domingo, 10 de abril de 2016

LA MATERNIDAD Y… EL RUIDO

¡A grito pelao!
Continúo con la serie “La Maternidad y…” en la que hablaré de esas cosas que nos pasan a los padres, que sólo nos pasan a nosotros y que por tanto sólo nosotros podemos entender en toda su complejidad. Empezaré por el ruido.



Si eres padre/madre echas de menos el silencio.

A veces te gustaría que se callasen o al menos que “bajaran el tono”. Sin embargo, yo al menos, cuando me quedo sola en casa, suelo poner siempre música o la tele aunque no la esté viendo, solo para oír el ruido de fondo y así sentirme acompañada. Debe ser que “ni contigo ni sin ti…”, una vez acostumbrada al alboroto, si no lo hay, se le echa de menos.


Cuando los niños se lo pasan bien arman mucho barullo. Cuando están concentrados y traman algo (algo inadecuado…) reina un silencio absoluto. Por lo que se nos presenta una disyuntiva difícil de resolver:

¿qué preferimos el ruido infernal o el silencio sospechoso?

En la ilustración de Sarai Llamas pueden verse distintas situaciones que pueden provocar ese silencio sepulcral…

Aunque no seas católica ve persignándote...

Los niños hacen más ruido cuando es más inoportuno que lo hagan. Se me ocurren dos ejemplos: cuando estás intentando mantener una conversación telefónica con alguien o cuando estás intentando ver algo en la tele que te interesa. Eso sí, en cuanto cambias el canal y pones dibujos animados, oye, ni el ruido de una mosca. 

Los niños además tienen sordera selectiva. Puedes decirles 20 veces que se laven los dientes, cada vez subiendo un poco más los decibelios de tu voz y no se darán por enterados. Pero, susúrrales desde el otro lado de la casa que vas a darles un huevo kínder, y ya verás cómo se enteran a la primera.

Encima a las mujeres con la maternidad se nos agudizan todos los sentidos, el del oído incluido. No sólo oímos más sino mejor. Podemos distinguir el llanto de nuestros hijos entre cientos de niños y le oímos llorar desde la otra punta del parque cuando se cae. Es habitual decirle a tu compañera de banco: “ese es el mío”, antes de levantarte corriendo a socorrer a tu progenie.

Sin embargo, este súper oído puede jugarnos malas pasadas y hacernos oír cosas que no existen. No me digas que nunca te ha pasado esto…


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