Violencia Obstétrica, es la violencia ejercida por los profesionales sanitarios
sobre las mujeres que acuden a ellos, para recibir atención durante los
procesos fisiológicos de embarazo, parto y posparto.
La violencia en general implica que
desde una posición de poder (más o menos real o figurada), alguien trata mal,
humilla y/o agrede a otra persona, con el objetivo de hacer que pierda valor y
energía y de esa manera imponer su voluntad sobre ella. En la violencia
obstétrica la figura de poder es el profesional, que se supone que es el que
sabe y en quien confiamos nuestra salud y la de nuestro bebé.
Sin embargo, en
el ámbito de la obstetricia son muy habituales las prescripciones e indicaciones que no responden a un motivo justificado
por los estudios en la materia, sino que son fruto de protocolos y rutinas
desfasados que se han demostrado dañinos para el bienestar físico y emocional
de la gestante y su bebé, y que
entorpecen y complican enorme e innecesariamente el parto. La fuerza de la
costumbre constituye un obstáculo tremendo para el abandono de estas prácticas
y los profesionales se resisten a reconocer que dichas prácticas son
inadecuadas y a actualizar su modus operandi para adecuarlo a las
recomendaciones de las autoridades sanitarias a este respecto.
Por tanto, cuando hablamos de una
atención violenta en la Obstetricia, no nos referimos solo a las “malas
maneras”, faltas de educación o tacto, en la relación del profesional con
la usuaria del servicio, (que también son censurables e influyen negativamente
en la salud de la mujer) sino también y sobre todo, a la mala praxis, es decir, a aquella atención que no está justificada
según la evidencia científica, y que responde a:
· la falta de actualización de los conocimientos médicos,
· la proliferación de mitos infundados procedentes del pasado,
· los propios miedos del profesional,
· la búsqueda de su propio beneficio personal de cualquier índole (económico, rapidez, comodidad, etc.).
La Violencia Obstétrica supone un
abuso de poder por parte de los
profesionales en un momento de gran
vulnerabilidad en la vida de las mujeres, que implica, en muchas ocasiones la vulneración de la Ley del Paciente. Las mujeres no son
correcta ni suficientemente informadas al respecto de su situación, no se les
ofrecen alternativas, ni se les permite decidir. En su confianza en el criterio
médico y el sistema sanitario, se ven arrolladas por el mismo, viendo peligrar su
salud y la de su bebé, y pisoteados sus derechos y dignidad.
Por último la Violencia
Obstétrica supone una violación por
parte de los sanitarios de su propio Código
deontológico, que en el caso específico de los médicos reza así:
Los principios esenciales de la profesión médica se traducen en las
siguientes actitudes, responsabilidades y compromisos básicos:
- El fomento del altruismo, la integridad, la
honradez, la veracidad y la empatía, que son esenciales para una relación
asistencial de confianza plena.
- La mejora continua en el ejercicio
profesional y en la calidad asistencial, basadas en el conocimiento científico
y la autoevaluación.
- El ejercicio de la autorregulación con el
fin de mantener la confianza social, mediante la transparencia, la aceptación y
corrección de errores y conductas inadecuadas y una correcta gestión de los
conflictos.
La Violencia Obstétrica es un
tipo de Violencia de Género pues se inflige exclusivamente sobre las mujeres,
pero hoy, 25 de Noviembre “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres”, no oiremos
hablar de ella en los medios de comunicación porque es una violencia
interiorizada y aceptada por la sociedad. A muy pocos nos escandalizan las
respuestas de algunos ginecólogos a las madres en las consultas, las cesáreas
programadas sin razón, el uso indiscriminado de oxitocina en las maternidades o
el elevado porcentaje de episiotomías. La sociedad todavía asume como “normal”
cosas que son habituales pero inadecuadas y perjudiciales. Falta difusión de este problema para crear conciencia y que se produzca un cambio de mentalidades, tanto en los profesionales
para que no la inflijan, como en las mujeres para que dejemos de sufrirla sin
quejarnos y denunciar.
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