Son muchos los medios de comunicación que se están haciendo eco de este tema. Gracias a los comentarios publicados en la prensa digital podemos conocer la reacción del público en general y son dos las posturas que más se repiten.
Por un lado estamos quienes nos indignamos y por otro los que encuentran graciosas las viñetas y tildan a quienes nos sentimos indignadas y exigimos su retirada inmediata como “feministas exageradas y sin sentido del humor”. En mi opinión estos últimos o son igual de machistas y retrógrados que las viñetas o no conocen en profundidad la situación de la obstetricia y la ginecología en España.
El problema de estos dibujos es un problema de fondo, pues reflejan a la perfección la filosofía y la manera de pensar y actuar de la mayoría de los ginecólogos de este país.
Lo que ocurre en las consultas de ginecología y en las salas de parto, la falta de respeto con la que se trata a las pacientes, sus cuerpos y sus dolencias, pisoteando sus derechos como usuarias del sistema sanitario, no ocurre en ninguna otra especialidad. Y es así precisamente porque las destinatarias de este servicio somos mujeres, y sigue existiendo un machismo que ridiculiza, infantiliza y denigra a la mujer solo por el hecho de serlo.
Se trata de un machismo velado, que no es tan evidente como un mal trato físico pero es igualmente violencia de genero, que por el lugar en el que tiene lugar y quien la inflinge podemos denominar violencia obstétrica. Este maltrato está tan arraigado que se acepta como normal y se tolera hasta el punto de permitirse los agresores, el mofarse de sus victimas abiertamente con el beneplácito de muchas personas que se asombran cuando alguna mujer osa quejarse y tratan de acallarla aludiendo al humor y a la manida frase de “no es para tanto, mujer”.
Se trata de un machismo velado, que no es tan evidente como un mal trato físico pero es igualmente violencia de genero, que por el lugar en el que tiene lugar y quien la inflinge podemos denominar violencia obstétrica. Este maltrato está tan arraigado que se acepta como normal y se tolera hasta el punto de permitirse los agresores, el mofarse de sus victimas abiertamente con el beneplácito de muchas personas que se asombran cuando alguna mujer osa quejarse y tratan de acallarla aludiendo al humor y a la manida frase de “no es para tanto, mujer”.
Si rebelarse contra este trato vejatorio y exigir que deje de producirse es ser “feminista”, me declaro feminista y a mucha honra.
Logotipo de la Revolución de las Rosas, movimiento contra la Violencia Obstétrica. |
El escándalo sería mayúsculo si fuesen oncólogos los que se riesen de la calvicie de sus enfermos de cáncer o fisioterapeutas de los problemas de movilidad y el uso de prótesis por parte de personas impedidas de alguna manera tras un accidente de tráfico. Tampoco sería aceptado que los médicos se riesen de manera pública de los despistes y olvidos de los enfermos aquejados de Alzheimer, pero como se trata de “cosas de mujeres” el nivel de tolerancia es mayor.
Es machismo porque contempla a la mujer desde una perspectiva superficial, en la que el físico es lo único que importa: si la mujer es mayor y poco agraciada provoca repulsa, si es joven y bella despierta el deseo del ginecólogo, una actitud muy poco profesional y bastante reprobable. Patologías que pueden suponer muchas incomodidades y problemas de salud, no sólo físicos si no también psicológicos como son el prolapso uterino, despiertan la hilaridad en quienes se supone deben ayudarnos a superar este problema y prestarnos su apoyo. Se habla de la cesárea con una falta de tacto tremenda, cuando se trata de una operación de cirugía mayor, que supone la mayor parte de las veces una experiencia bastante traumática para quien pasa por ella.
Esta claro que quienes no le encuentran maldad a estas viñetas es porque tienen muy poca sensibilidad. Una mujer no va al ginecólogo por gusto, va por necesidad. Se encuentra en una situación incómoda, teniendo que mostrar sus genitales a un desconocido y lo último que espera, es ser ridiculizada por su aspecto o que hagan bromas con sus problemas de salud. Si la mujer está embarazada se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad, por lo que el profesional debería cuidar aún más su forma de tratarla. Pero en la realidad ocurre lo contrario, muchas mujeres salen de los controles prenatales asustadas e intimidadas, lo que es contraproducente para el normal desarrollo del embarazo y el bienestar materno-fetal.
La atención al parto es pésima y los ginecólogos reconocen abiertamente que no están por la labor de cambiar su manera de actuar. Así pues, el panorama que tenemos ante nosotras no es nada halagüeño, de ahí nuestra “susceptibilidad”. La atención que recibimos no es de calidad, y en lugar de trabajar para mejorar, los ginecólogos se toman a risa nuestras reivindicaciones y se mofan del objeto de su trabajo.
Cuando se trabaja con personas, en cuestiones de salud, y sobre todo en un tema tan íntimo y delicado como es la salud sexual y reproductiva, es muy importante tener el cuenta el aspecto emocional y psicológico de las pacientes, pero por desgracia esta es la gran asignatura pendiente de la ginecología y la obstetricia en España.
Yo personalmente no le encuentro solución a este problema. Se trata de maneras de entender la vida y de ver el mundo. Quién ha sido educado en el machismo, va a ser machista toda su vida, por muchas campañas en contra que lance el Ministerio de Igualdad. Quien nunca ha considerado a la mujer un igual, quién nunca la ha tratado con respeto, no va a empezar a hacerlo ahora porque se denuncie la violencia de genero en los medios de comunicación. Sólo nos queda esperar al cambio generacional. Que dentro de unos años todos estos ginesaurios se jubilen y vengan otros más decentes a ocupar su lugar.