viernes, 18 de julio de 2014

MATERNIDAD FÁCIL, CON AYUDA.



Los queremos porque son nuestros hijos, los hemos creado y probablemente se parecen en algo a nosotros. Los queremos porque están hechos para ser queridos, protegidos y cuidados. Son pequeños e indefensos. Para ellos lo somos todo, somos su mundo conocido y lo que garantiza su supervivencia. Por eso están diseñados para despertar nuestra ternura; tan pequeños, redonditos, blanditos y suaves. Con ese olor tan dulce. Tan calentitos. Nos miran con esos ojos grandes y redondos de kilométricas pestañas. Nos agarran con sus manos de diminutos dedos y aún más diminutas uñas. ¿Cómo no vamos a morirnos de amor por ellos?

Pero a pesar de ese amor, la maternidad no siempre es fácil. Hay muchos factores que influyen en como nos sentimos y como actuamos frente a nuestro bebé.

No nos comportaremos igual si hemos recibido cariño y atención de niños, que si fuimos ignorados o en el peor de los casos maltratados. Existe una tendencia clara a reproducir los patrones de nuestra infancia de manera inconsciente. No siempre ocurre así, pero es bueno tener presente que como padres, aunque seamos primerizos, no somos una tabula rasa. Somos más bien una pizarra en la que hace mucho alguien escribió pero cuyos trazos no han sido del todo eliminados por el borrador del paso del tiempo. Esos trazos son apenas perceptibles, pero están ahí.

También influye el hecho de estar, o mas bien sentirse o no acompañada en la maternidad, tanto física como emocionalmente. Si una mujer pasa la mayor parte del día y la noche a solas con su bebé, el cansancio y el hastío puede apoderarse silenciosamente de ella. Aunque nos ocupemos personalmente de nuestro bebé por decisión propia y nos guste hacerlo, disfrutar de compañía y apoyo es fundamental para nuestro estado de ánimo. Tener con quien charlar, sea o no de temas relacionados con el bebé, alguien en quien confiar que nos tienda desinteresadamente su mano y sus amorosos brazos para sostener al niño mientras nosotras simplemente gozamos de una buena ducha caliente, es algo fundamental cuando se tiene un bebé.

Si perdemos la paciencia en un momento determinado, conviene reflexionar a cerca del motivo que nos lleva a perder los nervios. ¿Es objetivamente tan grave eso que ocurre para que explotemos de esa manera? ¿Recordamos si nuestros padres perdían los papeles con nosotros en similares circunstancias? ¿O es simplemente que estamos cansadas y necesitamos desconectar, o recibir cariño, de ese mismo del que nuestro bebé es ahora plenamente receptor?

No debemos olvidar nunca que esa criatura que tenemos delante es siempre una criatura inocente pero sabia, que sólo pide lo que necesita. Para que la convivencia con el nuevo miembro de la familia sea más fácil, no hay mejor cosa que aprender de ella, seguir su ejemplo y pedir ayuda, del tipo que sea, cuando sintamos que la necesitamos.

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