miércoles, 9 de marzo de 2016

DEL DESTETE AL DESBIBERONAMIENTO

El comienzo de la lactancia de mi hijo menor no fue fácil. Muchos comienzos no lo son. Pero nosotros superamos esas dificultades y estoy muy orgullosa de ello. Quiero compartir con vosotros mi experiencia, para haceros llegar el mensaje de que se puede, de que con esfuerzo y tesón se pueden superar los obstáculos y conseguir amamantar a nuestros bebés. Sólo es necesario buscar ayuda y no cejar hasta encontrarla. Y querer. Querer amamantar de verdad.


Los primeros días notaba algo de dolor al principio de la toma, y creía que algo no funcionaba bien, pues se suele decir, que la lactancia no debe ser nunca dolorosa. No tuve grietas, por lo que la conclusión a la que llegué, que no sé si es, o no, acertada, es que si la succión no produce heridas, es porque el agarre es el adecuado, y que es normal que algunas mujeres, entre las que me encontraba yo, tarden en acostumbrarse a la sensación de dar de mamar, pues es algo novedoso, que nunca hemos experimentado. Está claro que el pecho, está preparado para la lactancia, pero también es cierto, que no desarrollado nunca antes esa función.

Después, empezaron a llegar los problemas de verdad. Empecé a tener obstrucciones recurrentes. Me aparecían pequeños bultos duros, alternativamente en un pecho y en otro, cada 15 días más o menos. Era molesto, pero sobre todo, me agobiaba que fuesen a más, y se convirtiesen en una mastitis fuerte, con inflamación y fiebre. Por lo que en cuanto me notaba uno, fuese la hora que fuese, me ponía a darme masajes y calor para deshacerlo. El recuerdo de lo mal que lo pasé, durante mi estancia en el hospital, con la lactancia de mi primer hijo, me asustaba mucho. No quería volver a pasar por lo mismo.

Quería saber, porque se producían las obstrucciones para poder evitarlas, y en mi búsqueda de soluciones, encontré muchas y variadas explicaciones a este fenómeno. Algunas bastante bizarras y muy poco científicas, porque lo cierto es que, hasta hace poco, nadie se ha preocupado de estudiar las mastitis humanas, de una manera seria.

Yo misma desarrollé mis propias teorías al respecto: que había salido de casa demasiado pronto, que tenía que centrarme en la lactancia sin distracciones, que el sujetador me oprimía y me lo tenía que quitar, que mi dieta no era adecuada, pues tomaba demasiadas grasas que engrosaban mi leche, etc. También pensé, que mi hijo tenía algún problema oral, un frenillo o algo similar, e intenté fotografiarle la boca para mandarle las imágenes a una asesora de lactancia y que me le diagnosticase. Hacerle abrir la boca y disparar al mismo tiempo era difícil y las fotos que hice no eran de mucha calidad, por lo que no se veía bien, si había o no un problema de este tipo.

A parte de múltiples teorías, también recibí muchos consejos. Además del consabido calor local, me recomendaron peinarme el pecho con un peine de púas grandes para drenarlo, cambiar al bebé de posición para que su barbilla masajease la obstrucción al mamar y la deshiciese, y también, sacarme leche con un sacaleches. Como el reflejo de eyección, se produce cuando el niño mama, aprovechaba para sacarme de un pecho, mientras mi hijo tomaba del otro, lo que era bastante incómodo y molesto, tanto para él, como para mí.

Acudía a reuniones de la Liga de La Leche una vez al mes. En la reunión de Marzo, la asesora me dio el contacto de un microbiólogo, que trabajaba en el departamento de Bromatología, de la Facultad de Veterinaria, en la Universidad Complutense de Madrid. Se llamaba Juan Miguel Rodriguez, y estaba haciendo un estudio sobre las mastitis, y elaboraba unos probióticos que parecía que ayudaban a eliminarlas. Al salir de la reunión de la Liga, empecé a sentir un pinchazo en un pezón. En el baño de mi casa, frente al espejo, apreté, y salió un liquido denso de color amarillo. Era como si mi leche se hubiera espesado. Me agobié, y en ese momento decidí que iba a empezar a destetar a Jesús. Ahora lo pienso y tres meses no son nada, pero entonces, el tiempo parecía transcurrir muy despacio. La lactancia no estaba siendo nada placentera, y no veía luz al final del túnel, pues todo lo que había intentado, para evitar las obstrucciones, no había dado resultado.

Empecé muy fuerte con los biberones, sustituyendo muchas tomas, por la leche artificial. Al principio, mi bebé no se hacía a la tetina. Luego, termino aprendiendo a succionar de ella, aunque la leche no parecía gustarle demasiado. Pero sobre todo, lo que ocurría, es que el biberón no terminaba de satisfacerle. Comía, pero echaba en falta algo, supongo que me echaba de menos a mí, mi olor y mi calor. Por la noche, tras el biberón, se quedaba alerta, esperando algo más, no se dormía hasta que le ponía al pecho.

Durante el mes de Abril, mi hijo engordó muchísimo. Se convirtió en una versión inflada de si mismo. Parecía el muñeco de Michelin. No parecía él mismo, no parecía mi Jesús. Tenía más carne en su cuerpo, pero la mirada triste, no se le veía feliz. Él se resistía a abandonar la teta, y yo tampoco estaba convencida de querer dejar de dársela.

Por eso, a pesar de haber empezado a cambiar a la leche artificial, fui a ver al microbiólogo de la Universidad, a ver que me decía, en un último intento, por salvar nuestra lactancia. Allí, Juan Miguel, me explicó su trabajo, como, sobre todo, durante los primeros meses, la leche materna tiene una alta presencia de flora bacteriana, y como, el desequilibrio de esa flora, producido normalmente por la ingesta de antibióticos durante el embarazo, parto o lactancia, o por una disminución de las defensas debido a alguna infección, puede desencadenar las obstrucciones y las mastitis. Me saqué una muestra de leche de cada pecho para que la analizase. Al cabo de unos días, me dio los resultados. Me mandó un antibiótico específico para tratar mi infección, y empecé a tomar los probioticos, o como yo los llamo: “los polvitos mágicos”, que fueron nuestra salvación y nos acompañaron durante mucho tiempo. Incluso, llegué a llevármelos de vacaciones a las Islas Canarias, temiendo ser detenida en la aduana del aeropuerto, por posesión de unos polvos blancos sospechosos. Después de empezar a tratarme, tuve tan solo una obstrucción más.

A parte de los probióticos, Juan Miguel me recomendó un par de cosas: al contrario de lo que se suele decir, no debía ponerme calor en el pecho, pues esto sirve de manera transitoria, para deshacer la obstrucción, pero al mismo tiempo propicia la multiplicación de las bacterias que la dieron lugar, por lo que al poco tiempo, se volvería a producir su acumulación. Es decir, era “pan para hoy y hambre para mañana”. También me dijo que tratase de no tener el bikini mojado sobre el pecho, pues la humedad también favorece la multiplicación de las bacterias. De manera, que empecé a hacer toples y aún continuo haciéndolo.

Al mismo tiempo, que empecé a tratarme médicamente, empecé a “desbiberonar” a mi niño, de forma más o menos consciente. A él seguía sin hacerle gracia el biberón. Yo le forzaba a tomarlo, pero cada vez tenía menos éxito en mi empeño. Empecé a ofrecerle menos veces al día y a insistirle menos en que se lo tomase. Llevaba siempre un biberón encima, pero a finales de mes, siempre volvía a casa con él intacto. Durante Mayo no tomó ninguno más. Se desbiberonó. Cuando lo recuerdo, me siento muy orgullosa de él, por reclamar con fuerza lo que quería y no conformarse con aquello que no le gustaba. Sin duda, él luchó por su teta y si continuamos fue gracias fundamentalmente a su tesón. También pienso, que los biberones de ese mes, me dieron una tregua, me quitaron presión de encima y eso hizo que retomará la lactancia con más ganas y fuerza. 



Al final, logré amamantarlo hasta los 4 años y medio, momento en que él quiso dejar la lactancia pero esa es otra historia…

4 comentarios:

  1. Me alegro que pudieras conseguirlo, pese a todas las trabas del principio.

    Saludos

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  2. Que bien que lo consiguieras! yo no luche tanto, a veces me arrepiento, pero bueno de todo se aprende...saludos!!

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    1. Es que con mi primer hijo no pude hacerlo y tenía la espinita clavada, por eso me esforcé mucho más para no perder esa segunda oportunidad. Besos!

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