viernes, 18 de julio de 2014

ENTRETENER A NUESTROS HIJOS ¿SI O NO?

Hace unas semanas leí esta entrada de un blogEstoy de acuerdo, en parte, con lo que quiere transmitir este texto, pero con condicionantes. En lo que falla la argumentación es en no tener en cuenta las circunstancias actuales de la crianza de los niños. Cada vez hay más niños únicos, o que tienen como máximo un hermano con el que jugar. Niños que viven en ciudades y que no pueden salir solos a la calle porque no se dan las condiciones adecuadas de seguridad. Son niños que viven en apartamentos pequeños con poco espacio para desfogarse físicamente. Niños que tienen a sus amigos del cole y su familia: sus abuelos, tíos y primos (si es que tienen la suerte de tenerlos) lejos de ellos y que evidentemente terminan aburriéndose y reclamando la atención de sus padres. Ya lo he dicho en más de una ocasión, pretender que un niño se entretenga mucho rato solo no es realista, por mucha imaginación que este tenga.

Las niñas quizá por serlo o condicionadas por la educación, suelen tender a juegos más tranquilos que pueden desarrollar en casa. Sin embargo, los chicos, y lo digo por experiencia, necesitan aire libre, necesitan actividad física y las cuatro paredes de su casa en las tardes frías y oscuras de invierno se les caen encima. Algo hay que hacer para pasar el rato. Juegan entre ellos, pero tienen muy vistos sus juguetes y sobre todo se tienen muy vistos el uno al otro. Necesitan socializarse, y el tipo de vida que llevamos actualmente no se lo pone fácil. Por eso yo no reniego de la tele o los videojuegos. Creo que usados con moderación son una herramienta muy útil dadas las circunstancias. Vienen a sustituir la libertad de movimientos de otras épocas, la vida antigua en los pueblos que era mucho más abierta y sociable que la actual y que brindaba muchas más posibilidades de entretenimiento para los niños.

 Pero una vez agotado el tiempo de las pantallas ¿Qué hacer? No me parece mal que los padres planeemos alguna actividad con los niños. De hecho hay muchas cosas que poder hacer en casa con ellos, que no se practican en el colegio y es importante que aprendan, tales como cocinar o limpiar, y porque no, también se puede hacer alguna manualidad chula con la que poder aprender empíricamente algo relacionado con la ciencia.

 Yo no soy demasiado niñera, no me gusta jugar, y sinceramente me agobio cuando mis hijos me reclaman para ello. Les suelo decir que soy su madre, no un payaso que los entretiene. Pero reconozco que los niños necesitan tener compañía, socializarse, y muchas veces las únicas personas cercanas y disponibles para relacionarse con ellos actualmente son sus propios padres.

La función del juego es múltiple, no sirve sólo para pasar el rato, si no fundamentalmente para aprender en muchos sentidos, sobre todo a relacionarse con los demás. Un niño sólo en su habitación, es un niño que no molesta, pero que no está aprovechando las oportunidades que le brinda la vida.

Estoy de acuerdo en que no es necesario planificar obligatoriamente una actividad frenética diaria dirigida por los adultos para mantenerlos ocupados. Estoy de acuerdo en que tampoco es bueno aunque se pueda, suministrarles cientos de cosas materiales para que pasen el rato. Pero tampoco podemos pretender que se las apañen solos todo el día. Mantener los dos mundos, el infantil y el adulto totalmente separados siempre, quizá sea cómodo para los adultos, pero no es bueno para el desarrollo de los niños.

Ellos no pueden ponerse a nuestro nivel, pero nosotros podemos ponernos al suyo y hacer cosas con ellos, cosas que a ellos les gusten, dedicarles tiempo y atención, aunque sea a costa de tener que empuñar unas tijeras y recortar cartulinas de colores. Tampoco se nos van a caer los anillos por hacerlo de vez en cuando. Si que creo que es nuestro deber proporcionar experiencias a nuestros hijos. No tienen que ser muy caras o sofisticadas, pero si que les sirvan para conocer el mundo.

¡DIOS MIO, DAME PACIENCIA!



“La paciencia es la MADRE de la ciencia”, o al menos eso dicen. Me planteo si la frase en realidad no será esta otra: “La paciencia es la ciencia de la MADRE”. Porque cuando se es madre, se gasta mucho de esa virtud o se adquiere si antes no se poseía. No queda otra.

Existe además un gran desequilibrio en las relaciones padres-hijos, pues mientras los padres debemos de cultivar esta virtud, los niños carecen absolutamente de ella. Cuando un bebé quiere comer, quiere comer ya. Cuando un niño quiere que lo cojan, quiere que lo cojan ya. Cuando desean un juguete o cualquier otra cosa lo quieren como suele decirse para ayer.

Como dije en mi post anterior, los niños son muy monos y los queremos mucho, pero las cosas como son, hay cosas que los caracterizan y que pueden sacarnos de nuestras casillas a los adultos. Unas de ellas son lo que yo llamo “las tres íes”: son impacientes, insistentes, e inoportunos.

El ejemplo más claro es el de “el pis”. Vas a salir a la calle, les avisas de que vamos a irnos y les sugieres que si quieren ir al baño este es el momento oportuno. Te dicen que no tienen ganas. Quizá es verdad o quizá están tan enfrascados en su mundo, en lo que están haciendo en ese momento, que no les apetece dejarlo para ir al vater. Tú repites la sugerencia. Ellos la rechazan de nuevo o directamente te ignoran. ¿Qué ocurre después? Pues que en el sitio y el momento más inoportuno (probablemente estás en la cola del supermercado pagando o algo así) te dicen que se hacen pis, e insisten en que no pueden esperar porque se lo hacen encima… y tienes que dejarlo todo y salir corriendo en busca del baño en cuestión. Da igual que refunfuñes, que digas que ya se lo advertiste, volverá a ocurrir… Y no hablo de bebés que no controlen esfínteres, hablo de mozalbetes que van camino de la pubertad. Como éste podría citar miles de ejemplos.

¿Que podemos hacer los padres ante este tipo de cosas? Nada. Asumirlas como habituales y ya está. Enfadarse no hace más que provocar que todo el mundo pase un mal rato y no consigue evitar que se produzcan.

Una de las lecciones que aprendemos los padres más rápidamente es que es imposible tener el control absoluto de todo lo que pasa. Cada miembro que se une a la familia añade inestabilidad al conjunto. Cada cual tiene su personalidad y sus peculiaridades. Cada etapa tiene sus ritmos y sus necesidades, diferentes a las de las demás. Cada cual tiene sus intereses, sus deseos y sus expectativas que no tienen porque coincidir con las de los otros, de hecho es bastante difícil que lo hagan. Combinar todo esto es responsabilidad de los padres y puede ser una importante fuente de estrés. Quizá una buena estrategia sea tomárselo con sentido del humor. Si nos ponemos siempre en lo peor, y no tenemos expectativas demasiado altas, no nos sorprenderemos excesiva ni negativamente cuando por ejemplo se les escape la caca y no tengamos ropa de repuesto o derramen sin querer un vaso de zumo inmediatamente después de que hayamos fregado la cocina, o se empeñen en comer justo el tipo de galletas que se han terminado. Asumir con deportividad tanto nuestros fallos como los suyos hará la vida de todos más ligera y fácil de llevar. Además, si eres paciente con tus hijos, ellos aprenderán también a serlo, tanto contigo, como con el resto del mundo y sin duda serán mucho más felices.

MATERNIDAD FÁCIL, CON AYUDA.



Los queremos porque son nuestros hijos, los hemos creado y probablemente se parecen en algo a nosotros. Los queremos porque están hechos para ser queridos, protegidos y cuidados. Son pequeños e indefensos. Para ellos lo somos todo, somos su mundo conocido y lo que garantiza su supervivencia. Por eso están diseñados para despertar nuestra ternura; tan pequeños, redonditos, blanditos y suaves. Con ese olor tan dulce. Tan calentitos. Nos miran con esos ojos grandes y redondos de kilométricas pestañas. Nos agarran con sus manos de diminutos dedos y aún más diminutas uñas. ¿Cómo no vamos a morirnos de amor por ellos?

Pero a pesar de ese amor, la maternidad no siempre es fácil. Hay muchos factores que influyen en como nos sentimos y como actuamos frente a nuestro bebé.

No nos comportaremos igual si hemos recibido cariño y atención de niños, que si fuimos ignorados o en el peor de los casos maltratados. Existe una tendencia clara a reproducir los patrones de nuestra infancia de manera inconsciente. No siempre ocurre así, pero es bueno tener presente que como padres, aunque seamos primerizos, no somos una tabula rasa. Somos más bien una pizarra en la que hace mucho alguien escribió pero cuyos trazos no han sido del todo eliminados por el borrador del paso del tiempo. Esos trazos son apenas perceptibles, pero están ahí.

También influye el hecho de estar, o mas bien sentirse o no acompañada en la maternidad, tanto física como emocionalmente. Si una mujer pasa la mayor parte del día y la noche a solas con su bebé, el cansancio y el hastío puede apoderarse silenciosamente de ella. Aunque nos ocupemos personalmente de nuestro bebé por decisión propia y nos guste hacerlo, disfrutar de compañía y apoyo es fundamental para nuestro estado de ánimo. Tener con quien charlar, sea o no de temas relacionados con el bebé, alguien en quien confiar que nos tienda desinteresadamente su mano y sus amorosos brazos para sostener al niño mientras nosotras simplemente gozamos de una buena ducha caliente, es algo fundamental cuando se tiene un bebé.

Si perdemos la paciencia en un momento determinado, conviene reflexionar a cerca del motivo que nos lleva a perder los nervios. ¿Es objetivamente tan grave eso que ocurre para que explotemos de esa manera? ¿Recordamos si nuestros padres perdían los papeles con nosotros en similares circunstancias? ¿O es simplemente que estamos cansadas y necesitamos desconectar, o recibir cariño, de ese mismo del que nuestro bebé es ahora plenamente receptor?

No debemos olvidar nunca que esa criatura que tenemos delante es siempre una criatura inocente pero sabia, que sólo pide lo que necesita. Para que la convivencia con el nuevo miembro de la familia sea más fácil, no hay mejor cosa que aprender de ella, seguir su ejemplo y pedir ayuda, del tipo que sea, cuando sintamos que la necesitamos.

martes, 8 de julio de 2014

JUGUETES CASEROS: ENTRETENIMIENTO BUENO, BONITO Y BARATO



Juguetes caros, grandes y llenos de colorines, luces y sonido, es lo que con toda la buena intención del mundo nos regalan familiares y conocidos para nuestros bebés, aunque como ya he dicho en alguna otra ocasión, lo que les llama más la atención al final son las cajas de cartón en las que vienen guardados dichos juguetes.

Hoy quiero hablar de otras cosas que al igual que las cajas se convierten indefectiblemente en objeto de deseo de los más pequeños. No se trata de “juguetes” propiamente dichos, son cosas que todos tenemos en casa y que por diferentes motivos les llaman mucho la atención y les entretienen enormemente.

Empiezo por esas cosas que usamos los adultos y que llevamos siempre encima, y que por tanto se muestran irresistibles a ojos de los niños, tales como las llaves, el móvil o las gafas. Está claro que no son cosas muy adecuadas para un bebé, ni un bebé es lo más adecuado para esas cosas, pero el bebé les echará mano en cuánto pueda y si ya sabe, también se los llevará a la boca.

Otras cosas con las que pueden pasar un rato de lo más divertido son las bolsas de plástico, las hojas de papel y los abanicos, eso si, nunca hay que dejarles coger las bolsas porque pueden asfixiarse con ellas, ni tampoco el papel pues se lo terminarán comiendo, y el abanico en el mejor de los casos lo dejarán lleno de babas. La sorpresa y el ruido que provoca la bolsa al sacudirla, el papel al ser roto y el abanico al abrirse de repente le harán soltar un sinfín de carcajadas y lo más probable es que con tanta emoción termine exhausto y caiga dormido.

La cesta de las pinzas de diferentes colores es el sumum de la diversión para los bebés. Tender la colada con el niño gateando entre nuestros pies y jugando con las pinzas puede ser una buena manera de integrarle en las tareas domésticas.

También les vuelven locos nuestras narices que agarran con toda la fuerza de sus diminutas manos,- que es mayor de lo que cabría esperar - y  arañan con sus pequeñas pero súper afiladas mini uñitas. Les fascinan igualmente los mandos a distancia de cualquier cosa y ver como se mueven los molinillos de viento.

Por último, les chiflan las piedras y los palos que pueden encontrar en el parque. Cuando ya son un poco más mayores disfrutan de lo lindo recolectando piedras y escogiendo palos con los que intentar sacar un ojo propio o ajeno. Y no, no les gusta igual si se los escoges o regalas tú, como trataba de dar a entender ese famoso anuncio publicitario. Por muy especial y valiosa que sea la piedra en cuestión, lo que le da valor es que la haya encontrado él. Eso es lo que la convierte en un gran tesoro.
Luego hay que revisar a conciencia todos los bolsillos de pantalones y chaquetas antes de meterlos en la lavadora, si no queremos ver las piedras dando vueltas en el tambor para luego salir de allí relucientes.

¿Con que cosas bizarras se entretiene o entretenía tu hijo/a?

jueves, 3 de julio de 2014

DE TOALLAS Y OTROS CACHIVACHES



Se me caen lágrimas como puños de la envidia que me da ver a los jovenzuelos de mi urbanización bajando a la piscina ataviados simplemente con su bañador y portando solo una toalla al hombro. Son el exponente máximo de la “libertad”, al menos de la “libertad de movimientos”. Los solteritos, que es como llamo yo a quienes no tienen hijos aunque tengan pareja más o menos formalizada, no valoran lo que supone este simple gesto, de coger solamente lo que “uno” necesita y salir así de ligero de equipaje.

Toalla, bañador de repuesto, camiseta, juguetes, agua, algo de picar, flotadores, crema solar, pañales, toallitas, etc. Multiplica todo esto por el número de niños que cada cual tenga y añádele algún que otro efecto personal del adulto como las gafas de sol, el móvil y las llaves, y te encuentras con al menos un par de bolsas enormes que pesan un quintal. Luego tienes que desplazarte a la piscina portando los bultos y guiando a los niños hasta allí intentando que no se pierdan o escalabren por el camino. Cuando llegas lo colocas todo y probablemente haya alguna cosa que se te ha olvidado coger. ¡No falla nunca! Luego está la parte del piscineo en sí, pero a eso le dedicaré un post enterito otro día.

Acabamos de volver de vacaciones de Santander, un precioso lugar que lo reúne todo: playa, montaña, ciudad y pueblos preciosos alrededor. El paisaje es hermoso y refrescante a partes iguales, debe su verdor a lo que llueve a lo largo de todo el año, verano incluido. Así que cuando estamos allí no nos queda otra que añadir a la “mochila” camisetas de manga larga por si refresca y chubasquero por si llueve. No es de extrañar que a la vuelta de las vacaciones pidamos cita en el fisio para intentar reparar nuestra maltrecha espalda que ha tenido que acarrear medio armario, media nevera y un sin fin más de enseres.

Hoy llueve, hoy no bajamos a la piscina, mi salud física lo agradecerá, la mental aquí encerrados, creo que no tanto. Ahora están discutiendo y peleando por los juguetes. Como suele decirse, “nunca llueve a gusto de todos”.