viernes, 11 de marzo de 2011

IMPASIBLES ANTE EL LLANTO

Cuando un bebé llora puede hacerlo por diversos motivos: por hambre, irritabilidad por cansancio o sueño, por dolor o enfermedad, malestar por frío, calor u otro tipo de incomodidad, por nerviosismo o excitación excesiva, o simplemente por necesidad de contacto, es decir por un miedo visceral y ancestral a estar solo.

A medida que crece, aparece otro motivo: la frustración, es decir, llora por ser incapaz de hacer algo que quiere hacer, o conseguir algo que desea. Por ejemplo, justo antes de empezar a andar, los niños pueden tener crisis de llanto. Intentar mantenerse en pie y no conseguirlo es algo que puede llegar a desesperar y los niños expresan mediante el llanto su impaciencia por conseguir dar ese paso tan importante en su desarrollo.

Aunque el niño ya sepa hablar, utilizará durante mucho tiempo más el llanto como medio de comunicación por dos motivos:
1.- Porque él mismo a veces no es capaz de entender o identificar el motivo de su inquietud.
2.- Porque aunque lo sepa, no posee un vocabulario y capacidad de expresión suficiente para poder plasmar con palabras aquello que le sucede.

A mi particularmente, todos los motivos de llanto que he expuesto me parecen justificados y válidos, y por tanto, dado que el niño es incapaz normalmente de solucionar por si mismo sus problemas, creo que es obligación de los padres acudir a su llamada, tratar de averiguar lo que le ocurre y dar pronta solución a la situación.

Sin embargo existe “otro” motivo por el que los niños supuestamente lloran y es “llamar la atención y manipularnos”. Resulta que esta teoría no solo es aceptada por gran parte de nuestra sociedad sino que tiene el poder de anular a los demás motivos que originan el llanto, convirtiéndose en el único objetivo por el que nuestros niños sueltan lagrimas por sus ojitos. De esta manera, desoímos su llanto y no les damos de comer cuando lo piden sino cada tres horas como dice el pediatra, no vaya a ser que se nos malacostumbre. No los cogemos en brazos por el mismo motivo, ya que el niño no necesita de nuestros abrazos y compañía, su llamada es sólo un capricho que no debemos consentir. Y a medida que pasa el tiempo, a base de obligarnos a no hacer caso al llanto para no sentirnos manipulados y controlados por el pequeño, nos volvemos impasibles al mismo. Creemos que estamos educando a nuestros hijos cuando lo que estamos haciendo es ser crueles con ellos al ignorar descaradamente sus peticiones de ayuda.

El instinto materno lleva a reaccionar siempre ante el llanto de nuestro bebé e intentar calmarlo. Si ahora las madres no lo hacemos así, es porque escuchamos más los consejos que vienen de fuera que lo que nos dicta el corazón.
Estoy segura de que si todas las mujeres nos quedásemos sordas tras el parto y tan solo oyéramos los sonidos que emite nuestra cría, ningún llanto sería desatendido y ningún bebé sufriría mientras llora esperando algo que nunca llega.

miércoles, 9 de marzo de 2011

COMPARTIR LA CRIANZA O COMPARTIR LA LACTANCIA

Cuando alguien alaba la función “materna” y pone de manifiesto la necesidad de que, por el bien de la salud de nuestra sociedad, madres y bebés deberían poder pasar más tiempo juntos durante sus primeros meses de vida, sin que esto vaya en detrimento de la posición laboral y profesional de la mujer, siempre suelen surgir voces que reclaman una mayor “participación” del padre en esos momentos. Se quejan de que con la “excusa” de la lactancia materna, las mujeres nos tornamos indispensables e insustituibles y eso deja a los varones fuera de juego. Parece que las madres somos unas acaparadoras que no queremos compartir a nuestro “pequeño tesoro” con ellos. Pero no somos unas egoístas, simplemente somos mamíferas. Tras el parto, de nuestros senos brota leche para alimentar a nuestras crías. Es algo natural, no una artimaña con la que pretendemos dejar en un segundo plano a los padres de las criaturas. Pero a veces, parece que tenemos que pedir perdón por poder hacer algo que está fuera del alcance masculino.

A mi entender, si quien defiende una mayor “presencia” del padre en esos momentos es una mujer, lo hace por un concepto equivocado de la igualdad y la cooperación, pues en realidad, un hombre que para sentirse involucrado en la crianza, sustituye el pecho de su mujer por un biberón, lo que está haciendo no es compartir con ella las tareas maternales sino usurpárselas. Cada uno tiene una función, y la del genero masculino no es la de alimentar, pues si fuese así, la leche saldría de sus tetas y no de las nuestras.
Cuando quien hace esta reivindicación es un hombre, demuestra que se mueve por un ansia de poder, por querer tener el control de la situación en esta faceta de la vida, al igual que la tiene en las demás. “¿Cómo va mi mujer a alimentar a mi niño y yo no? Eso se soluciona dándole un biberón”. Así él se siente satisfecho, aunque darle un biberón no sea lo mejor para su hijo ¿Quién se comporta entonces de manera egoísta? La lactancia es una de las pocas cosas exclusivas de las mujeres, donde las mujeres mandamos, y eso la sociedad no termina de aceptarlo.

Ejemplos de cosas que los padres pueden hacer con sus hijos
Las autoridades sanitarias nos hablan de lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses. Creo que es un tiempo suficientemente corto para que el padre pueda “soportarlo”. Durante este tiempo puede interactuar de otras muchas maneras con su bebé, diferentes a la alimentación. Estas son las que se me ocurren a mí: cambiarle los pañales, bañarle, vestirle, cortarle las uñitas (tarea importante y complicada donde las haya), pasearle con el carrito o metido en la mochila, dormirle en brazos, calmarle cuando se encuentra agitado, acariciarle, cantarle nanas, hacerle cosquillas o pedorretas, etc.…Tras esos meses, el padre puede colaborar en la introducción de la alimentación complementaria, dándole las papillas en caso de que sea eso lo que tome el bebé.

Y eso referido exclusivamente al cuidado del recién nacido, porque existen otros ámbitos en los que la “ayuda” del padre es igualmente necesaria, como son: las tareas domésticas y el cuidado de los hijos mayores.Un bebé demanda TODA la atención, por lo que lo normal es que al final del día no hayamos tenido ni un solo momento para limpiar el polvo o pasar la aspiradora, con lo que tenemos la casa “hecha unos zorros”. Si la familia tiene posibles y puede contratar servicio doméstico, problema solucionado, pero si no es así, lo suyo es que el marido se remangue y se encargue de esas cosas cuando llegue a casa. Durante unos meses la mejor manera de “sentirse parte de…” es facilitándole la vida a su mujer, para que ella pueda dedicarse por completo al niño.
Por otra parte, alguien tiene que atender a los hijos mayores, que también requieren cuidados y atención y de nuevo sería el padre quién debería encargarse de esto para contribuir a la armonía familiar y que todos vean satisfechas sus necesidades y se sientan queridos y tenidos en cuenta.

No hay que confundir “compartir la crianza” con “compartir la lactancia”, porque no es lo mismo. Se puede conseguir la primera sin practicar la segunda.
También deberíamos informarnos de las consecuencias antes de elegir cualquier cosa para nuestros hijos. Si el objetivo es compartir la lactancia quizá sea más adecuado optar por la lactancia artificial, que evidentemente es más fácil de compartir. La lactancia materna es lo mejor sin duda, pero funciona solo si es a demanda y si se practica en vivo y en directo, piel con piel, puesto que lo que estimula la producción es que el bebé succione. Cuando la mamá se ausenta por el motivo que sea, puede extraerse leche y dejársela al padre, para que él alimente al bebé en su ausencia. Ahí el padre demuestra ser un gran apoyo. Pero lo que no tiene sentido ninguno es que estando la mujer presente y pudiendo ofrecerle directamente el pecho, no lo haga para que el padre se pueda sentir “útil” enchufándole el biberón. Me parece una situación ridícula y propia de un hombre infantil y caprichoso. Además hacer de esto una costumbre puede suponer el fin de la lactancia pues el extractor no es igual de efectivo que el bebé a la hora de estimular la producción.

Por otro lado, un bebé que solo toma leche materna, suele mamar frecuentemente, día y noche, y eso hace que mamá y bebé estén juntos mucho tiempo y terminen estando muy unidos. Además, la lactancia no es solo alimento. Succionar hace que el bebé se tranquilice, le ayuda a conciliar el sueño, a soportar mejor el malestar si se encuentra enfermo, etc. Por todo esto es normal que para el bebé su mamá (y la teta que lleva incorporada) sean lo más importante del mundo. Un papá informado y maduro entenderá y aceptará esta situación y no se sentirá “celoso” de su mujer. A medida que el bebé crezca, progresivamente se irá "despegando" más de su madre y acercándose más al padre.

El bebé crece pero no desaparece sino que se convierte en un niño, luego en un adolescente, y luego en adulto. Los padres somos padres para siempre, y hay miles de cosas que hacer con y para ellos. En los años siguientes el padre podrá leer cuentos, jugar, acompañarle al parque, llevarle de urgencias cuando no le baje la fiebre, ayudarle con los deberes, enseñarle a montar en bici,…vamos, como para no aburrirse. Por eso no entiendo ese afán de protagonismo, y esa obsesión con alimentar al bebé esos primeros meses, pues trabajo no le va a faltar durante el resto de su vida.
Debe ser porque los bebés recién nacidos son muy tiernos, pequeñitos, sonrosados, y huelen muy bien. Darles de comer es algo que a todo el mundo le gusta hacer, es una tarea gratificante, durante la cual el niño está tranquilo y callado. No tanto así lo es cambiarles el pañal nauseabundo, vestirles mientras no dejan de moverse o pasarse una noche entera en vela, con ellos en brazos, paseándoles por el pasillo mientras no paran de berrear, por lo que si hay que colaborar, claro que todos preferimos la parte bonita y satisfactoria.

De todas maneras, me choca el que ahora se defienda con tanta vehemencia el papel del padre, cuando hasta hace poco los hombres no querían saber nada del tema. Entiendo que era una postura influida por la cultura, pero también era una decisión personal, pues nadie iba por las casas poniendo pistolas en las sienes a los hombres para que no cambiasen pañales… La generación anterior ni siquiera empujaba el carrito por la calle, esto era “cosa de mujeres” y ahora pasamos al extremo opuesto de querer hacerlo todo. Yo opino que ni tanto, ni tan calvo.

Me consta además que hoy todavía hay padres jóvenes que siguen teniendo esa visión antigua de que “el bebé es de su madre” y no tienen ninguna gana de participar de en el cuidado del niño.
Por otra parte, estoy segura de que esos hombres que tanto insisten en dar de comer a su bebé, si pudiesen probar lo que es dar de mamar a demanda, día y noche, no se lo pensarían dos veces y dirían: ¡No, gracias, encárgate tú!