viernes, 24 de marzo de 2017

LA LÓGICA DE LA JORNADA CONTINUA

Leo en un blog una entrada acerca de la “ciencia” que justifica que la jornada partida es mejor para la salud y el rendimiento escolar de los niños. En ese texto se enumeran una serie de “estudios” que supuestamente demuestran, que ese horario es más descansado para nuestros hijos, lo que hace que sus resultados académicos sean mejores.


Ocurre una cosa, y es que yo cada vez me fío menos de ese tipo de ciencia a la que alude el artículo ¿Por qué? Pues porque los estudios científicos son financiados por alguien que quiere demostrar que su idea, su teoría, su producto o su tratamiento son efectivos y lo mejor. Dudo de su seriedad, de los procedimientos utilizados para llevarlos a cabo y por tanto de la fiabilidad de sus resultados. Que no existan estudios sobre algo determinado, no significa que ese algo no tenga importancia, validez o justificación. Simplemente significa que no hay nadie con suficiente poder, o sea dinero, al que le interese conocer la verdad sobre ese algo, probablemente porque esa verdad le perjudicaría.

Como en este asunto no hay mucha “ciencia”, voy a abordarlo desde la lógica que da ver las cosas desde una perspectiva histórica y cultural más amplia

Vamos a ver. La jornada partida, tanto laboral como escolar es algo “typical spanish”. Es una herencia de nuestro pasado agrícola combinado con nuestra localización geográfica. En España no se pueden recoger uvas, fresas ni nada a las horas centrales del día porque hace mucho calor. O no se podía antaño cuando no existía maquinaria agrícola moderna que hiciese menos ardua esa tarea. Eso obligaba a realizar un descanso forzoso a mediodía.


Más recientemente cuando los que mandan se dieron cuenta de que, con estos horarios los curritos (ahora mayoritariamente del sector secundario y terciario) no podíamos consumir a gusto, en lugar de racionalizar la jornada en general, se pasó a esclavizar a los comerciantes, obligándoles, digo "permitiéndoles", cerrar más tarde entre semana y abrir los domingos y fiestas de guardar.

En los países de Europa con menos sol pero más modernos y razonables, no existe ese parón infumable de tres horas para comer. La gente trabaja del tirón y a las 5 ya están todos recogiditos en casa, haciendo vida familiar.

En otros países no hacen las comidas copiosas que aquí nos metemos entre pecho y espalda, y que nos hacen pedir a gritos una siesta. Siesta que sin embargo, no podemos permitirnos, porque el curro nos pilla lejos de casa y en la oficina no nos facilitan colchón y almohada.

Siempre suele decirse que para que la economía vaya mejor hay que ser más rentables, más eficientes. Para que eso sea posible hay que hacer lo mismo o más con menos, en menos tiempo

La jornada continua concentra el trabajo, no nos roba tiempo libre y posibilitaría la creación de más puestos de trabajo, en aquellos sectores en los que se puedan habilitar distintos turnos.


La jornada partida no es eficiente, lógica, ni razonable para nadie. Ni para niños ni para adultos. Solo es conveniente para las empresas de comedor escolar, que hacen su agosto todo el año gracias a la falta de conciliación familiar. 

Me parece increíble que alguien afirme, y realmente crea, que los niños se cansan más estando 5 horas en el cole, que 8 o 9 como algunos están por culpa de la jornada partida. 

Me parece totalmente injusto, acusar a los docentes de vagos y de perjudicar a los alumnos por querer irse antes a casa. Quien diga que no le gustaría poder salir antes de trabajar es que miente. Salvo que no quiera volver pronto a casa para escaquearse de realizar tareas domesticas y de cuidado, que también los hay, y por desgracia creo que muchos.

Me parece tristísimo que se siga poniendo a la producción y los intereses capitalistas por encima del cuidado, la salud y el bienestar de las familias y las personas en general.

Porque habría que trabajar para vivir, no vivir para trabajar.

Con esos horarios, ni se descansa, ni se disfruta de la vida, ni se atiende a la familia como es debido. Padres e hijos no pasan suficiente tiempo juntos y esto siempre termina pasando factura.

La jornada partida sigue existiendo porque somos un país lento, que se aferra a las costumbres y se resiste a los cambios. Porque a los poderes fácticos les conviene que todo siga como está, con una población aborregada, preocupada más por tener que por ser, secuestrada por la rueda del sistema productivo y alejada de lo que de verdad importa: sus seres queridos.

Es necesario darle la vuelta por completo al sistema y si para ello hay que empezar por implantar la jornada continua en los colegios, bienvenida sea.

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