jueves, 17 de mayo de 2012

VINCULO MATERNO SEGÚN LA VANGUARDIA


Ya solo el título del articulo es tendencioso: “Vínculo madre e hijo, ¿hasta donde?”, como si hubiera o debiera de haber un límite físico o temporal al vínculo.
¿Dónde está ese límite? ¿Quién lo pone? ¿En base a qué? ¿Por qué esa obsesión con poner límites al amor y al contacto? ¿Quién se cree con derecho a decirme hasta cuando debo dar o no el pecho a mi hijo, donde debo acostarle o instarme a que no lo coja en brazos? En realidad, lo hace todo el mundo: los abuelos, los tíos, la vecina de enfrente, la tendera, el que pasa por la calle… todo el mundo reprende a las madres que damos la teta a niños “mayorcitos”, que dormimos con ellos, o los llevamos en brazos cuando nos lo piden porque están cansados o quieren mimos.
Sin embargo nadie pone el grito en el cielo cuando unos padres se dejan un pastón en la farmacia todos los meses para alimentar a su bebé cuando podrían alimentarle gratis con el pecho. Nadie se escandaliza cuando los padres dejan a un bebé de 4 o 5 meses 8 horas solito en una guardería. Nadie se indigna por que se deje a un bebé varias horas llorando en la cuna hasta que rendido y agotado se queda por fin dormido. Y lo hacen por tres motivos: ignorancia, prejuicios y resentimiento.

Ignorancia porque no tienen ni idea de lo que los niños necesitan, a pesar de haber sido ellos mismos niños o de tener incluso hijos propios. No saben lo que necesitan y aunque lo sepan o lo intuyan han decidido ignorarlo por el motivo que sea.

Rebosan prejuicios inculcados por la sociedad y la cultura. Repiten constantemente como si fuera un mantra toda una serie de frases hechas que no saben muy bien de donde han salido, ni cual es su razón de ser o justificación, y se las creen a pies juntillas: “lo vas a malcriar”, “no va a salir de tus faldas”, “nunca abandonará la cama”, “tiene que acostumbrarse”…

Y el resentimiento les nubla la visión. Si, hablo de resentimiento, de un dolor sordo e inconsciente que guardamos muchos dentro, por no haber recibido de pequeños lo que ansiábamos, y haber sufrido por la indiferencia y lejanía de nuestros padres. No podemos dar lo que nunca hemos recibido y si conseguimos hacerlo es a base de mucho esfuerzo. No nos sale natural, es algo que hemos de trabajar y si no somos capaces de hacerlo, lo único que nos queda es arremeter contra quienes actúan de manera diferente, intentando desacreditarles para tranquilizar nuestras conciencias: “si consigo “demostrar” que ellos lo hacen “mal”, por exclusión demostraré que yo hice, hago o haré lo correcto”.

Como madre que “cría con apego”, me gustaría aclarar varias cosas: primero que yo no juzgo, ni me gusta ser juzgada. La discusión a cerca de la “calidad maternal” en función de las opciones que cada cual elije para criar a sus hijos no existe. Criar con apego es lo mejor, tanto desde el punto de vista sanitario como emocional, lo dicen los expertos y las autoridades sanitarias. Las madres que criamos con apego no tildamos de “malas madres” a quienes no lo hacen, lo único que hacemos es difundir información a cerca de las ventajas y beneficios que nos reporta a nuestras familias hacerlo así, y nos gusta contar nuestras experiencias para que sirvan de ayuda a quienes estén interesados en este tipo de crianza, pues quienes elegimos esta vía, no contamos con mucho apoyo, ni ayuda social ni institucional.

La polémica la crean los medios de comunicación y está alimentada por quienes se sienten atacados al ver que hay otra forma diferente de criar a los niños, diferente a la que ellos practican o han practicado y que les lleva a plantearse si la suya es o no la mejor opción.

Nadie es mejor o peor madre que nadie, cada cual hacemos lo que sabemos, podemos y queremos en cada momento. Pero hay cosas que son evidentes: para el bebé es mejor la leche “humana”, leche de su especie, que la de cualquier otro animal. Cualquier bebé prefiere un pecho calentito a una tetina fría de plástico. Los bebés sufren y lloran cuando están solos. Esa es su naturaleza y esas son sus necesidades: pecho y compañía. Y no hace falta leerse muchos libros para comprender esto, solo necesitamos estar conectadas con nosotras mismas, nuestros bebés y nuestro instinto para descubrirlo.
A partir de ahí cada cual puede elegir como actuar, siendo consciente de lo que implica su decisión.

Se habla de no caer en “extremismos” y aplicar el “sentido común”, pero como suele decirse: “el sentido común, es el menos común de los sentidos”, cada uno tenemos el nuestro, y el mío me dice que si mi  hijo pide teta es porque la necesita y yo se la doy, si mi hijo pide brazos es porque los necesita y mi labor es brindárselos. Mi sentido común me dice que si tanto él como yo, dormimos más y más a gusto juntos, pues lo lógico es que lo hagamos así, aunque esto implique no hacer gasto en adquirir una cuna.

Se da a entender que el bebé y las labores maternales anulan a la madre, que deja de ser persona para ser esclava del pequeño. No voy a decir que es un camino de rosas, pero tampoco es una tortura. Es una experiencia muy satisfactoria que además dura poco tiempo. Se trata de “darse a otro”, de hacer un ejercicio de generosidad, de dejar de mirarse al ombligo por una temporada y atender las necesidades primarias de un ser indefenso, de darle prioridad porque es lo que toca.

Estoy de acuerdo en que la coyuntura socio-económica actual no ayuda a criar con apego, hacerlo no es fácil, por eso hay que reclamar a las autoridades que ayuden a las familias y que se establezcan mecanismos de conciliación real, en lugar de estigmatizar y tratar de ridiculizar a quienes defienden esta forma de crianza.
En nuestra sociedad actual para una pareja con hijos, tener vida social, laboral, familiar y espacios propios es muy complicado, y esto es así porque las parejas estamos muy solas en la crianza, es imposible hacerlo todo a la vez y en muchas ocasiones no queda otra que elegir en función de las circunstancias de cada cual. Hay quien decide dar prioridad a los hijos, y lo hace con gusto, porque es lo que creé mejor para la familia y lo que le reporta más satisfacciones. No se trata de hacer sacrificios y estar amargado, se trata de amoldarse a las nuevas circunstancias y ser consecuente con la decisión de haberse convertido en padres. Hay algo que se nos olvida y es que los niños no son mascotas a las que con hacerles un par de carantoñas al día ya es suficiente. Tampoco son champiñones que crecen solos en el campo. Necesitan compañía, que se les cuide, que se les dedique tiempo y eso es en parte lo que se les ofrece a través de la llamada crianza natural o con apego.

En varias ocasiones se hace referencia al problema del trabajo, y se hace distinciones entre madres trabajadoras y madres que no lo son. La línea de separación entre unas y otras se marca única y exclusivamente en que el trabajo sea fuera del hogar y remunerado. Sin embargo creo que aquí está el mayor error de base, y este es, el no considerar la labor maternal como un trabajo. Si el que cuida el bebé es un extraño, en una guardería y lo hace a cambio de dinero, está trabajando. Si esa misma labor la realiza la propia madre, en su casa y gratis, parece que no está haciendo nada, cosa que es muy injusta y que no se ajusta a la realidad.

Por otro lado, la realización personal no siempre depende de la vida laboral o profesional. No nos engañemos: la gran mayoría de las personas, tanto mujeres como hombres, trabajan porque no les queda otro remedio, esto es: trabajan para vivir, no viven para trabajar. Muchas personas trabajan única y exclusivamente por el salario, en puestos que no les reportan ninguna satisfacción personal.  Cuando viene un niño a la familia, muchas madres sufren al tener que reincorporarse al trabajo, lo hacen porque no les queda mas remedio, porque necesitan el dinero para p ej: pagar la hipoteca, pero si se lo pudiesen permitir se quedarían en casa con sus bebés. Los niños también sufren con esta separación tan temprana. Por lo que el mundo laboral no es el mundo de fantasía que nos quieren vender. La mujer no es siempre feliz en el trabajo y desgraciada en el hogar. Es factible, y de hecho ocurre cada vez más, que las mujeres se están pidiendo excedencias para cuidar de sus hijos el máximo tiempo posible, y retrasan lo que pueden la vuelta al mercado laboral. Y lo hacen no por obligación sino porque disfrutan de la maternidad y de sus hijos. Para quien considera que los niños son siempre una carga y un fastidio puede ser difícil de creer e imposible de asimilar, pero cuidar de los hijos propios es algo satisfactorio y hay a quienes nos gusta hacerlo.

Por último tres cosas importantes: una es que según las Autoridades Sanitarias la lactancia materna es lo mejor y debe ser exclusiva hasta los 6 meses y el alimento principal complementado con otros hasta los dos años. Por lo que dar el pecho solo hasta reincorporarse al trabajo, tras nuestra “ridícula” baja maternal española de 16 semanas, es insuficiente, y destetar porque sí, al bebé antes de los 2 años también es ridículo, pues suponer tener que cambiar nuestra leche gratuita por otra de peor calidad que hemos de comprar en la farmacia o en el supermercado.

Lo segundo es que el papel del padre es fundamental en la “crianza con apego”, ambos progenitores son importantes para el niño y cada cual cumple un papel diferente y complementario. Pero la madre es protagonista, le pese a quien le pese, durante los primeros meses. Es la hembra quien tiene los pechos de los que brota la leche, esa es nuestra naturaleza. El vínculo con el padre también es especial y se va creando poco a poco. No hay beneficio alguno para las familias en tratar de crear situaciones artificiales para dar protagonismo a unos en detrimento de otros. La voz del niño es la que hay que escuchar, porque de lo que hablamos es de su cuidado, y al principio la madre es insustituible, al igual que es imprescindible para su cría,  cualquier hembra mamífera de cualquier especie animal que acabe de dar a luz.

Lo tercero, es que es absolutamente falso, que dando el pecho mas allá de los 2 años se esté dificultando la socialización de los niños. Cada niño es un mundo, independientemente de que tome teta o biberón. Los hay más o menos extrovertidos, más o menos cariñosos, más o menos atrevidos,… hay que respetar la personalidad de cada cual y no tratar de estandarizarlos y establecer plazos arbitrarios que les obliguen a ser o comportarse de una u otra manera según la edad. Los niños de teta suelen ser muy empáticos, cariñosos, inteligentes e independientes. Si, si, han leído bien. Todo lo contrario de lo que se da a entender en este articulo agresivo, tendencioso, irrespetuoso y sin una pizca de objetividad. Los niños de más de dos años que toman teta son niños absolutamente normales, que se relacionan con otros adultos y juegan con otros niños como cualquier otro niño. Son niños que toman teta, donde y cuando quieren tomarla y su madre se lo permite. Muchos usan la teta para consolarse tras una caída en el parque, para irse a dormir, cuando están aburridos o les apetece estar un ratito con mamá. Y el resto del tiempo se lo pasan jugando con sus juguetes, peleando con sus hermanos o viendo dibujos en la tele como cualquier niño de su edad.

Quienes han elaborado este artículo podrán o no querer practicar la “Crianza con apego” pero lo que no pueden es decir que es mala para la madre o para el bebé, porque eso no es cierto. Puede que sea “mala” para la sociedad capitalista y de consumo, porque implica menos gasto en todos los sentidos, pero en absoluto es perjudicial para las familias. Les pediría por favor, que no mientan, que se documenten mejor, que muestren un poco de rigor y de respeto y basen sus informaciones en datos contrastados, y no usen un medio nacional que tiene tanta repercusión únicamente para difundir sus prejuicios y opiniones personales.

miércoles, 2 de mayo de 2012

PRIMER CUMPLE CON AMIGUITOS


¡Ángel ha cumplido 6 añitos! Y por primera vez hemos hecho una fiesta a la que hemos invitado a sus amiguitos. La idea era juntarnos en el parque y que los niños corretearan por allí, pero por desgracia llovió y tuvimos que quedarnos en casa. Ángel invitó a muchos niños y yo temía que nos fuéramos a caber en casa, que los chicos se agobiaran, que rompieran cosas,… vamos lo normal en estos casos. Por eso me pasé la mañana del sábado guardando cosas delicadas y  jugando al tetris con los muebles para hacer sitio.

Los preparativos fueron complicados, o más bien diría algo estresantes por la novedad y porque teníamos el handicap de que habíamos invitado a una niña alérgica a la proteína de la leche, por lo que nada de lo que pusiéramos para comer podía contener leche. La mamá de la niña me dio un listado de productos aptos para ella. En la lista había cosas de las habituales en cualquier fiesta infantil, como refrescos o patatas fritas, pero también había otras muy específicas que me costó más localizar. ¡Es increíble como todo, hasta las cosas más insospechadas, llevan actualmente leche! La mala suerte hizo que al final esa niña se pusiese mala y que no pudiera venir al cumple.

Hubo otras bajas más, unas avisaron y otras no, incluso hubo una niña que a pesar de estar malita y no encontrarse bien, se pasó un momento por la fiesta sólo para darle su regalo a Ángel. Yo había comentado que no hacía falta que le regalaran nada, que con su presencia era suficiente, pero la gente hizo caso omiso de mi sugerencia y le regalaron un montón de cosas, todas ellas muy acertadas y que a Ángel le hicieron mucha ilusión.

Pusimos el túnel en el pasillo y montamos la tienda de campaña, en la que Bubo aprovechó para tener sus primeros escarceos amorosos con su amiga Irene. Al preguntarle al día siguiente sobre el suceso, él contestó: “la besé para probar”.

Como anécdota decir que a Ángel se le cayó el segundo paleto en mitad de la fiesta mientras comía un sándwich de chorizo.

Como escampó, Luis bajó con los niños un ratito a jugar a la pista de baloncesto y cuando subieron estaba ya preparada la piñata que hizo las delicias de todos.

Como no teníamos tarta, porque no la habíamos comprado por el tema de la alergia a la leche, improvisé una en cuestión de segundos: abrí por la mitad un pan de perrito, lo unté de nocilla y pusimos encima seis velitas pequeñas. La mini tarta fue todo un éxito de crítica y público entre los pequeños, algo a tener muy en cuenta para próximos cumpleaños.

Creo que todo salió bastante bien, no hubo destrozos, ni accidentes, fue una tarde muy agradable tanto para los adultos como para los chicos que se lo pasaron genial. Eso sí, no sé los demás, pero los padres del cumpleañero terminamos destrozados del cansancio.

¡Muchas felicidades Ángel!