jueves, 3 de julio de 2014

DE TOALLAS Y OTROS CACHIVACHES



Se me caen lágrimas como puños de la envidia que me da ver a los jovenzuelos de mi urbanización bajando a la piscina ataviados simplemente con su bañador y portando solo una toalla al hombro. Son el exponente máximo de la “libertad”, al menos de la “libertad de movimientos”. Los solteritos, que es como llamo yo a quienes no tienen hijos aunque tengan pareja más o menos formalizada, no valoran lo que supone este simple gesto, de coger solamente lo que “uno” necesita y salir así de ligero de equipaje.

Toalla, bañador de repuesto, camiseta, juguetes, agua, algo de picar, flotadores, crema solar, pañales, toallitas, etc. Multiplica todo esto por el número de niños que cada cual tenga y añádele algún que otro efecto personal del adulto como las gafas de sol, el móvil y las llaves, y te encuentras con al menos un par de bolsas enormes que pesan un quintal. Luego tienes que desplazarte a la piscina portando los bultos y guiando a los niños hasta allí intentando que no se pierdan o escalabren por el camino. Cuando llegas lo colocas todo y probablemente haya alguna cosa que se te ha olvidado coger. ¡No falla nunca! Luego está la parte del piscineo en sí, pero a eso le dedicaré un post enterito otro día.

Acabamos de volver de vacaciones de Santander, un precioso lugar que lo reúne todo: playa, montaña, ciudad y pueblos preciosos alrededor. El paisaje es hermoso y refrescante a partes iguales, debe su verdor a lo que llueve a lo largo de todo el año, verano incluido. Así que cuando estamos allí no nos queda otra que añadir a la “mochila” camisetas de manga larga por si refresca y chubasquero por si llueve. No es de extrañar que a la vuelta de las vacaciones pidamos cita en el fisio para intentar reparar nuestra maltrecha espalda que ha tenido que acarrear medio armario, media nevera y un sin fin más de enseres.

Hoy llueve, hoy no bajamos a la piscina, mi salud física lo agradecerá, la mental aquí encerrados, creo que no tanto. Ahora están discutiendo y peleando por los juguetes. Como suele decirse, “nunca llueve a gusto de todos”.

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