Nunca se qué poner cuando me preguntan en algún cuestionario mi profesión.
He pasado diez años trabajando en el departamento de administración de un pequeño estudio gráfico y en mi contrato figuraba la categoría de Administrativa, pero yo nunca me he sentido como tal. Soy Licenciada en Administración y Dirección de Empresas y quedaría raro poner que soy “Administradora y Directora de Empresas”, además de que nunca hay tantas casillas como para que quepa tal “título nobiliario”.
En diciembre de 2008 nació Jesús, y tras la baja maternal solicité una excedencia, que en principio iba a durar hasta que el niño tuviera 9 meses, pero por diversos motivos (falta de trabajo y que Jesús no terminaba de acostumbrarse a la guardería) se alargó hasta junio de este año, en que, como a otros muchos españolitos, me pusieron de patitas en la calle porque la empresa iba a desaparecer.
Total, que estoy en paro por primera vez desde que me licencié, pero no he dejado de trabajar. Trabajo criando a un bebé, que por cierto está mil veces más a gusto conmigo que yendo a la guardería. Y estoy en casa, si. Pero mi casa dista mucho de estar como “los chorros del oro”, porque me paso el día, dando teta, paseando y jugando en casa o en el parque. Los frutos de mi trabajo no son monetarios. Nadie me paga por hacer lo que estoy haciendo. No tengo horario, ni un jefe, pero aún así hay días que resultan muy estresantes. Tengo una gran responsabilidad entre mis manos, que es acompañar a un pequeño ser humano en su desarrollo, cuidarlo e intentar que tenga una existencia feliz. Los resultados de mi labor no se ven inmediatamente y habrá quién piense que lo que yo estoy haciendo no tiene mérito, que puede hacerlo cualquiera, probablemente mucho mejor que yo. Quizá sea cierto, pero por muchos errores que cometa, sé que mis hijos me los perdonarán porque soy su mamá y madre no hay más que una…
La maternidad está muy desprestigiada. Parece que si no trabajas fuera, no estás haciendo nada. Quedarse en casa parece sinónimo de comodidad, vaguería, dependencia y falta de inquietudes o ambición. Nada más lejos de la realidad.
Es ahora que soy madre, cuando me siento más segura de mi misma y de mis capacidades, cuando estoy desarrollando más plenamente mis aptitudes y mi capacidad creativa (¡sí, yo tenía de eso!), cuando más me preocupo por lo que pasa a mi alrededor. Y precisamente por eso voy a dedicar un tiempo a cuidar en exclusiva de mis hijos, porque considero que es mi responsabilidad y mi mejor aportación para hacer de éste, un mundo mejor. Porque hay muchas personas que pueden registrar y contabilizar facturas, o pagar a proveedores, pero para estar con mis hijos la más adecuada, soy yo.
Dijo Zapatero hace unos días algo así como que, los que hacen cursos de formación, no están parados. Yo añadiría que las mamás que estamos cuidando de nuestros hijos tampoco lo estamos. Y por desgracia, hay muchas que no cobran ningún subsidio por hacerlo.
Efectivamente, mi profesión actual es MAMI, con mayúsculas, y estoy orgullosa de ello.
A todas las mamás que se agobian en casa con sus bebés porque tienen la sensación de no estar haciendo nada, y que añoran la oficina porque allí se sentían más útiles y valoradas. Y a todos los que cuestionan la actividad de las mamás a tiempo completo, les recomiendo este libro: “Lo que hacen las madres”.
He pasado diez años trabajando en el departamento de administración de un pequeño estudio gráfico y en mi contrato figuraba la categoría de Administrativa, pero yo nunca me he sentido como tal. Soy Licenciada en Administración y Dirección de Empresas y quedaría raro poner que soy “Administradora y Directora de Empresas”, además de que nunca hay tantas casillas como para que quepa tal “título nobiliario”.
En diciembre de 2008 nació Jesús, y tras la baja maternal solicité una excedencia, que en principio iba a durar hasta que el niño tuviera 9 meses, pero por diversos motivos (falta de trabajo y que Jesús no terminaba de acostumbrarse a la guardería) se alargó hasta junio de este año, en que, como a otros muchos españolitos, me pusieron de patitas en la calle porque la empresa iba a desaparecer.
Total, que estoy en paro por primera vez desde que me licencié, pero no he dejado de trabajar. Trabajo criando a un bebé, que por cierto está mil veces más a gusto conmigo que yendo a la guardería. Y estoy en casa, si. Pero mi casa dista mucho de estar como “los chorros del oro”, porque me paso el día, dando teta, paseando y jugando en casa o en el parque. Los frutos de mi trabajo no son monetarios. Nadie me paga por hacer lo que estoy haciendo. No tengo horario, ni un jefe, pero aún así hay días que resultan muy estresantes. Tengo una gran responsabilidad entre mis manos, que es acompañar a un pequeño ser humano en su desarrollo, cuidarlo e intentar que tenga una existencia feliz. Los resultados de mi labor no se ven inmediatamente y habrá quién piense que lo que yo estoy haciendo no tiene mérito, que puede hacerlo cualquiera, probablemente mucho mejor que yo. Quizá sea cierto, pero por muchos errores que cometa, sé que mis hijos me los perdonarán porque soy su mamá y madre no hay más que una…
La maternidad está muy desprestigiada. Parece que si no trabajas fuera, no estás haciendo nada. Quedarse en casa parece sinónimo de comodidad, vaguería, dependencia y falta de inquietudes o ambición. Nada más lejos de la realidad.
Es ahora que soy madre, cuando me siento más segura de mi misma y de mis capacidades, cuando estoy desarrollando más plenamente mis aptitudes y mi capacidad creativa (¡sí, yo tenía de eso!), cuando más me preocupo por lo que pasa a mi alrededor. Y precisamente por eso voy a dedicar un tiempo a cuidar en exclusiva de mis hijos, porque considero que es mi responsabilidad y mi mejor aportación para hacer de éste, un mundo mejor. Porque hay muchas personas que pueden registrar y contabilizar facturas, o pagar a proveedores, pero para estar con mis hijos la más adecuada, soy yo.
Dijo Zapatero hace unos días algo así como que, los que hacen cursos de formación, no están parados. Yo añadiría que las mamás que estamos cuidando de nuestros hijos tampoco lo estamos. Y por desgracia, hay muchas que no cobran ningún subsidio por hacerlo.
Efectivamente, mi profesión actual es MAMI, con mayúsculas, y estoy orgullosa de ello.
A todas las mamás que se agobian en casa con sus bebés porque tienen la sensación de no estar haciendo nada, y que añoran la oficina porque allí se sentían más útiles y valoradas. Y a todos los que cuestionan la actividad de las mamás a tiempo completo, les recomiendo este libro: “Lo que hacen las madres”.
Bravo Candy!
ResponderEliminarLos que piensen que no tiene mérito, pues eso, que lo piensen, allá ellos.
Me ha gustado mucho cuando aludes a la potenciación de aptitudes al ser madre, es justo lo que siento yo, está emergiendo mi creatividad, y la omnipotencia de ser madre es un sentimiento verdadero.
Besos