Que tire la primera piedra la madre que no repita 100 veces al día las mismas frases.
En mi caso las frases estrella son dos que utilizo indistintamente con mis dos hijos: “Deja al gato” y “Siéntate bien”. En tercer lugar pero no menos importante está el clásico: “Lávate los dientes” que suelo usar con más frecuencia para el lavado nocturno. Podría añadir otras como: “Bebe agua” (mi hijo pequeño no bebe nunca agua…), “No pegues a tu hermano”, “Vamos, a dormir”, etc.
Una dice estas frases de manera automática y de corrido, muchas veces acompañadas del nombre del niño en cuestión. Por eso no sería de extrañar que mis hijos terminaran creyendo que se llaman: uno “Ángeldejalgato” y otro “Jesúsientatebien”.
Me doy cuenta de que todas ellas son frases imperativas. Sí, lo sé, soy una mandona, pero
¿es que acaso se puede actuar de otra manera siendo madre?
No creo en la existencia de niños autosuficientes e independientes que lo hacen todo siempre, a la primera y sin que nadie se lo mande. Antes prefiero creer en los ovnis y los extraterrestres. A los míos, que están en otro planeta y su reino no es de este mundo, hay que recordarles siempre las cosas, y no una, si no 100 veces, para que las hagan o dejen de hacerlas según el caso.
Y claro, a una se le acaba la paciencia…He pensado en grabarme en el móvil y darle al botón de reproducir cuando lo necesite. Así reservo mi voz y mis energías para otros menesteres.
También he pensado en comprar unos cojines muy chulos de Leroy Merlín, que levantaron una pequeña polémica en las redes hace un tiempo. Los cojines son de esos para poner debajo del culete en las sillas, y recogen todas las frases que las madres solemos decir durante las comidas, que son muchas.
Las comidas familiares son todo un filón en lo que se refiere a ese tipo de frases. Hay un sinfín de comportamientos a la mesa que los niños repiten, quiero pensar que de manera inconsciente. Por ejemplo: limpiarse las manos en la ropa en lugar de con la servilleta. Para mis hijos, la servilleta es esa cosa que tiran al suelo sistemáticamente con el codo, pero que no saben muy bien para qué sirve. Por otro lado, mi hijo pequeño se sienta a comer en cuclillas como el Gollum. Sólo le falta comer pescado crudo a bocaos y repetir: “Mi tesoro” para que te creas que estás en la Tierra Media con Gandalf y los Hobbits.
Decían que estos cojines eran una falta de respeto hacia los niños pues ponían de manifiesto todas las faltas que estos cometían y que verlas allí escritas les haría sentir mal. Yo creo que a veces nos pasamos con tantos miramientos y que para sobrevivir se necesita también un poco de ironía y sentido del humor. Además, es mi casa, son mis sillas y las visto como me da la gana. Mis chicos ya son mayorcitos para entender la ironía y saben leer, así que si se dan por aludidos, lo tienen fácil para solucionarlo: tener un poco más de cuidado para mejorar sus modales en la mesa.
Buscando los susodichos cojines para ilustrar el post, me encontrado otros muy apañados con mensajes que solo las madres podemos entender.
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