jueves, 23 de diciembre de 2010

LA NOCHE MÁS BUENA


Hace ya dos años que nació “mi Jesús”. Nació de forma inesperada, una semana antes de la fecha probable de parto, tras la cena de Nochebuena.

Era el momento más oportuno de todos, estábamos solos mi marido y yo en casa, por lo que tenía toda la noche por delante para parir con tranquilidad.

Fue un parto intenso y doloroso, pero no lo cambiaria por nada en el mundo, porque fue un parto respetado: parí donde quise (en mi hogar), con quién quise (mi marido a mi lado) y como quise (nadie me obligó a nada, ni manipuló mi cuerpo para que mi hijo naciese). Pero creo que cuando mi hijo salió de mí, entré en un estado de shock, porque la teoría es muy bonita pero la experiencia puede ser chocante. Tras un primer parto hospitalario en el que los médicos “parieron por mi”, vivir un parto natural en el que mi cuerpo y yo hicimos todo el trabajo, sin ninguna intervención externa, es alucinante.

Me había preparado a conciencia durante el embarazo para evitar un parto medicalizado, pero no había logrado visualizar el momento en el que, el milagro del nacimiento se produjese. Creo que la atención al parto se ha desnaturalizado tanto, que ha provocado que las mujeres no terminemos de creernos, aunque queramos, que éste es un proceso fisiológico que tiene lugar de manera instintiva y que nosotras, “podemos parir”. A mi me hizo falta experimentar mi segundo parto para terminar de reconciliarme con la naturaleza y recuperar la confianza en mi cuerpo.

Recordaré siempre la alfombra redonda y roja donde me arrodille para pujar, cuando toqué la naricita grande y dura de mi bebé que se asomaba por mi vagina o como se puso a llorar mientras yo le decía que no pasaba nada, que todo estaba bien.

Fue un parto sanador que vino a restablecer mi autoestima dañada y a confirmar que con las condiciones adecuadas todas podemos lograrlo, podemos traer al mundo a nuestros hijos sin violencia.

Dos años más tarde, Jesús me da miles de besos repletos de babas y repite continuamente que me quiere. Yo le quiero infinitamente a él, y le agradezco la oportunidad que me dio, de brindarle un cálido nacimiento y compartir con él, de manera consciente, su llegada a este mundo.

lunes, 20 de diciembre de 2010

¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

Situación nº 1:
Volvemos de la piscina. Jesús está muerto de cansancio por el trote en el agua y porque se ha despertado a las 8 de la mañana. Evidentemente se queda dormido en el carrito, con la cabeza hacia delante como es su costumbre. La gente nos mira por la calle.Miran a Jesús, me miran a mí y vuelven a mirar a Jesús. Hasta que alguien no consigue reprimirse y me dice: “¡Pobrecito, como lleva la cabeza, debe estar incómodo!”
Yo respondo cortésmente: “Si, ya lo sé.” Y sigo mi camino.

Situación nº 2:
Nos montamos en el autobús. Volvemos de estar en el parque, donde Jesús ha jugado cerca de dos horas con su amiga Irene. Está cansado, me pide teta. Se la doy porque se que si se la niego puede ponerse insufrible. Una mujer mayor se percata de que le estoy amamantando. Se la nota nerviosa, no puede evitar mirarnos. Cuando nos toca bajarnos, le saco el pezón de la boca y él protesta porque estaba la mar de a gustito. Casualmente la anciana se baja en la misma parada que nosotros y aprovecha la coyuntura para decirme: “Ya tienes que quitársela, que es muy mayorcito”. Yo asiento y la sonrío.

Situación nº 3:
Estamos de vuelta de un largo paseo y los niños están cansados de tanto caminar. Ambos piden brazos, pero es físicamente imposible cargar con el mayor que pesa 22 kilos, por lo que cogemos al pequeño. Inevitablemente llega otro viandante, desconocido por supuesto, que le reprende por ir en brazos “con lo mayor que es”. Le ignoramos.

¿Por qué estas personas no se meten en sus asuntos y nos dejan en paz?
¿Por qué me dan su opinión cuando yo no se la he pedido?
¿Quiénes se creen que son para decirme a mí o a mis hijos lo que tenemos que hacer?
¿Acaso les digo yo a ellos como tienen que dormir, o que tienen que comer?
¿Por qué se creen que ellos saben mejor que yo, lo que les conviene a mis hijos?
No nos conocen, no conocen nuestras circunstancias, pero aún así se creen con el derecho y casi la obligación, de dejar constancia de su opinión e incluso de regañarnos por hacer algo que ellos consideran inapropiado.

No tenemos que dar explicaciones a nadie, pero hoy estoy generosa y me apetece darlas:

Señor nº 1: He intentado en muchas ocasiones recolocar la cabeza de mi hijo cuando se duerme así. A mi tampoco me gusta la postura que adopta, pero cuando le echo hacia atrás se queja y se despierta. Normalmente cuando entra en un sueño profundo él mismo termina tumbándose. Así que no se “preocupe” que cuando esté incómodo, él mismo lo solucionará.

Señora nº 2: Es mi teta y se la daré hasta que a mi me dé la gana o él deje de pedírmela.
¿No es usted muy mayor para andar por la calle? Yo que usted me recluiría ya en un asilo, o mejor muérase (léase esto en tono irónico y no literalmente).

Señor nº 3: ¿Sabe usted cuánto tiempo llevamos caminando? ¿Va a tener que llevarlos usted encima?
No, ¿verdad? Pues, ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

CARTA A ELVIRA LINDO

No dejan de inquietarme textos como el suyo de “Madres Perfectas”. Me gustaría preguntarle: ¿por qué? ¿Por qué tanta rabia, tanta acritud, tanto resquemor? Porque eso es lo que sus palabras destilan. ¿Por qué hay personas, como usted, que se indignan al ver que otros practican la denominada “crianza natural” basada en el apego? ¿Acaso no es bueno y deseable dar a los niños toda la atención y el cariño posibles?
Actualmente existe una corriente de personas, de la que usted parece formar parte para decepción de muchos de sus lectores, que se sienten ofendidas y se toman como algo personal el que existan padres que durante un tiempo centren sus energías en acompañar a sus hijos en su crecimiento. Esos padres siguen teniendo aspiraciones profesionales e inquietudes culturales e intelectuales pero en ese momento sus hijos pasan a ser su prioridad. Sus hijos no son lo único en su vida, pero entienden que necesitan de su presencia y disponibilidad durante un tiempo, y que es su obligación como padres atenderles y por eso relegan lo demás a un segundo plano.
¿Y es que acaso no pueden los padres decidir libremente cómo criar a sus hijos?
Quienes han elegido dar el pecho en lugar de biberón, practicar el colecho en lugar de meter a sus bebés en cunas, o cuidar personalmente de ellos y no mandarles a la guardería, están siendo salvajemente atacados en los medios de comunicación. ¿Quizá sea porque hacer las cosas de esta manera es más ecológico y requiere menos inversión, por lo que la industria de los accesorios para bebés puede ver seriamente afectadas sus ventas por este tipo de crianza? En la base de este ataque se oculta un feminismo trasnochado y la dictadura del capitalismo según los cuales la mujer solo “es” en la medida que trabaja fuera y cobra dinero, pero “no vale” si lo hace dentro del hogar. Los niños y sus necesidades no tienen cabida en este sistema “adultocentrista” cuyo objetivo es separar a los niños de sus madres cuanto antes, para que estas vuelvan a trabajar enseguida y puedan seguir consumiendo. ¡Señores, los niños necesitan cuidados, no son setas que brotan espontáneamente en el campo! Alguien tiene que cuidarles, y no hay mejor persona para ello que sus propios padres.
Quienes critican y tratan de ridiculizar este tipo de crianza, manifiestan una animadversión profunda que roza lo patológico, y en su caso sus prejuicios le han llevado a escribir un artículo sin pies ni cabeza:


Para empezar, utiliza el recurso fácil de hablar de un personaje público para atraer la atención de los lectores, pero resulta que ha escogido un mal ejemplo, pues dicho personaje (Angelina Jolie) tiene un trabajo, es actriz y continúa siéndolo “a pesar” de su maternidad. Es evidente que para ella, sus hijos no lo son “todo” en su vida, aunque quizá si sean lo más importante. El problema según usted es que lleva consigo a sus niños cuando viaja, pero no lo hace para demostrar nada , ni darle lecciones a nadie, sino que lo más probable, es que sean sus hijos los que quieran acompañarla, en lugar de quedarse solos en casa mientras ella está de viaje. ¿Acaso su hijo no quería estar todo el rato con usted cuando era pequeño? Y sí, aunque estos niños ya hablen y anden, siguen siendo pequeños.


Mezcla churras con merinas, no sé si con alguna intencionalidad o por simple ignorancia. ¿De donde se ha sacado usted la idea de que existe una correlación entre crianza natural y veganismo? Intentar estar el mayor tiempo posible con nuestros hijos nada tiene que ver con comer o no comida “orgánica”. Parece que su sentimiento de culpabilidad por poner salchichas para cenar le está llevando a arremeter contra quienes con sus actos ponen de manifiesto que existen otras maneras de hacer las cosas diferentes de las que usted practica.


Niega la realidad inventándose otra paralela por el camino. ¿Puede decirme donde esta esa “familia” con la que compartir la crianza de nuestros hijos? Esa familia no existe. Tíos, abuelos y demás viven lejos, tienen su propia vida, sus trabajos, sus horarios, sus costumbres y no pueden, ni quieren, “criar a niños ajenos”. No se puede pretender participar en la crianza cuando tan solo se comparte con los niños un par de horas los domingos cada dos semanas. Esta es la realidad, y la familia en este caso podrá opinar, pero por lógica su capacidad de decisión y su influencia serán bastante limitadas. Los padres actualmente estamos solos para lo bueno y para lo malo, pero no es una opción que hayamos elegido, es que no nos queda otra.


En cuánto al encimonismo, cierto es que la palabra le ha quedado la mar de original, pero su significado no queda del todo claro porque ¿quién está encima de quién? Normalmente son los niños los que están encima de sus padres y no al revés, porque son seres dependientes y necesitan de los adultos para sobrevivir y para aprender. El padre que llegado el momento en que sus hijos dan muestras de querer independencia y poder gestionarla, coarta esa libertad por motivos egoístas, demuestra tener un problema psicológico independiente del tipo de crianza que haya escogido.


Claro que no hay una sola manera de criar a los niños. Existen muchas, tantascomo culturas, pero la mayoría de la gente en los países industrializados solo conoce, defiende y publicita la que consiste en alejar a los niños de sus madres cuanto antes. Le recomiendo el libro de Meredith F. Small “Nuestros hijos y Nosotros”. Con él podrá comprobar cuán diferentes son las formas de criar en distintos lugares y como esa forma de criar puede afectar al desarrollo de la personalidad y a la configuración de la sociedad en su conjunto.


No existen las madres perfectas. Todas intentamos ser buenas madres y para ello hacemos lo que en cada momento creemos que es lo mejor para nuestros hijos en función de nuestra experiencia y conocimientos. Por favor, respetémonos entre nosotras.
Este tema le escuece y se le nota mucho. Trate de averiguar por qué. Será un ejercicio muy enriquecedor y saludable para usted y toda su familia.
Un saludo.