lunes, 9 de marzo de 2015

LOS OLORES DE LA MATERNIDAD

En el ser humano, la vista ha ganado terreno a los demás sentidos y por ejemplo no usamos el olfato tanto como otros mamíferos, pero hay momentos en que este sentido se agudiza y la maternidad es uno de ellos, empezando por el embarazo, cuando nos volvemos más sensibles a los olores, los captamos más rápidamente y pueden llegar a desagradarnos hasta el punto de hacernos vomitar.

Al igual que ocurre con otros mamíferos, el olfato juega un papel primordial en el mecanismo de vinculación. El aroma que desprende nuestro bebé al nacer provoca en nosotras descargar hormonales que nos llevan a cuidarle y protegerle. Suele decirse que no hay que tocar a los cachorros recien nacidos de nuestras mascotas porque si los tocamos dejan de oler a ellos mismos para oler a nosotros y sus madres los rechazan al no identificarlos como propios. Por ello las visitas no deberíamos coger a los recien nacidos en brazos hasta pasados unos días y siempre que su madre nos de permiso para hacerlo. Y es que una peculiaridad olfativa relacionada con la maternidad es la capacidad que tienen los bebés de quedarse impregnados del olor de los demás y de impregnar a los demás con el suyo. Basta con cogerlos en brazos un rato para que el bebé huela a ti y tu huelas al bebé. Se me ocurre que esto puede responder a un mecanismo similar al que tienen los gatos para marcar su territorio, una manera del bebé de dejar su impronta y de formar parte del mundo que le rodea, para que le tengamos presente aún cuando no esté a nuestro lado.

Por su lado el bebé al nacer no tiene el sentido de la vista totalmente desarrollado por lo que se guía fundamentalmente por el olfato para llegar hasta el pecho de la madre. Reconocerá a su madre por la voz pero sobre todo por su aroma particular que se mezcará con el de la leche materna si le da el pecho. Algo fundamental, que no nos explican a veces las futuras mamás es que, lo mejor para no despistar al recién nacido y facilitarle el enganche es recibirle sin perfumes e incluso es mejor no usar demasiado jabón para que pueda captar nuestro olor sin interferencias.

Tras el parto las madres seguimos teniendo el olfato muy sensible. Recuerdo como tras nacer mi segundo hijo vinieron a casa a visitarnos unos familiares. Uno de ellos se había echado colonia, demasiada para mi gusto y me sentía abrumada por su presencia. La sensibilidad olfativa nos sirve además para poder detectar rápidamente si nuestro hijo ha hecho pis o caquita, deposiciones estas que si derivan de leche materna exclusivamente, desde mi punto de vista no huelen demasiado desagradables.

El olor de los bebés es embriagador, simula algo dulce y calentito como un bollito recién salido del horno. Recuerdo especialmente como a mi segundo hijo le olía el aliento dulce como a “natillitas”. También recuerdo la primera vez que tuve en mis brazos a un recién nacido, era el hijo de una amiga y fue hace mucho tiempo. Me pareció que olía a pajarito mojado no sé porque, quizá porque todavía conservaba en su piel el olor del líquido amniótico. Era un olor peculiar pero agradable.

Dicen que las madres podemos identificar a nuestros bebés con los ojos cerrados tanto por el sonido de su llanto como por su olor. Cada bebé huele diferente pero todos huelen bien y no necesitan que les echemos colonias infantiles para resultarnos deliciosos.

A mi particularmente, nunca me desagradó cambiarle los pañales a mis hijos, sobre todo al pequeño mientras tomó lactancia materna en exclusiva. Pero se que hay otras madres más delicadas y por lo que se ve también padres que lo pasan realmente mal, como el de este vídeo, jajaja....



2 comentarios:

  1. Yo antes de dar a luz usaba colonia a diario pero no se por qué a raíz del parto dejé de hacerlo.
    Han pasado 22 meses y aún no la uso para que mi hijo me siga oliendo a mi. Aunque ya es mayor y esas cosas pero, no se... me ha dado fuerte con eso.
    Y a él nada de colonia. Con lo bien que huele al natural!!!! Ñam!

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    1. Siiii! Yo ahora disfruto como una enana oliendo a mi sobrina. Me la comería enterita!
      Es curioso como cosas que eran o considerábamos imprescindibles antes, cuando llega el niño dejan de importar. Se puede vivir sin colonia, verdad?
      Gracias por comentar. Un abrazo.

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