lunes, 24 de noviembre de 2014

¿QUÉ ES LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA?

Violencia Obstétrica, es la violencia ejercida por los profesionales sanitarios sobre las mujeres que acuden a ellos, para recibir atención durante los procesos fisiológicos de embarazo, parto y posparto.

La violencia en general implica que desde una posición de poder (más o menos real o figurada), alguien trata mal, humilla y/o agrede a otra persona, con el objetivo de hacer que pierda valor y energía y de esa manera imponer su voluntad sobre ella. En la violencia obstétrica la figura de poder es el profesional, que se supone que es el que sabe y en quien confiamos nuestra salud y la de nuestro bebé. 
Sin embargo, en el ámbito de la obstetricia son muy habituales las prescripciones e indicaciones que no responden a un motivo justificado por los estudios en la materia, sino que son fruto de protocolos y rutinas desfasados que se han demostrado dañinos para el bienestar físico y emocional de la gestante y su bebé, y que entorpecen y complican enorme e innecesariamente el parto. La fuerza de la costumbre constituye un obstáculo tremendo para el abandono de estas prácticas y los profesionales se resisten a reconocer que dichas prácticas son inadecuadas y a actualizar su modus operandi para adecuarlo a las recomendaciones de las autoridades sanitarias a este respecto.

La Violencia Obstétrica supone pues un incumplimiento sistemático de las Recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud a cerca de la atención al parto y de la Estrategia de Atención al Parto Normal elaborada por el Ministerio de Sanidad Español.

Por tanto, cuando hablamos de una atención violenta en la Obstetricia, no nos referimos solo a  las “malas maneras”, faltas de educación o tacto, en la relación del profesional con la usuaria del servicio, (que también son censurables e influyen negativamente en la salud de la mujer) sino también y sobre todo, a la mala praxis, es decir, a aquella atención que no está justificada según la evidencia científica, y que responde a:

· la falta de actualización de los conocimientos médicos,
· la proliferación de mitos infundados procedentes del pasado,
· los propios miedos del profesional,
· la búsqueda de su propio beneficio personal de cualquier índole (económico, rapidez, comodidad, etc.).

La Violencia Obstétrica supone un abuso de poder por parte de los profesionales en un momento de gran vulnerabilidad en la vida de las mujeres, que implica, en muchas ocasiones la vulneración de la Ley del Paciente. Las mujeres no son correcta ni suficientemente informadas al respecto de su situación, no se les ofrecen alternativas, ni se les permite decidir. En su confianza en el criterio médico y el sistema sanitario, se ven arrolladas por el mismo, viendo peligrar su salud y la de su bebé, y pisoteados sus derechos y dignidad.

Por último la Violencia Obstétrica supone una violación por parte de los sanitarios de su propio Código deontológico, que en el caso específico de los médicos reza así:
Los principios esenciales de la profesión médica se traducen en las siguientes actitudes, responsabilidades y compromisos básicos:
- El fomento del altruismo, la integridad, la honradez, la veracidad y la empatía, que son esenciales para una relación asistencial de confianza plena.
- La mejora continua en el ejercicio profesional y en la calidad asistencial, basadas en el conocimiento científico y la autoevaluación.
- El ejercicio de la autorregulación con el fin de mantener la confianza social, mediante la transparencia, la aceptación y corrección de errores y conductas inadecuadas y una correcta gestión de los conflictos.

La Violencia Obstétrica es un tipo de Violencia de Género pues se inflige exclusivamente sobre las mujeres, pero hoy, 25 de Noviembre “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres”, no oiremos hablar de ella en los medios de comunicación porque es una violencia interiorizada y aceptada por la sociedad. A muy pocos nos escandalizan las respuestas de algunos ginecólogos a las madres en las consultas, las cesáreas programadas sin razón, el uso indiscriminado de oxitocina en las maternidades o el elevado porcentaje de episiotomías. La sociedad todavía asume como “normal” cosas que son habituales pero inadecuadas y perjudiciales. Falta difusión de este problema para crear conciencia y que se produzca un cambio de mentalidades, tanto en los profesionales para que no la inflijan, como en las mujeres para que dejemos de sufrirla sin quejarnos y denunciar.

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