Admitámoslo, las crías humanas son unas “destroyer”.
Vaaale, bueeeno, solo algunas crías humanas. Bastantes, diría yo.
¿Por qué digo esto? Cualquiera que tenga hijos o cuide niños reconocerá una o varias de estas situaciones:
Estás con el niño muy concentrada en enseñarle a hacer torres y construcciones variadas, cuando a él lo que realmente le mola es tirarlo todo a hacer puñetas por ahí. El proceso de creación es un coñazo, lo que mola es deshacerlo a lo bruto. Ahí tenemos a un King Kong a pequeña escala, haciendo trizas el Empire State que hemos hecho con tanto mimo con piezas de Duplo.
Solo les mola si se suben por delante... |
El parque da para mucho, en esto de la tendencia transgresora y destructora de los infantes. Empezando por el tobogán, al que, al contrario de lo que podamos todos pensar, no se accede por las escaleras, sino por la parte delantera. Miles de dientes mellados y brechas en la frente y la barbilla así lo atestiguan.
La arena del parque mola mazo, sobre todo cuando se la espolvorean por la cabeza como azúcar glasé sobre un tierno bizcocho. Es que no nos enteramos de nada: “¡Hacer castillitos es cosa de viejos!”. Lo que se estila ahora es llenarse de arena hasta el carnet de identidad. Arena que luego meten ilegalmente en nuestra casa y que nos encontraremos en todos sitios.
¡Ah! Y si consiguen metérsela en sus ojos o en los de su compañero de juegos,- a pesar de gastar esas largas y frondosas pestañas de bebé a lo Bambi,- creo que les dan un diploma o certificado de manipulador arenero.
Los rotus… ¡ay los rotus! La religión de los niños pequeños les impide terminantemente pintar en una hoja preparada a tal efecto. El sofá, el suelo, las paredes, etc…, son lienzos mil veces más atractivos para desarrollar su creatividad pictórica. Y no nos olvidemos de su propio cuerpo. ¡Tienen una fijación por hacerse tatuajes que no es normal! Deja a un niño solo 5 minutos con un rotulador y tienes un drama asegurado.
Otra de las cosas que hacen las delicias de los más pequeños son las torres de cd´s y dvd´s. ¡Con el tiempo y esfuerzo que te llevó tenerlos todos clasificados por orden alfabético! Y llegan ellos y en menos de lo que canta un gallo, los sacan todos, los barajean y luego no hay Dios que pueda poner de nuevo orden en ese caos. Es pensarlo y se me caen las lágrimas.
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