miércoles, 11 de noviembre de 2015

GENERACIÓN PERDIDA: ENTRE NUESTROS PADRES Y NUESTROS HIJOS

En esos días malos, cuando algunos o todos en casa nos levantamos con el pié izquierdo. Cuando las cosas no van como la seda, cuando los niños no escuchan, se rebelan y no nos hacen ni caso. Cuando te quitan el mando de la tele y terminas viendo la misma película de dibujos animados por decimonovena vez. Cuando intentas tomarte una caña tranquila en una terraza y empiezan a pelearse o a quejarse diciendo que se aburren y que quieren irse a casa. Es en esos momentos, cuando pienso que la mía, la nuestra, es una Generación Perdida.

Me explico. Me doy cuenta de que cuando era pequeña todo giraba en torno a los adultos. Ellos decidían según su criterio y su interés, sin tener demasiado, o nada en cuenta, la opinión de los más pequeños. Los niños no contábamos. Simplemente estábamos ahí, teníamos que ser buenos, obedecer y no molestar demasiado. Los planes de ocio y los menús semanales los hacían los adultos según sus criterios y deseos independientemente de nuestros gustos. Hasta nuestra ropa la elegían ellos, poniéndonos en ridículo algunas veces con sus elecciones poco acertadas, según nuestro criterio estilístico. Los niños no teníamos voz, ni a priori ni a posteriori, pues tampoco nos estaba permitido quejarnos demasiado.

Algunos me diréis que en vuestro caso particular esto no era así. Que teníais o tenéis unos padres maravillosos súper respetuosos. ¡Me alegro un montón! Pero tendréis que reconocer que ese no era el estilo de paternidad que predominaba en nuestro país en los años 70 u 80. No pongo en duda que nuestros padres nos quisieran, sin duda nos dieron todo lo que pudieron y supieron darnos. Probablemente no nos faltó nada material, pero quizá sí que nos faltó que nos trataran como “personitas” con plenos derechos.

Ahora hemos pasado al lado contrario. Actualmente, muchos padres nos informamos y tratamos de criar a nuestros hijos de una manera no autoritaria, teniendo en cuenta sus necesidades, sus características intrínsecas como niños, su propia personalidad etc. Tratamos de entenderles, de acompañarles en su crecimiento respetando sus ritmos, sus opiniones, etc. Para lograrlo, nos amoldamos a ellos en cada una de sus etapas de maduración, viviendo así de manera algo forzada una nueva infancia, una vida muy alejada de aquello a lo que como adultos estábamos acostumbrados antes de convertinos en padres. Y a veces, siento que al hacerlo nos perdemos, que de nuevo hemos dejado de importar, que lo que prevalece siempre es el otro. Antes eran nuestros padres y ahora son nuestros hijos. Siento que yo al menos, que en mi casa, que los padres de nuestra generación, estamos perdidos en un limbo en el que no nos queda más opción que estar supeditados al otro.

Mi madre y mis hijos haciendo frente común...

¿Alguien más se siente así?

¿Contaremos de verdad algún día?

¿Quizá cuando seamos abuelos?

Quizá hoy esté pesimista, pero yo no apostaría por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario