No me gustan. De hecho creo que
lo que menos me gusta de la maternidad es que mis hijos se peleen. No se porque
ocurre, como evitarlo y sobre todo como lograr que no me irrite tanto.
Pregunto a otras madres y me
dicen que es normal, que todos los hermanos se pelean, que no hay que darle
mucha importancia. Se supone que da igual el sexo y la edad que les separe, se
pelean porque es lo que tienen que hacer. De hecho en la naturaleza vemos
muchas crías de mamíferos que juegan a perseguirse, atraparse y darse
garrotazos. Pero la razón para ello es que esos animales están practicando el arte
de la caza, cosa que no necesitamos hacer ya los seres humanos para sobrevivir.
Yo no tengo tan claro que las peleas fraternales sean inevitables. La culpa siempre acecha a las madres que pensamos que algo hemos hecho o estamos haciendo mal para que en lugar del amor y la armonía, reinen en nuestro hogar los gritos y las patadas voladoras.
Los motivos de las disputas
suelen ser diferencias de pareceres respecto a las reglas de los juegos,
codiciar el mismo juguete y la competencia por ser siempre el ganador: el que
mete más goles, el más rápido o el que tiene los mejores superpoderes.
Últimamente se ha añadido a la lista el hecho de que el mayor siempre quiere
mandar y le dice al pequeño lo que tiene que hacer y como y el pequeño se
rebela ante esta “dictadura”.
Por mucho que lo intente soy
incapaz de empatizar con ellos cuando se desata una guerra por motivos que a mi
parecer son bastante peregrinos. Quizá yo la armase igual de pequeña, no me
acuerdo, pero ahora, desde la mirada de adulta, todas estas problemáticas me
resultan lejanas, ajenas, y las reacciones que provocan en ellos demasiado
exageradas. Ya se sabe que los niños son todo emocionalidad y son susceptibles
de representar el más abigarrado drama griego por un “quítame allá ese lego”.
Quizá si las peleas fuesen
silenciosas, en la intimidad de su habitación, yo las llevaría mejor, pero
cuando ocurren siempre me entero y no puedo evitar intervenir. Un amigo me
preguntó hace poco: ¿qué pasaría si no intervienes? Pues no lo sé. Quizá
debería dejar que solucionasen solos sus conflictos, pero no quiero que lleguen
a las manos y no soporto que el mayor manipule al pequeño aprovechándose de la
diferencia de edad, así que siempre me meto por medio para restituir la paz
ambiental.
Otro tema es lograr averiguar
porque este asunto me pone tan nerviosa. A mi marido no le altera tanto como a
mí, de hecho no le altera nada. Quizá no le altera porque siempre soy yo la que
resuelve los conflictos mediante mi intermediación, perdiendo en ocasiones los
nervios, mientras él se mantiene al margen protegiendo así su estabilidad
emocional.
¿Llegará un día en que las peleas
se espacien en el tiempo o dejen definitivamente de producirse? ¿Se
recrudecerán los enfrentamientos cuando lleguen a la pubertad? ¿Tendré que
recurrir finalmente a las drogas para sobrellevarlo?
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