Y en ese proceso de distanciamiento lo primero es poner distancia física, negando el acceso del bebé a nuestro cuerpo, sustituyéndonos por el biberón. Recuperamos así nuestro cuerpo para nosotras y nos sentimos más tranquilas, sentimos que nos hemos quitado un peso de encima. Pero es un espejismo, pues el lazo está ahí y la responsabilidad también y durará toda la vida, sólo conseguimos renunciar a una etapa muy bonita que podría habernos aportado mucho en nuestro crecimiento como personas. Porque dar teta es mucho más que dar leche.


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