Me gusta mucho hacer fotos,
verlas y hacer chuminadas con ellas. Y eso que ni sé de fotografía,
ni tengo una buena cámara, ni mucha idea de retoque fotográfico,
que si supiera me pasaría el día foto arriba foto abajo. Antes de
tener niños, viajaba mucho y me dedicaba a fotografiar paisajes y
monumentos. Ahora, como toda madre que se precie, me dedico a
fotografiar a mis vástagos en todo momento y ocasión. El baño es
sin duda uno de estos momentos especiales.
Organizando mis carpetas
de fotos empecé a encontrarme instantáneas de mis chicos en la
bañera y me puse a recopilarlas. Es genial ver su evolución a lo
largo de los años en un mismo escenario. Ver como eran de pequeñitos
y como han crecido y cambiado. Es algo parecido a lo que ocurre con sus fotos de chulapos. No puedo evitar sentir nostalgía al
recordar como eran hace unos pocos años. Al final no he podido
resistirme y he hecho un collage con las mejores imágenes y lo he
puesto en la pared del cuarto de baño.
Tengo muchos recuerdos
asociados al “momento baño”. Echándo la vista atrás, recuerdo
como los primeros meses a pesar de que a Ángel no le gustaba nada,
le bañábamos todos los días religiosa y dicho sea de paso
innecesariamente. Probablemente estaríamos haciendo algo mal que
causaba ese rechazo al agua. Quizá elegíamos un mal momento para
asearle en que estaba cansado y con sueño o tenía hambre. Con Jesús
sin embargo, nos volvimos más flexibles, empezando porque nació en
casa y no tuvimos prisa ninguna por darle su primer baño que
postergamos varios días. Luego no le bañábamos todos los días y
cuando lo hacíamos era junto a su hermano sujetándolo bien. Por eso
conservo tantas fotos de ellos juntos en la bañera. Ahora
prácticamente no caben en ella. A pesar de ello nuestro gato Poly
insiste en intentar meterse con ellos en el agua. ¿Lo conseguirá?
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