viernes, 8 de agosto de 2014

PELEAS ENTRE HERMANOS



No me gustan. De hecho creo que lo que menos me gusta de la maternidad es que mis hijos se peleen. No se porque ocurre, como evitarlo y sobre todo como lograr que no me irrite tanto.

Pregunto a otras madres y me dicen que es normal, que todos los hermanos se pelean, que no hay que darle mucha importancia. Se supone que da igual el sexo y la edad que les separe, se pelean porque es lo que tienen que hacer. De hecho en la naturaleza vemos muchas crías de mamíferos que juegan a perseguirse, atraparse y darse garrotazos. Pero la razón para ello es que esos animales están practicando el arte de la caza, cosa que no necesitamos hacer ya los seres humanos para sobrevivir. 

Yo no tengo tan claro que las peleas fraternales sean inevitables. La culpa siempre acecha a las madres que pensamos que algo hemos hecho o estamos haciendo mal para que en lugar del amor y la armonía, reinen en nuestro hogar los gritos y las patadas voladoras.


Los motivos de las disputas suelen ser diferencias de pareceres respecto a las reglas de los juegos, codiciar el mismo juguete y la competencia por ser siempre el ganador: el que mete más goles, el más rápido o el que tiene los mejores superpoderes. Últimamente se ha añadido a la lista el hecho de que el mayor siempre quiere mandar y le dice al pequeño lo que tiene que hacer y como y el pequeño se rebela ante esta “dictadura”.

Por mucho que lo intente soy incapaz de empatizar con ellos cuando se desata una guerra por motivos que a mi parecer son bastante peregrinos. Quizá yo la armase igual de pequeña, no me acuerdo, pero ahora, desde la mirada de adulta, todas estas problemáticas me resultan lejanas, ajenas, y las reacciones que provocan en ellos demasiado exageradas. Ya se sabe que los niños son todo emocionalidad y son susceptibles de representar el más abigarrado drama griego por un “quítame allá ese lego”.
Quizá si las peleas fuesen silenciosas, en la intimidad de su habitación, yo las llevaría mejor, pero cuando ocurren siempre me entero y no puedo evitar intervenir. Un amigo me preguntó hace poco: ¿qué pasaría si no intervienes? Pues no lo sé. Quizá debería dejar que solucionasen solos sus conflictos, pero no quiero que lleguen a las manos y no soporto que el mayor manipule al pequeño aprovechándose de la diferencia de edad, así que siempre me meto por medio para restituir la paz ambiental.

Otro tema es lograr averiguar porque este asunto me pone tan nerviosa. A mi marido no le altera tanto como a mí, de hecho no le altera nada. Quizá no le altera porque siempre soy yo la que resuelve los conflictos mediante mi intermediación, perdiendo en ocasiones los nervios, mientras él se mantiene al margen protegiendo así su estabilidad emocional.

¿Llegará un día en que las peleas se espacien en el tiempo o dejen definitivamente de producirse? ¿Se recrudecerán los enfrentamientos cuando lleguen a la pubertad? ¿Tendré que recurrir finalmente a las drogas para sobrellevarlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario