sábado, 11 de febrero de 2012

ME GUSTA EL NUEVO COLE

Este año hemos cambiado de casa y de cole, todo a la vez y de repente, sin previo aviso. Necesitábamos un cambio pero nuestras circunstancias personales no nos lo ponían nada fácil y no veíamos la manera de hacer ese cambio realidad. Pero lo conseguimos. Primero encontramos la casa y después el colegio. Resulta que para cambiar de cole es de gran ayuda el pedir el cambio en mitad del curso escolar alegando cambio de residencia. En circunstancias normales, no habríamos tenido un acceso fácil a determinadas instituciones por culpa del sistema de puntos. Pero al cambiar de casa si hay plazas tienen que dártelas independientemente de los puntos que tengas.
Al final las opciones se redujeron a una pero ha resultado ser una opción bastante buena.
Iba a titular esta entrada: “Nos gusta el nuevo cole”, pero he optado por ser sincera y no dar por sentado que a los niños les gusta, por que la realidad es que a los niños, o por lo menos a los míos, gustarles, lo que se dice gustarles, creo que no les gusta ningún colegio y preferirían pasarse el día en casa debajo de las faldas de sus mamis. El pequeño es muy pequeño aún y sigue sin llevar demasiado bien la separación, como él mismo dice: “tarda mucho en llegar la hora de las mamis”. Y el mayor al principio echaba de menos su cole de siempre, y aunque yo le veo integrado y contento no quiero poner palabras en su boca y sentenciar que le gusta, porque aunque estoy convencida de que hemos ganado con el cambio, quizá él todavía no tenga demasiado criterio como para llegar a determinadas conclusiones.
El cambio ha sido a mejor sobre todo teniendo en cuenta el punto de partida, es decir, comparándolo con el cole del que proveníamos. Estoy absolutamente de acuerdo en que el sistema educativo español es un fracaso, pero como no me veo capaz de educar en casa, me veo obligada a aplicar aquello de “en el país de los ciegos, el tuerto es el rey” y teniendo en cuenta que la metodología de enseñanza suele ser la misma en la mayoría de los centros, valorar otras pequeñas cosas que pueden hacer más agradable el paso de los niños por el colegio. Estas son las cosas que valoro yo:
Es un colegio público en el que se respira un aire más campechano y menos estirado. Los padres podemos entrar hasta la misma puerta de la clase, al contrario de lo que ocurría antes, que teníamos que dejarlos en la puerta de la calle y ellos solitos tenían que atravesar todo el patio. Y todos los días nos dan la bienvenida a la entrada y nos despiden a la salida con música de los más variados estilos: canciones populares, flamenco, pop, bandas sonoras de películas y series de televisión, etc.
El anterior colegio era religioso y aunque disponía de muchos más medios, yo sentía que estábamos allí como pez fuera del agua. No somos muy religiosos y mucho menos practicantes, así que no nos sentíamos integrados y tampoco sentíamos que podíamos aportar nada, pues nuestra mentalidad difiere bastante de la que allí predominaba. En el nuevo cole por ejemplo si están interesados en que los niños asistan a talleres del proyecto de El Parto es Nuestro: “Descubriendo la Maternidad”, que yo coordino y suelo realizar, lo que demuestra que la directiva tiene una mentalidad más abierta. Además la asociación de padres es muy activa y cercana y organizan muchos encuentros y actividades divertidas y participativas.
Está cerca de casa por lo que podemos ir y venir andando, ahorrándonos mucha pérdida de tiempo, estrés y agotamiento físico por los viajes. Está ubicado en una zona tranquila y en el camino a casa no hay demasiado tráfico, por lo que no hay mucho ruido ni contaminación y podemos ir charlando tranquilamente de cómo ha sido nuestro día. El vivir en el mismo barrio del cole, hace también que podamos hacer más vida social, pues nos encontramos a los compañeros de clase en el parque por las tardes.
Nos ahorra mucho dinero, no sólo porque sea gratuito, sino porque también evitamos tener que comprar abonos transporte, o uniformes, que eran realmente caros y feos. También nos ahorramos tener que pagar el comedor. Ahora puedo recogerlos y comer juntos en casa todos los días.
Tiene horario continuo y aunque al pequeño se le está haciendo un poco pesado, estoy segura de que en poco tiempo agradecerá salir a las dos y poder estar toda la tarde en casa con mamá. Además, al salir a esa hora me he evitado tener que pelear por no querer llevarle por la tarde y está pudiendo echarse todos los días tranquilamente su siestecita en casa, conmigo y la teta a su lado.
No sólo se preocupan del aspecto académico si no también del lúdico y creativo, organizando actividades diversas y dando libertad a los niños para que hagan manualidades, jueguen y participen en la vida escolar de manera activa y no como simples espectadores pasivos receptores de información. Además el nivel de exigencia, por lo menos en infantil, es menos alto y el ritmo de trabajo al que someten a los niños es mucho más relajado. Esto a nosotros nos viene genial, teniendo en cuenta que Jesús, es de diciembre y por tanto siempre será, el pequeño de la clase.
El patio es amplio con una zona de tierra y columpios, que tiene como contrapartida negativa que llegan a casa todos los días con las zapatillas llenas de tierra. Tienen un cuarto lleno de juguetes, entre los que hay unos cuantos patinetes que hacen las delicias de los niños durante el recreo.
En definitiva, que no será el mejor cole del mundo, pero nosotros, de momento, estamos muy contentos con él.