¿Qué es lo que falla en
la atención al parto en España? ¿Por qué tenemos cifras tan altas
de cesáreas, partos instrumentales, episiotomías y demás? ¿Por
qué no se produce un cambio en el tipo de atención? ¿Por qué los
sanitarios ignoran las recomendaciones de las autoridades al
respecto?
Estos son en mi opinión, los 10 grandes problemas de la atención al parto en España.
La ginecracia y la
falta de autonomía y fuerza del colectivo de matronas.
En España, a pesar de
que el cuidado de la salud sexual y reproductiva de la mujer es
competencia de la matrona, el “poder” lo ostentan los
ginecólogos. En la sanidad privada las matronas brillan por su
ausencia y en general a la hora del parto son dirigidas y
subordinadas a las directrices que les dan los ginecólogos que
ejercen de “jefes” de ellas, desautorizándolas e invadiendo sus
competencias.
Los ginecólogos no están
formados para atender partos normales si no para detectar y curar
patologías, son mucho más intervencionistas y con ello consiguen
complicar los partos innecesariamente.
La mala formación
de las matronas, en especial las deficiencias del sistema de
residencia en los hospitales.
En la universidad la
formación que reciben las matronas es muy técnica. Hace falta
incidir más en la dimensión emocional del parto y en su aspecto
fisiológica y animal. La parte práctica de la formación tiene
lugar a través de residencias en hospitales muchas veces poco
respetuosos, donde las estudiantes se ven obligadas por sus
superiores a atender a las mujeres de formas con las que no están de
acuerdo y que son contraproducentes para poder aprobar y conseguir su
título. Mientras la formación de las matronas esté en manos y dependa de "saurios" con una visión intervencionista del parto, estas no podrán aprender a atender los partos adecuadamente.
El escaso número
de matronas y la “funcionarización de su trabajo”.
El número actual de
matronas es insuficiente y se sacan muy pocas plazas nuevas al año.
Esto hace que tengan sobresaturación de trabajo y poco tiempo para
atender a las mujeres. Estamos muy lejos de cumplir con el objetivo
de “one to one”, esto es, que en el parto exista una matrona para
cada mujer y que la atienda durante todo el proceso. El sistema
funcionarial no favorece el que la mujer conozca de antemano a su
matrona y pueda contar con ella siempre que la necesite. Por el
contrario, las mujeres nos vemos obligadas a dar a luz con completas
desconocidas a nuestro lado, que tienen que atender varios partos a la vez.
El pésimo sistema
educativo.
Nos educan para ser
obedientes, para callar y no cuestionar a la autoridad, de manera que
acatamos todas las órdenes del sanitario sin preguntar y aunque no
nos apetezca hacerlo. Damos por supuesto que todas las pruebas y
procedimientos son obligatorios y nos cuesta un triunfo salirnos de
la norma, ser asertivas y decir que no, aunque estemos en nuestro
derecho a hacerlo.
La santificación
de la ciencia y los médicos procedente de otras épocas.
El cura, el profesor y el médico eran las autoridades de antaño,
objetos de respeto, devoción, admiración, incluso miedo y
obediencia ciega. A día de hoy sigue existiendo este sentimiento en
la sociedad. Establecemos consciente o inconscientemente una
jerarquía en la que el sanitario está por encima de nosotros porque
“sabe más”, porque ha estudiado. De esta manera admitimos el mal
trato como si lo merecieramos, nos infantilizamos al recibir
reprimendas que creemos que merecemos por por ejemplo haber engordado
demasiado y delegamos en esa figura-padre la toma de decisiones y el
control de nuestro cuerpo, porque nos hacen sentirnos con su trato pequeñas e incapaces
de decidir por nosotras mismas.
El machismo o
violencia de genero asumida por la sociedad.
Las cosas de mujeres
importan menos. Los sentimientos y las sensaciones de las mujeres se
desprecian. Se nos acusa de excesivamente emocionales y se resta
importancia al aspecto psicológico y afectivo en la atención a la
salud. Se tiene poco respeto por nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.
Se nos trata como meros contenedores del bebé y se nos manipula con
la excusa de que es por el bien del mismo independientemente del daño
que se nos inflija.
La desinformación
a cerca de nuestros derechos como usuarias.
Las mujeres desconocemos
cuales son nuestros derechos como usuarias del sistema sanitario. No
sabemos que podemos negarnos a procedimientos, que nos tienen que
pedir permiso para cada cosa que nos quieran hacer, etc.
La desinformación
sobre los procesos naturales.
Desconocemos también
como tienen lugar los procesos naturales del embarazo, parto y
lactancia. Se analiza todo desde una perspectiva tecnicista,
matemática y patológica. Creemos que hay que hacer, o nos tienen
que hacer cosas para poder parir, cuando lo único que hay que hacer
es dejar que pase. No conocemos que facilita el parto por lo que no
tenemos referencias para evaluar la calidad de la atención recibida.
La falta de
agilidad, de experiencia y jurisprudencia y los elevados costes del
sistema judicial.
Sin duda, y a pesar de la
opinión de muchos, no hay suficientes denuncias contra la mala
práxis. No las hay porque no hay costumbre, no hay conciencia del
delito y el daño ocasionado y sufrido, no hay abogados que entiendan
el tema y porque muchas mujeres no pueden costearse presentar una
denuncia. Si hubiera más sentencias condenatorias en casos de
violencia obstétrica la atención mejoraría ostensiblemente. Las
recomendaciones sanitarias deberían así mismo convertirse en leyes
de obligado cumplimiento para que los profesionales se las tomasen en
serio y empezasen a cumplirlas.
La falta de
confianza de las mujeres y el miedo al parto.
Desde los medios y el
entorno se cuestiona continuamente nuestra capacidad de parir. Lo que
vende es mostrar quirófanos, batas verdes y material quirúrgico. En
la ficción todos los partos son complicados y mujeres y bebés son
siempre salvados por el médico. La ficción traspasa la pantalla e
inunda la realidad, sugestionándonos y metiéndonos el miedo en el
cuerpo. Con miedo los partos son más difíciles, perdemos el control
y lo dejamos en manos de terceros que toman decisiones muchas veces
velando más por su propio interés que por el de los pacientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario