Cuando era pequeña las navidades me emocionaban mucho, las tenía idealizadas.
Con el paso del tiempo empecé a darme cuenta de que eran unos días como cualquier otro, en los que no dejaba de pasar lo que pasaba el resto del año.
En una familia pequeña, pobre y problemática poner demasiada ilusión en las navidades era apostar sobre seguro para ganarse una decepción.
Con el paso del tiempo empecé a darme cuenta de que eran unos días como cualquier otro, en los que no dejaba de pasar lo que pasaba el resto del año.
En una familia pequeña, pobre y problemática poner demasiada ilusión en las navidades era apostar sobre seguro para ganarse una decepción.
Fe, Familia y Fiesta son
las tres “efes” que para mi definen la Navidad. De cómo se
conjuguen estas tres palabras dependerá el disfrute o no de esta
época del año.
Si al menos se tiene FE,
toda la parafernalia navideña tiene sentido. Si no se tiene fe, pero
se tiene FAMILIA, una familia bien avenida con la que nos apetece
estar, la Navidad merece la pena. Si no se tiene fe ni familia, al
menos se puede seguir disfrutando de la FIESTA, de que no hay trabajo
y podemos salir a tomar algo con los amigos. Se puede disfrutar de la
decoración, de la brillantina y las luces de colores (a quien no le
gustan las luces de colores?). Se puede disfrutar de las viandas
especiales que no tomamos a menudo, de los turrones y los polvorones
(aunque a mi en realidad lo único que de verdad me vuelve loca es el
Roscón de Reyes). Se puede disfrutar y porque no, del materialismo,
de regalar o que te regalen (si es que aciertan con el regalo en
cuestión...)
A mi hoy por hoy me
horrorizan las Navidades, cada año les tengo más manía. No tengo
fe, los encuentros familiares no suelen ser muy satisfactorios y me
agobia el excesismo que rodea estas fiestas. Lo que más me echa para
atrás es precisamente el hecho en sí de que no haya escapatoria, de
que no podamos elegir no celebrarlas. No podemos hacerlo por motivos
culturales y económicos: es impensable estar en casa y no celebrar
la Navidad, y no tenemos dinero para huir a Hawaii y volver cuando
todo ha terminado, allá por el 7 u 8 de enero. Pero fundamentalmente
no podemos dejar de celebrar las Navidades porque tenemos niños.
Aunque en casa no seamos
creyentes a los niños les gustan estas fiestas: les gusta hacer el
calendario de Adviento, poner el árbol, y sobre todo esperan con
emoción la llegada de Papa Noël y los Reyes Magos. Me gusta
llevarles al centro un día a ver las luces, llevarles a ver la
cabalgata, etc. considero que es mi obligación como madre hacerlo.
Supongo que son cosas que me hubiera gustado que hicieran conmigo
cuando era pequeña y que mis hijos recordarán con cariño cuando
sean mayores.
En definitiva las
Navidades son para compartir: compartir tiempo, comida, detalles y
risas, y para que sean felices es fundamental que aquellos con
quienes compartimos, estén por la labor de hacer que esos sean días
especiales, esforzándose por agradar a los demás. Si no es así,
las Navidades lejos de ser agradables se convierten en una losa, algo
por lo que hay que pasar de manera obligatoria año tras año, un
trámite sin nada de gracia. Por eso me esfuerzo en hacer de las
Navidades de mis hijos un tiempo feliz. Espero que Papá Noël
recompense este esfuerzo trayéndome todo lo que he pedido, Ho, ho,
hooo!!!!
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